Un hotel para el tiempo
Como un palimpsesto de sus antiguos moradores y artífices, el Hotel Caro de Valencia recoge, y muestra: desde una muralla almohade del siglo XII -que lo atraviesa longitudinalmente- hasta una escalinata de principios del XIX que, en su última remodelación, el interiorista Francesc Rifé ha convertido en la nueva rótula generadora de los espacios. Junto a la escalera, un mosaico del siglo I a. C, -que Rifé dice que podría ser el más antiguo de la ciudad-, recoge la imagen de un cuerno de la abundancia. Esa abundancia en un lugar así es la clave. Y la esencia. La suma de esas historias es lo que ha pretendido reconstruir el diseñador catalán evocando espacios diversos en uso, ambiente, volumen y materialidad. Así, tras la fachada protegida por Patrimonio, un gran portalón de madera “invita al viajero a detenerse en lugar de a pasar”, explica Rifé.
En el vestíbulo, la recepción es una caja de luz junto a la escalinata que conduce a las habitaciones, a una biblioteca y al restaurante Arrop, integrado en el hotel. El empleo de materiales neutros -suelos de resinas brillantes en colores claros, paredes del mismo tono o mármol para la barra del bar- permite hablar al lugar. Sin embargo, lejos de convertir el hotel en museo, el mobiliario ideado por el estudio acerca el pasado y permite una convivencia civilizada y no reverencial.
Así, las 26 habitaciones son distintas. No se trata de un juego. La complejidad de los espacios ha hecho que cada estancia haya requerido un tratamiento especial. En la obra han mandado los elementos de valor histórico, pero en el hotel Rifé ha cuidado que mande el confort de los huéspedes. Por eso, en la suite principal un fresco en la zona del dormitorio y techos de escayola del XIX no imponen su presencia. Igual que en las buhardillas, en las que los revestimientos originales conviven con madera y ladrillos refractarios de color rojizo. Algunas habitaciones integradas en la torre árabe han obligado a los interioristas a idear dobles espacios mientras los dormitorios más alejados de la huella histórica han construido su identidad minimalista con un hormigón armado que contrata con los colores de los muros antiguos. Para uniformar la suma de estilos, Rifé ha empleado su sello, que limpia y ordena. Pero una iluminación cálida abriga esa resta continua con la que el catalán ha ido tejiendo su estilo.
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