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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Corrupción familiar

"La mejor declaración de Correa fue esa salida de Soto del Real a Sotogrande. Ya lo dijo Warhol: en las cárceles, como en los conventos, se enteran de todo y están a la última"

Boris Izaguirre
Francisco Correa, presunto cabecilla de la trama de corrupción Gürtel, salió de la cárcel de Soto del Real el pasado lunes.
Francisco Correa, presunto cabecilla de la trama de corrupción Gürtel, salió de la cárcel de Soto del Real el pasado lunes.SANTI BURGOS

Junio es un mes de bodas y de enorme volatilidad en los mercados. Hay quienes se casan con personas, y presidentes, como el nuestro, que lo hacen con un rescate bautizado como línea de crédito abierto. En este tipo de bodas lo mejor es quedarse con la boca igual de abierta, sin que salga palabra alguna. Como cuando vemos todo el generoso apoyo de Sonia Monroy a la selección nacional en la portada de Interviú.

Con el calor y las bodas ha resurgido un objeto casi olvidado: el abanico corto para varón. Sí, existe, y es completamente viril y nada ambiguo su aire. En clima cálido son muy útiles. Lo complicado es hallarlo, pero una tienda en la Puerta del Sol los confecciona desde 1880, un año en que no éramos ni ricos ni endeudados, ni tampoco sabíamos muy bien quién sería Ana Botella. La magnífica tienda, detenida en el tiempo y atendida por un cuarteto de señoras adustas y eficientes, es también una ocasión para comprobar que la peineta y la mantilla no solo están de moda por Madame Cospedal, sino que atraen la atención y los bolsillos de los turistas que disfrutan el centro de Madrid. A veces ha fastidiado un poco lo de ser el país de la pandereta, la castañuela y la mantilla, pero llegados a donde estamos puede que el producto típico anime la economía exportadora calmando un poquito la tensión de los mercados. Como podría hacerlo también nuestra industria del escándalo. Porque si esos turistas que admiran encajes y peinetas de falso carey decidieran seguir nuestros telediarios, se quedarían enganchados de la cantidad de casos de presunta corrupción. En nuestros telediarios abundan estafas, fianzas pagadas, presos y expresos, cochazos de lujo, exresponsables de cajas de ahorros enriquecidos. Un larguísimo rosario de penas y cohechos que desde luego nos suben al podio de las naciones productoras de presuntos delitos administrativos. Si la corrupción se legalizara, tendríamos una nueva industria con la que generar ese dinerito fresco que pronto empezarán a exigirnos los de la troika. Y, quizá, un nuevo reclamo turístico.

Qué duda cabe de que esa picaresca no es ni bananera ni tiene ese mal rollo asesino de los tiempos de Idi Amín en Uganda. No, nuestra capacidad de corrompernos tiene bellos elementos familiares y emocionales. Es como si robáramos con el corazón, con los sentimientos muy a flor de piel. Con franqueza. Por eso Dívar no siente que haya hecho algo incorrecto, no solo porque entre cena y cena siempre encontró tiempo para rezar, ¡ay!, por todos nosotros y también por su privilegiado estómago. Sino porque compartió con alguien cercano esas cenas. No lo hizo con extraños, malas compañías, cenó siempre con su jefe de seguridad. Lo lamentable de esas veladas es que no hayan invitado a ninguna de ellas al obispo de Alcalá de Henares, que seguro les ofrecería sustento espiritual y divertidos chistes de mariquitas. Entristece el hecho de que una noche de Reyes, Dívar tuviera que cenar solo. ¿Cómo va a pasar alguien una noche de Reyes en estremecedora soledad? Es que ni en un melodrama de Paquita Rico se atrevían los guionistas a pensar algo similar. Pues el señor Dívar lo padeció. Al tratarse de fecha familiar tan señalada, es probable que su jefe de seguridad tuviera que desdoblarse en padre y esposo, dejando a su protegido desprotegido. Las fechas señaladas también pueden ser amargas.

Similar encuadre familiar encontramos en la fianza que ha conseguido la libertad del principal acusado del agonizante caso Gürtel, Francisco Correa. Ha sido nada más y nada menos que su madre quien ha desembolsado los 200.000 euros de libertad. Esa es una madre que ya hubiera querido interpretar Libertad Lamarque en el cine mexicano de los años cincuenta. Una madre que ni en Gran Hermano han sabido encontrar. Esa madre que acude al rescate (o como se diga) de un hijo que bautizaba a sus empresas solo con nombres en inglés: Orange Market, Special Events y la no menos maravillosa Good and Better, que ya implica ese espíritu solidario de toda familia cristiana: en lo bueno y en lo mejor. Y, aunque con cierto retraso, en lo malo también. Ha sido reconfortante que la nonagenaria señora Correa expresara la alegría de tener a su hijo en casa. ¡Seguro que otros también, pero esperando que no llegue a salirse mucho del guion! Su mejor declaración fue esa salida triunfal de la cárcel, con mejor aspecto que hace tres años. Caminó enérgico y con su melena a salvo, no hacia un contrato con L’Oréal, sino al Mercedes que le esperaba ronroneante para viajar de Soto del Real a Sotogrande, portando sus bolsas de piel como si fueran mancuernas y vestido homenajeando al Don Johnson de Corrupción en Miami. Confirmando la tendencia en moda masculina de este verano: cómoda americana azul mediterráneo sobre una camiseta blanca. Ya lo dijo Warhol: en las cárceles, como en los conventos, se enteran de todo y están a la última.

En los colegios nos enseñaban que no había que portarse mal, pero portarse mal es casi siempre más divertido que portarse bien. Y en diversión, España gana. Nuestros delitos y faltas son siempre presuntos, entre amigos del alma, y difícilmente pasan de ese excitante estadio. Y al final, al igual que el treintañero E.T., volvemos a casa.

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