Ibn Arabi de Murcia, el "Willy Fog" islámico
Desde el pasado día 5 y hasta mañana sábado se está celebrando en Murcia el IBAFF, el Festival de Cine Viaje y Creación, que va ya por su tercera edición.
Compiten 41 largometrajes, cortos y documentales procedentes de más de una docena de países y entre las actividades paralelas destaca un taller que imparte el director iraní Abbas Kiarostami.
Sé que escribir un post sobre un sabio y místico musulmán que vivió como un asceta en el siglo XII y que entraba en trance para comunicarse con Dios no es la mejor manera de convertirse en trending topic semanal, pero es que Ibn Arabí fue además de sabio, un increíble viajero y su currículo de desplazamientos deja en mantillas al de cualquier turista moderno.
En una época en la que viajar significaba jugarse la vida, Ibn Arabí recorrió a pie más de 30.000 kilómetros por Oriente y Occidente con un único propósito: conocer a sabios y maestros e intercambiar conocimientos con ellos. Toda una lección del viaje como fuente de saber y de conocimiento.
En 1193 caminó desde Sevilla a Túnez solo para conocer a uno de sus maestros. Como él mismo cuenta en su libro autobiográfico Ruh al-quds, se necesitaban tres meses para llegar a Túnez en caravana. Luego paso tres años viajando entre Sevilla y Fez.
En 1200 fue hasta Marraquech. Y de allí, en un viaje que duró otros dos años, hasta La Meca. Pasó los 18 siguientes años viajando por todo Oriente Medio: Bagdad, El Cairo, Alepo, Mosul, Konia, otra vez La Meca, de nuevo a Bagdad, seis años en Malatya (Anatolia), otra vez El Cairo hasta que por fin, en 1223, se estableció en Damasco, donde murió en 1240 a la edad de 75 años.
Durante los viajes no paraba meditar y de escribir. Se le reconocen más de 350 libros, que le convirtieron en uno de los genios del sufismo y de la historia de la espiritualidad.
Nunca pensé que seguirle la pista a un místico islámico medieval que viajó más que Willy Fog pudiera resultar tan enriquecedor y tan interesante.
Suya es esta frase, tan vigente en el siglo XII como en el actual:“Reconocer y aceptar hasta sus últimas consecuencias la energíadel corazón. Seguir su huella. El movimiento, el viaje, esinherente a todo lo vivo”.
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