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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Bernarda Alba se muda de casa

La escena se llena de tensión y electricidad cuando Bernarda y Poncia se enfrentan. La señora, Bernarda, bastón en mano, golpea el suelo y repite y proclama que la casa permanecerá cerrada, que ella y sus cinco hijas no saldrán, que durante ocho años todas respetarán el luto por la muerte de su segundo marido. La criada, Poncia, atrevida, sabia, conocedora de la vida y de las pasiones del cuerpo, le reprocha que es un error, que no puede ni debe mantener presas a cinco mujeres, que no se puede atentar contra la naturaleza sin atenerse a las consecuencias.

Poncia (Margaret Karanja, izquierda) y Bernarda Alba (Njoki Ngumi)

Los espectadores, pocos, siguen en tensión el desarrollo de la trama en un escenario muy ligero, con el atrezo justo, que cede todo el espacio y el protagonismo a las nueve actrices, la mayoría sorprendentes en la fuerza de sus interpretaciones. Aunque sobre todas destaca Bernarda, cuya mirada literalmente da miedo.

La casa de Bernarda Alba, la obra que Federico García Lorca compuso probablemente en 1936, el año de su muerte, suena natural en este pequeño teatro, tan lejos del tiempo y del lugar de su escritura. Los celos, el machismo autoimpuesto, el peso de las apariencias y del qué dirán que ahogan a las protagonistas, el ansia de escapar de un hogar convertido en prisión… siguen vigentes aquí y ahora.

El texto es totalmente reconocible a pesar del idioma, o los idiomas, que usan las actrices, inglés y swahili, y de sus gestos y de su forma de hablar. A pesar de los coloridos vestidos africanos que no casan bien con el duelo impuesto en los personajes. Y a pesar de que la acción, inspirada en la España profunda de los años 30, transcurre en el presente y se sitúa en una anónima ciudad de la costa keniana. Porque en esta ocasión Bernarda Alba se ha mudado a Nairobi.

La madre de Bernarda, supuestamente loca, le recrimina su dureza con sus hijas.

Al finalizar la representación, el público aplaude entusiasmado a este joven grupo de actrices de la compañía teatral de Nairobi Phoenix Players. “El guión me ha parecido interesante aunque el final es algo abrupto, pero me ha gustado el tema y me ha gustado que sólo fueran mujeres”, comenta Mueni, una profesora keniana que prefiere no dar su apellido.

“Es una historia que aún podría ocurrir en Kenia, quizá no en Nairobi pero sí en la Kenia rural, aunque con una diferencia”, apunta Mueni, “que aquí no tendrías sólo mujeres sino que habría algún hombre imponiendo su presencia, algún tío, algún primo, algún hombre que no dejaría a las mujeres tener el control”.

Millicent Ogutu, directora ejecutiva de Phoenix Players y quien ha adaptado el texto original de Lorca y dirigido la obra, coincide con esta idea: “En Kenia, particularmente en una sociedad rural, cuando se da una situación como ésta y hay dinero de por medio, los hombres siempre aparecen porque se quieren aprovechar de la cuestión financiera”.

Hoy, Kenia se encuentra a caballo entre dos mundos. Nairobi y el perfil de su centro urbano, en el que se recortan varios rascacielos, podrían existir en Europa. Pero la casi totalidad del país, más allá de la capital y de otras pocas ciudades, sigue anclada en sociedades tradicionales y en pequeños pueblos con una economía poco desarrollada, cuyo principal motor es en muchas ocasiones la agricultura de subsistencia.

Pero hay cuestiones que se mantienen a través del tiempo y sin importar las fronteras”, reflexiona Millicent, “y me parece muy triste que tantos años después (de la escritura de la obra) hay mujeres que aún se ven de una cierta manera y que tratan de oprimirse unas a otras porque no se valoran a sí mismas… Sí, este tipo de cuestiones siguen siendo muy pertinentes hoy”.

Las hijas aprovechan la ausencia de Bernarda para relajarse.

La pequeña oficina de Phoenix Players ocupa junto con la sala de teatro el sótano de un edificio de oficinas del centro de Nairobi. Aquí la compañía realiza todas sus gestiones y los actores y actrices se juntan antes y después de cada representación.

Bernarda es una figura universal”, señala Njoki Ngumi, la médico de 26 años que encarna a la matriarca de la casa, “ninguna madre querría que sus hijas se comporten de forma incorrecta, ¡aunque por aquí no es muy común encontrar una madre tan dura!”

Todas las actrices de la obra son jóvenes urbanas y estudiantes, profesionales liberales o dueñas de su propio negocio. Y es que no todo el mundo en Nairobi puede permitirse el lujo de dedicar una gran parte de su tiempo a meterse en la piel de otros sobre el escenario.

Poncia, la criada, ofrece a las hijas la comprensión que no reciben de Bernarda.

Margaret Karanja, de 23 años y estudiante de económicas, representa a Poncia, la criada y antítesis de Bernarda. “En Nairobi es diferente, las mujeres son cada vez más independientes y se pasan el día fuera, trabajando o saliendo, viviendo su vida y es la criada la que acaba haciendo de madre”, dice Margaret.

Y entonces Njoki Ngumi interviene: “Cierto, pero aunque Bernarda se ha despegado de sus hijas en cuanto al amor, aún se preocupa por lo que hacen, por lo que dicen… mientras que en Nairobi muchas madres se despegan de sus hijos incluso en ese sentido”.

La sociedad urbana de Nairobi acelera a la par que otras sociedades avanzadas occidentales, aunque aún sigue siendo muy difícil ganarse la vida únicamente como actor, y aun más si uno quiere dedicarse sólo al teatro.

“Sí es posible, depende de si no te importa ganar poco dinero”, comenta Njoki Kajwanja, de 26 años, dueña de un negocio y que representa a Angustias, la hija mayor que aspira a casarse para abandonar la casa de Bernarda Alba.

Las más jóvenes sí mantienen la esperanza de poder dedicarse profesionalmente al teatro, el cine o la televisión. Como Evelyn Kanorio, estudiante de 20 años y con el papel de la hija menor, Adela, que irrumpe en la conversación tal y como su personaje lo hace en la obra al enfrentarse a la madre, Bernarda. “Adela es la heroína, es la esperanza, está destinada a liberar a las demás y al final…”, dice hablando rápidamente. “Pero creo que lo mismo habría ocurrido aquí en una situación similar, algo dramático, siempre hay drama en una situación así”.

La hija mayor, Angustias (Njoki Kajwanja, derecha), se enfrenta a sus hermanas.

Pero la conversación vuelve una y otra vez a la cuestión de si el texto de Lorca, escrito en otro siglo y en otro continente, realmente puede representar a una cierta sociedad keniana actual. O al contrario, ¿podría una obra de problemática keniana ser comprendida en España?

Shiviske Shivisi, de 21 años y estudiante de Periodismo en caso de que no sea posible una carrera profesional como actriz, tiene la respuesta y, tal y como su personaje, Amelia, habla reflexiva y calmadamente: “Las sociedades son diferentes pero las personas somos todas lo mismo, así que claro que debemos ser capaces de entendernos unas a otras”.

Comentarios

La represión sexual es un tema universal.Carlawww.lasbolaschinas.com
Hablando de Lorca, acaban de representar Bodas de Sangre en el Cairo
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