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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Otro cigarrillo de Andrea

"Fabra debió de sentirse aliviada haciendo finalmente algo que la reivindica como individuo. No más esa hija de papá: Al fin, Andrea 'Que se jodan' Fabra"

Boris Izaguirre
La diputada del PP Andrea Fabra, a su llegada a la sesión de control en el Congreso el miércoles.
La diputada del PP Andrea Fabra, a su llegada a la sesión de control en el Congreso el miércoles.GORKA LEJARCEGI

Antes de decir su frase, “que se jodan”, An­­drea Fabra era una hija de papá que había sido elegida diputada, bien casada con otro dirigente popular de sanísima cabellera como ella. No siempre es fácil superar a los progenitores, y Andrea Fabra estaba ya casi hecha a la idea de que su paso por el Congreso no tendría mayores razones para ser recordado. Pero, de pronto, llegó esta crisis que nos ha cambiado a todos. Rajoy enumeraba los grandes recortes con los diputados populares ovacionándolos olímpicamente hasta 14 veces, y Andrea pudo darse cuenta de que era allí o nunca, en el lugar menos adecuado, pero en el momento más apropiado, cuando podía hacer algo por cambiar su destino. Aunque ahora intente convencernos de que se sintió impropia, en ese instante en que sabía que cruzaba la frontera de la inmortalidad, debió de sentirse aliviada y única haciendo finalmente algo que la reivindica como individuo, no más esa hija de papá, esa esposa de o diputada por. Al fin, Andrea “Que se jodan” Fabra.

La disculpa de Andrea llegó tras el cariñoso regaño de su partido. Algunos de los dirigentes del PP decidieron acompañarla para que ella encendiera un cigarrillo. Parecían cobijarla porque, por encima de todo, Andrea “Que se jodan” Fabra es hija de un amigo y hombre influyente en el partido. Lo fascinante de la foto es lo impúdica que se muestra también Andrea con la adicción, a la nicotina y al poder de su padre. Y no hace más que indicar que Andrea hace siempre lo que quiere, sin importarle quién la ve ni quién la juzga. Ese gesto típico de saberse protegida por papá, y sus amigos, tenga o no la razón. Sí, fumo, ¿y qué? Con sus humos puede incluso que nos haya dicho una gran verdad: “Estamos jodidos”.

Al mismo tiempo, vemos nuestra delegación olímpica estrenando sus exóticos equipamientos. En este debate es complicado ser árbitro, ni de moda, ni de deporte. Es un estridente problema de vestuario que se ha convertido en uno de imagen del país. Tan llamativa es la equipación como nuestro sentido del ridículo. Importa casi más que las medallas y el buen deporte. Nuestro equipo no es el único con problemas de look. Los británicos afean a Stella McCartney, otra hija de papá que ha luchado por su propio reconocimiento, el haberse olvidado del rojo de la bandera británica. Y ella se ha defendido diciendo que quiso hacer una reinterpretación de su insignia. Ella puede, es hija de otro icono nacional. Los americanos ven como una ofensa que Ralph Lauren haya fabricado los uniformes en China, y los italianos creen que a Armani se le ha ido la cabeza con los tejidos. Ahora, tras la ausencia de Nadal, con el relevo de Gasol, tendremos más cuerpo y cobertura para apreciar al detalle estas fantasías zíngaras como de discoteca ibicenca. Solo el medallero dejará planchado el asunto.

Asistimos a un verano de manifestaciones. Y la creación de un cierto club de hijos de papá, a los que hay que sumar a Kim Jong-un, el nuevo líder de Corea del Norte, esa extravagante dictadura comunista y hereditaria.

Asistimos a un verano de manifestaciones. Y la creación de un cierto club de hijos de papá, a los que hay que sumar a Kim Jong-un, el nuevo líder de Corea del Norte, esa extravagante dictadura comunista y hereditaria. Jong-un, quizá siguiendo la ola del gran ajuste en España, ha decidido iniciar una tímida abertura: ha destronado a uno de los más poderosos ministros de su padre y acude a los desfiles militares con una posible amante. Y, lo más radical, ha facilitado la presencia de Mickey Mouse en un espectáculo público en su Pyongyang, esquivando el pago de los derechos de imagen a la Walt Disney Corporation. Y es que los hijos de papá nacen con ese “Que se jodan” en la boca, como un chicle, y no hacen más que masticarlo. Incluso a veces consiguen hacer un globo que les divierte estallar en la cara de otros.

El verano de la infanta de Urdangarin se adentra en un mar donde las mejores palabras a las que asirse son presunto y probable. Lo relacionado con su marido es presunto, menos la prórroga del contrato con Telefónica. Y en cuanto a sí misma, es probable que su madre, la Reina, la reciba en Marivent con un susurro capaz de convertirse en demanda: ‘¡Replantea tu matrimonio!’. En Telecinco insisten en que abogados próximos a la pareja rechazan tal posibilidad, pero se deja flotar la idea de que para estos espacios la noticia sería un subidón con vistas a septiembre.

La presencia de la duquesa de Palma en Palma llega en un verano en el que el Rey no va estar muy presente en la isla. Y también hay malestar entre los empresarios porque, al parecer, las infantas Leonor y Sofía no acudirán a los cursos infantiles de vela. Todo naufragando de una manera nada sutil. Y para hacerlo más cruel, en otra familia, la televisiva de Sálvame, amenaza tormenta: uno de sus miembros clave es invitado a abandonar el barco. Rosa de Benito, esa cuñada, madre coraje y esposa superviviente se lió de manos con el exchófer de Rocío Jurado en el programa. El momento televisivo parecía en cierta manera imitar el jaleo del Congreso, solo que un pelín mas caníbal, porque el plató es más pequeño y la audiencia más grande. Su estrambótica visión termina por demostrar que el “Que se jodan” de Andrea es lamentablemente otro símbolo nacional.

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