Prouvé en vaqueros
Refrescar la herencia del herrero más famoso de la modernidad es el objetivo de la serie limitada que ha devuelto a un Jean Prouvé rejuvenecido (que no maquillado ni operado) a los escaparates sin sacarlo de los museos.
Contagiado por el entusiasmo de la industria del automóvil en los años treinta, Jean Prouvé (1901-1984) montó un taller en el que con 200 empleados y piezas metálicas se dedicó a levantar edificios prefabricados. Luego llegarían las piezas con las que amueblar esas obras y su propia vivienda. En el año 2000 Rolf Fehlbaum, decidió que su empresa, Vitra, recuperara varias sillas, una lámpara y algunas mesas del ingeniero francés que habían quedado fuera de producción. Ahora, a la relación Prouvé-Vitra se ha sumado, temporalmente, un fabricante de vaqueros de lujo.
La empresa G-Star produce pantalones vaqueros de alta calidad y estética actual. Rompedora pero discreta, es un asunto para entendidos. La empresa busca renovar sin dar gritos y por eso investiga el difícil equilibrio entre el clasicismo y la vanguardia. O entre las opciones rompedoras que rompen para quedarse. Así, más allá de firmar ropa de moda (a veces de la mano de diseñadores industriales como el australiano Marc Newson) la firma ha ensayado una relación con el diseño que le permite extender su ideario estático a objetos tridimensionales y, a la vez, crear una identidad basada en la artesanía, la resistencia, la cotidianidad y la vanguardia.
Para la empresa de coches Land Rover, por ejemplo, G-Star Raw ideó el vehículo Raw Defender, el más extremo de toda la gama de todoterrenos, era un coche pintado de gris con el techo forrado de imitación de piel marrón oscura. El estilo de las famosas bicicletas norteamericanas Cannondale también es imperecedero. Aun así, G-Star logró imprimir su sello en la serie numerada Raw Cannondale. Marcas como las llantas marrones, que subrayan la estética nítida y austera, de la bicicleta, les confieren a la vez contemporaneidad y peso histórico.
Esa extraña mezcla entre pasado (aunque sea parcialmente inventado) y nuevo futuro es lo que respira ahora la serie Prouvé Raw que Vitra acaba de presentar. Se trata de 16 piezas (algunas como la silla Standard en el catálogo de Vitra y otras, como la lámpara Potence, recuperadas) que han combinado innovación, tecnología y artesanía para hablarle a una nueva generación de usuarios. El cliente de este tipo de productos es un personaje a tener en cuenta. Se trata de gente libre de prejuicios –y por supuesto con el bolsillo saneado-, compradores cultos que ni mitifican el pasado ni enloquecen por estar a la última. Lo curioso es que las piezas son 100% Prouvé (no se ha cambiado un ápice del diseño, asegura Catherine Prouvé, la hija del diseñador) y sin embargo el resultado difiere de los muebles históricos. La sensación es distinta. Han ganado en calidez y en contemporaneidad. Y eso hace pensar en la cantera inagotable que supone la modernidad, en la posibilidad de tocar lo intocable -en este caso de vestirlo- y en el abanico que ofrece el cuidado a tres manos: el legado del diseñador, la visión del fabricante y la inyección del industrial de la moda.
Entre lámparas, sillas, butacas, mesas de apoyo, mesillas o taburetes que combinan maderas macizas, tratadas al aceite -como en el taburete Dactylo (1944)- o bronce coloreado de rojo rústico -como en la lámpara Potence (1947)-, lo antiguo parece nuevo y, a la vez, resulta tan familiar y conocido como un amigo en vaqueros. Prouvé Raw es ropa cómoda para los clásicos sin que estos se despeinen, todo lo contrario: recuperan la fuerza que los hizo colocarse entre la artesanía y la industria.
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