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Blogs / Educación
Escuelas en red
Coordinado por Rodrigo J. García

La participación nos hace 'imprescindibles'

Isabel de la Viña, Profesora del Colegio Público 'La Navata' de Galapagar (Madrid), no hace mucho, escribía un texto (Diario de a bordo) relatando algunas escenas habituales de la vida en las aulas de su colegio.

El texto comenzaba...

"Hoy me asomo a una clase de 1º de Primaria del cole de La Navata, me cuelo por la puerta pasando entre mamis y papis que están dando recaditos a Clara [la maestra]. ¡Hola Isa! Mi presencia casi no se nota, no supone distorsión en una clase en la que entran y salen adultos, mientras los niños y niñas siguen a lo suyo sin inmutarse con semejante trajín. Están leyendo cada uno su libro, sentaditos en círculo sobre la colchoneta.Poco a poco se van yendo los padres y la clase se dispone a continuar, iba a decir a comenzar, pero en realidad ya ha empezado con estos diez minutitos de lectura silenciosa e individual".Al leer el texto, alguien puede sorprenderse y pensar ¿Cómo, que los padres están en el aula, pero si ya ha comenzado la actividad escolar? y afianzándose en su idea inicial, se diría a si mismo que 'esto no puede generar nada más que desorden'. Las familias, y así ha sido siempre, deben permanecer en su sitio, o sea 'fuera' de las salas de clase y del colegio, y el profesorado en el suyo, en las aulas.Quizá la opinión más extendida considera que la situación descrita es imposible; sin embargo, por lo que nos cuenta Isabel, no parece constituir un problema. Es más, muestra la verdadera complicidad existente entre las familias y la profesora, ambas comparten el mismo sentimiento de 'cuidado' y 'compromiso' con la educación de los hijos, alumnos para la profesora, y compañeros para el resto de sus iguales. Isabel continúa...  

"...comienza la asamblea del lunes. En un registro de la pared un distintivo señala a los responsables: del material común, de la fruta, el secretario... No consumen ni medio minuto en hacer el reparto de tareas. ¡Qué suerte, Clara!, no tienes que pasar lista, ni repartir las pinturas por las mesas, ni contar para ver si hay fruta suficiente... ya se encargan ellos.Echo una ojeada alrededor y me topo con las normas de la asamblea: ¡Siéntate bien, con la espalda recta... te ayudará a controlar! ¡Hay que escuchar sin hablar y mirar a los ojos de los demás! ¡Si chillamos o pegamos... nos estropeamos! ¡Levanta la mano para hablar y los amigos escucharán!..¡Vaya! ¡Qué pocas normas y qué claras!, me fijo un poquito más... ¡ni un no!; todas las normas de clase están escritas 'en positivo', invitan al autocontrol y al respeto al compañero".

Es evidente, como argumenta el profesor Juan M. Escudero, que la participación se convierte en uno de los valores esenciales de una buena educación cuando, como es el caso, se despliega de modo efectivo y coherente con sus exigencias.

La institución escolar necesita configurarse como un espacio social democráticamente gestionado. En otro caso, no estaríamos hablando de educar y de facilitar la construcción de un criterio propio, sino de entrenar, instruir, adiestrar, de aprendizaje técnico... y no debemos conformarnos con tan poco. La gestión de la crisis actual, sus decisiones encubiertas y poco compartidas constituyen una buena muestra de la ausencia de participación en muchos comportamientos habituales de nuestras instituciones educativas; "...los hay que [participan] toda la vida: esos son los imprescindibles".  

Colegio Público "La Navata". Trabajo de investigación. Alumnado de 3º de Educación Primaria

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