Si no son perfectos, trabajan para parecerlo
Los Bertarelli, prósperos empresarios, ecologistas, solidarios y millonarios. ¿Se puede pedir más?
Hay dos categorías de regalos, los que se pueden envolver y los que no. Kirsty recibió uno de éstos. La semana pasada lo estrenó para salir a la mar. No se lo puso encima, sino que se metió dentro de Vava II, un yate de 96 metros de eslora por seis pisos de alto. Imposible de envolver. El regalo del suizo más rico, Ernesto Bertarelli, para la británica más rica, su mujer Kirsty. La millonaria pareja, residente entre Ginebra y Londres, entró en nuestras vidas en 2007, cuando con su yate, el viejo Vava, formaban parte del paisanaje de Valencia durante los fastos de la Copa del América.
Todo ello arrancó con el nuevo siglo, cuando Bertarelli acometió dos empresas que le cambiaron la vida: casarse con Kirsty y crear Alinghi, un equipo profesional de vela, que tres años después pasaría a la historia del deporte al conquistar la Copa del América en aguas de Nueva Zelanda. Por primera desde 1851, el trofeo viajaba a Europa, aunque Bertarelli tuvo que tirar de chequera para que media tripulación neozelandesa se pasara a su bando.
Bertarelli montó el mayor espectáculo de la historia de la vela. Más de 4.000 millones de personas siguieron las regatas por televisión. Aquel año de 2007, no lo olvidará Bertarelli ni su familia. Como director general de Serono, vendió la empresa farmacéutica a Merck por 13.800 millones de euros. Y así llegó a ser estrepitosamente rico. La operación coincidió con las bacanales de Valencia, las fiestas de Prada y de Louis Vuitton, donde confraternizaban Naomi Campbell, Eva Herzigova, Kirsty, los más bellos plásticos de la belle epoque valenciana. Pero no todo era juerga; en horario diurno, la bella Kirsty visitaba la tienda de Alinghi para comprobar si se vendía su colección de ropa. “Yo era una persona muy creativa”, comentaba al periódico Evening Standard en 2010, recordando su adolescencia. “Estaba interesada en escribir historias de la gente con la que me encontraba y escribía pequeños poemas. Tengo interés en la gente, una especie de conexión real”.
Pero Larry Ellison se la tenía guardada a Bertarelli, y lo que no consiguió en el agua lo obtuvo en los tribunales norteamericanos. En 2010 le arrebató su Copa en una ya decrépita Valencia. Un año horribilis. Además de perder el sagrado trofeo, Bertarelli bajó en el escalafón de ricachones del Reino Unido, del cuarto al quinto puesto. Su fortuna era de 8.200 millones de euros y sus ganancias anuales de 1.100 millones (por contextualizar, diez veces más que el regalo a Kirsty).
Si la mujer de Bertarelli, gracias a su matrimonio se había convertido en la más rica consorte del país, tampoco es que antes fuera una necesitada. Para cuando Bertarelli acababa estudios, Kirsty se ganaba la vida. En 1988, con 17 años —seis menos que Ernesto— era proclamada Miss Reino Unido y luego Dama de Honor de Miss Mundo. Nacida en Stafffordshire, su padre era el dueño de las porcelanas Churchill China. “Tuve una infancia muy campestre. Teníamos pista de tenis en casa y jugábamos todo el día. También teníamos caballos, aunque no montaba también como mi hermana”, recuerda la, entonces, Kirsty Roper.
Antes de conocer a Bertarelli en 1997, ennovió con Damian Aspinall, otro rico, propietario de casinos, y, como ella, ecologista y compositor musical. Porque Kirsty también, canta. “Tiene una voz de oro", dijo el periódico suizo Le Matin tras escucharla en el Festiva de Jazz de Montreux hace un par de años. En los noventa, Black coffee, una canción pop compuesta por ella para el grupo All Saints ocupó el primer puesto de las listas inglesas y entró en 20 países más; pero el matrimonio y los tres hijos la habían apartado de su vocación. Pues ya la ha recuperado, el año pasado lanzó un álbum, Elusive. Otra de sus canciones, Green, la ha donado a la fundación ecologista World Wildlife Fund. Además la Bertarelli Foundation preserva los fondos marinos, y Smiling Foundation cuida de niños enfermos. Ernesto y Kirsty si no son perfectos trabajan para parecerlo.
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