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La conciencia de Obama sale del armario

El presidente de EE UU anunció su nueva postura favorable al matrimonio homosexual Reconoce que la cercanía con algunos de sus colaboradores ha propiciado su "evolución" J. Bernard es el primer hombre y primer gay al frente de la secretaría social de la Casa Blanca

Yolanda Monge
Michelle Obama y Jeremy Bernard, secretario social de la Casa Blanca, en Oahu, Hawai, en noviembre de 2011.
Michelle Obama y Jeremy Bernard, secretario social de la Casa Blanca, en Oahu, Hawai, en noviembre de 2011.SAUL LOEB (AFP)

La Evolución (con mayúscula) del presidente se ha completado. Se acercaban las navidades de 2010 cuando Barack Obama titubeó y acertó a decir que su posición respecto al matrimonio gay estaba “evolucionando”. Hombre de profundas creencias religiosas (como gran número de norteamericanos, por otra parte, ya que ni siquiera un 2% de la población se declara atea), Obama no acababa de conjugar bien esas dos palabras: matrimonio y homosexuales.

Pero consciente de que la historia llamaba –¡una vez más!– a su puerta, inició el camino que él comparó con el que en los años sesenta se hizo hacia el reconocimiento de los derechos civiles para los negros que vivían segregados. En el plano legislativo, Obama acabó con la ley No preguntes, no lo digas que impedía a gais y lesbianas servir abiertamente en el Ejército y anunció su decisión de no apoyar más la ley federal conocida como DOMA, que define el matrimonio exclusivamente como el de un hombre con una mujer.

En el día a día, en un puesto de tremenda visibilidad –nacional e internacional, aunque siempre entre bambalinas–, el primer presidente negro de EE UU rompía también los moldes establecidos y nombraba el año pasado como secretario social de la Casa Blanca por primera vez a un hombre y además un hombre gay. Ese hombre es Jeremy Bernard, cinco décadas maravillosamente bien llevadas, “uno de los muchos colaboradores abiertamente homosexuales” que trabajan en su Administración, como recordó Obama en su anuncio del miércoles. No hacen falta nombres, ni caras, ni outings (sacar a otra persona del armario), vino a decir el presidente. En su Casa Blanca no se discrimina a nadie por cuestión de preferencias sexuales.

Si la evolución del presidente se ha completado con su luz verde al matrimonio entre personas del mismo sexo, la elección de Bernard para un oficio considerado por muchos como uno de los más importantes de la Casa Blanca –ya que es de los pocos cargos que obligan a informar directamente, casi a diario, tanto a la primera dama como al presidente– fue un mensaje alto y claro.

Hombre con “un desenfrenado sentido del humor” –según sus amigos más íntimos–, Bernard no ha defraudado al presidente. Sus cenas de Estado –la última al primer ministro británico, David Cameron, 365 invitados– son un éxito. Posiblemente incluso Bernard pueda apuntarse el tanto de que la campaña de reelección de Obama recaudase en la noche del jueves casi 15 millones de dólares en una sola cena ofrecida en su casa por George Clooney. Se dice y se rumorea que el actor metido a activista devolvía así el favor por haber sido invitado y sentado en las cercanías del presidente en la cena ofrecida a Cameron.

“Apostar por Jeremy no era ir sobre seguro”, declaró tras su nombramiento Marc Nathanson, el empresario multimillonario de la televisión por cable de California para el que Bernard trabajó en la década de los noventa. “Desde luego, no era una elección segura como lo era la secretaria social que tenía en su época Mamie Eisenhower, alguien de corte tradicional”. “Jeremy está lleno de energía, iniciativa y creatividad y no va a ser fácil que se funda con el decorado”, finalizó Nathanson.

Bernard llegó a Washington desde París, donde solo estuvo tres meses trabajando como asesor social del embajador estadounidense en Francia. Obama le quería en la corte y le reclutó. En el año y medio que ha pasado desde que aterrizase en la capital de la nación se ha encargado de organizar desde el más insignificante cóctel a que todo esté en orden para una reunión bilateral de gran calado, como la próxima cena de cónyuges de líderes del G-8 que se celebrará el próximo sábado en Washington –mención especial merece el acto que se hace en Semana Santa en la Casa Blanca, al que asisten hasta 35.000 personas, todo bajo la mirada atenta de Bernard–.

Dicen las Miss Manners, expertas en protocolo, que sin duda se ha hecho un largo viaje desde los secretarios sociales que servían a los presidentes con guantes blancos hasta los trajes de Versace que hoy luce Bernard. Originario de San Antonio, Tejas, hijo de un abogado que trabajó a favor de los derechos civiles en el trabajo, Bernard nunca se graduó en la universidad –dato que Obama dejó fuera cuando le presentó a la nación–. Su activismo a favor de los derechos de gais y lesbianas le han hecho una pieza clave dentro del movimiento, y en los círculos homosexuales de Los Ángeles recaudó millones de dólares para la campaña electoral de Obama de 2008. No será diferente en esta campaña y muchos de esos gais y lesbianas asistieron a la cena de Clooney –¡de nuevo esa cena!– dispuestos a satisfacer al poderoso Bernard y llenar las arcas del Obama candidato.

Bernard no es un ama de llaves que está a las nueve y media de la noche en la cama. Cuando acaba su labor en la oficina de la Primera Dama –el secretario social depende de ella aunque su agenda está íntimamente ligada a la del presidente–, Bernard se entrega a la escena social de Washington, ya sea la presentación de un libro, un estreno cinematográfico o la degustación de un buen menú en el último restaurante de moda.

El exnovio de Bernard, Rufus Gifford, es uno de los mayores recaudadores de fondos de la campaña –actual y pasada– de Obama. Cuando la pareja llegó a Washington hace dos años –junto a su perro beagle, Lucas– estaba considerada como una de las 50 parejas más influyentes del país. Hoy, la revista Out sitúa a Bernard en el puesto 35 de los homosexuales más poderoso de EEUU –el número uno lo ocupa Tim Cook, consejero delegado de Apple; el dos, Ellen DeGeneres–.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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