Mejorar la ayuda humanitaria en tiempos de crisis

Esta entrada ha sido escrita por MANUEL SÁNCHEZ-MONTERO,experto en ayuda humanitaria.
Foto: Joao y María esperan su repatriación voluntaria a Angola.©UNHCR/G.Dubourthoumieu
Al igual que las familias, al sistema de cooperación español y especialmente al humanitario, a todos nos afecta la crisis.
La reducción de recursos nos despierta de un sueño en el que la abundancia nos permitía apostar a muchos palos de la baraja, abría la puerta para que toda administración pública (central, autonómica y municipal) dispusiera de su propio plan de cooperación con sus intervenciones humanitarias ampliamente aplaudidas por la opinión pública.
La Encuesta de Población Activa de enero de 2012 arrojaba datos reveladores como que alrededor del 60% de los españoles no consideran prioritaria la cooperación para el desarrollo y están de acuerdo en su recorte (la luna de miel se empieza a resentir).
Por otro lado se ha desarrollado una industria de lo humanitario en la que muchos actores (ONG de todo tipo, instituciones públicas y empresas privadas) se han acercado al sector al albur de los recursos y los focos mediáticos.
Es por eso que ahora la crisis, la escasez, nos ofrece una oportunidad para centrar las cosas. A nadie le alegra la contracción de la AOD ni de las donaciones privadas, pero miremos la oportunidad que nos ofrece.
En primer lugar la definición de un perfil de ayuda humanitaria más afinado, definir mejor qué puede hacer bien el sistema español (sectores, tipos de intervención incluso zonas donde tiene valor añadido) y no hacer de todo en todas partes. Se trata por ejemplo de priorizar la contribución española a la atención de crisis como la alimentaria en el Sahel y redimensionar su participación en otras (como Etiopía) donde otros donantes tienen una ventaja comparativa en base a su presencia y capacidad de apoyar a las agencias operativas.
En segundo lugar el refuerzo de coordinación y sinergia mayores entre recursos aportados por actores públicos evitando, por ejemplo, contribuciones paralelas a organismos de NNUU por parte de agencias autonómicas, la duplicidad de intervenciones de dispositivos de intervención públicos como los equipos médicos de emergencia de ayuntamientos y CCAA o las Fuerzas Armadas.
En tercer lugar, la necesaria selección natural de socios para ejecutar la ayuda humanitaria en base a una relación madura y de profundidad entre los diferentes actores basada en el intercambio fluido y rico de información entre ellos, el alcance de sus acciones y pasar de la fase de relación distribuidor/demandante de fondos entre la administración pública y las agencias a alianzas para completar capacidades y acometer mejor la tarea humanitaria en toda su extensión. La idea es que en un contexto como la Isla de Mindanao en Filipinas, la Cooperación Española habilite los recursos económicos y el apoyo diplomático para negociar el acceso a las víctimas del conflicto mientras las agencias operativas provean de la información y el análisis de contexto así como la prestación de servicios sobre el terreno.
Finalmente, la ayuda humanitaria necesita de la transparencia e inteligibilidad necesarias para convencer por sí misma de su necesidad por su necesidad ética y su utilidad e impacto en el bien común. Para ello sería necesaria una difusión sobre qué es, a quién se destina y por qué, y cuánto y cómo es la acción humanitaria (en base a una comunicación ligera y lejos de tecnicismos ni versiones lacrimógenas) así como la medición del impacto de la ayuda prestada. Hace falta evaluar de forma sistemática e independiente la ayuda humanitaria prestada por la Cooperación Española y sus socios. No basta ya con loar la labor de esos buenos chicos.
La crisis puede darnos la oportunidad de madurar, asumiendo los compromisos que hemos asumido política y moralmente. La ayuda humanitaria española forma ya parte del paisaje de expectativas y responsabilidades contraídas con las poblaciones asistidas, otros actores humanitarios que cuentan con nosotros y de la sociedad española.
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