La izquierda resiste
Al PP se le escapa el poder en Andalucía, mientras que el PSOE mejora sus resultados en Asturias
El vuelco histórico esperado no se produjo en Andalucía. Al Partido Popular se le escapó la victoria por mayoría absoluta que le habían augurado los sondeos y la izquierda conserva la comunidad más poblada de España como bastión frente a la racha de Gobiernos autónomos cosechada por el PP desde mayo de 2011. El PSOE, dirigido ahora por Alfredo Pérez Rubalcaba, aguanta lo suficiente como para situarse en condiciones de pactar un Gobierno de coalición con Izquierda Unida, evidente receptora de votos socialistas desencantados, que duplica su número de escaños en Andalucía y se queda con la llave de la posible coalición.
El PSOE, con 47 diputados, e IU, con 12, pueden gobernar Andalucía si alcanzan un pacto. El resultado abre la puerta a un Gobierno de coalición, una posibilidad que ya existió hace 18 años, pero que no prosperó y dio origen a la llamada legislatura de la pinza (1994-1996). En esta ocasión, las dos formaciones no parecen dispuestas a dejar pasar la oportunidad, ni menos a repetir situaciones como la que apeó a la izquierda del Gobierno extremeño en mayo pasado.
La decisión de José Antonio Griñán de separar las elecciones autonómicas de las generales del 20 de noviembre, medida cuestionada por la dirección federal del PSOE, ha sido acertada a la luz del resultado: probablemente habría sido peor para los socialistas si las autonómicas hubieran coincidido con las generales del 20-N. El retroceso socialista que, no obstante, se ha producido en Andalucía es tributario de la mala situación anterior del PSOE, pero también tiene componentes específicos. Durante los últimos meses se ha acelerado la difusión de datos sobre la corrupción en la Administración andaluza, singularmente en la Consejería de Empleo y a cuenta de los ERE, revelando un estado de cosas que un futuro Gobierno de izquierda tiene que cortar.
Javier Arenas, que había conseguido sobreponerse a tres derrotas anteriores, logra un buen resultado electoral en este cuarto intento, pero se queda otra vez a las puertas de ese palacio de San Telmo que tanto se le resiste, pese al cerrado apoyo del Gobierno de Rajoy a lo largo de la campaña. Arenas, que ha repetido en multitud de ocasiones que su etapa en la política nacional está enterrada, tendrá que decidir ahora si opta por quinta a vez a la presidencia de la Junta en 2016 o da paso a un nuevo liderazgo.
En Asturias, la segunda vuelta de las elecciones de mayo pasado no ha servido para resolver la difícil coyuntura generada por los partidos conservadores, incapaces de alcanzar un pacto tras 10 meses de desgobierno de Francisco Álvarez-Cascos. El electorado envía así un nítido mensaje a sus políticos para que sean ellos los que resuelvan la situación. El pacto se hace imprescindible y el Partido Popular, por boca de su secretaria general, María Dolores de Cospedal, parece predispuesto. La estrategia del PP de apartar a sus miembros más anticasquistas indica que el acuerdo debería ser ahora más sencillo de alcanzar. FAC y PP tienen, en conjunto, menos escaños que hasta ahora, pero disfrutan de los suficientes para gobernar. En su mano está tomar las riendas del Principado y rescatarlo de la parálisis en la que ha estado sumido por una derecha incapaz de entenderse, enredada en personalismos y rencillas. El electorado asturiano, tradicionalmente de izquierda, se ha pronunciado ya dos veces a favor de los conservadores. Estos deberían ser capaces de asumir la responsabilidad que les corresponde.
La correlación de fuerzas con respecto a la situación precedente es, sin embargo, significativamente distinta. El electorado ha castigado ligeramente a Álvarez-Cascos y su lista no ha sido la que más escaños ha obtenido, mientras que el PSOE ha resistido el embate y ha sido el vencedor de estos comicios. El discreto liderazgo de Javier Fernández, el mejor valorado en las encuestas, ha logrado invertir la tendencia a la baja del PSOE en Asturias, donde este partido ha gobernado casi 25 años desde que entró en vigor el estatuto de autonomía del Principado. Gobernar en solitario, en caso de desacuerdo de la derecha, no es una salida inverosímil, en cuyo caso la última aventura de Álvarez-Cascos quedaría prácticamente finiquitada.
La escisión de la derecha ha favorecido a Fernández. Lo esperable, en un contexto de caída libre socialista, era que tal escisión fuera rentabilizada fundamentalmente por IU que, sin embargo, obtiene un resultado similar al de mayo, mientras Fernández ha sabido capitalizar la crisis política que vive el Principado.
Un dato preocupante de las elecciones de ayer es la fuerte abstención. La participación en Andalucía roza la caída histórica de 1990 y da idea de la inhibición de una parte del electorado frente a una situación económica que la política tiene tantas dificultades para controlar. Y aunque no tan pronunciado, el fenómeno abstencionista se ha trasladado también a Asturias. Una parte de la ciudadanía parece cansada de que se le convoque una y otra vez a las urnas, sin que esto se traduzca en mejores resultados a la hora de resolver las cuestiones que más les preocupan: el paro y la situación económica en general.
Al día siguiente de los comicios, el Partido Popular continúa siendo la fuerza hegemónica de España y mantiene plenamente la responsabilidad de gobernar, pero electoralmente empieza a sufrir los efectos de la situación que le toca gestionar.
Para el jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, llega el tiempo de las decisiones de verdad. Las elecciones han pasado y la huelga del próximo jueves es lo único que se interpone en el calendario del Gobierno antes de presentar los Presupuestos y de precisar todo el alcance de sus proyectos frente a las malas perspectivas económicas y las dudas redobladas sobre la solvencia financiera de España.
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