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Veranos en ruta y con niños

Clara Blanchar

 

Google y “viajar con niños”. 3,2 millones de resultados. Echando un vistazo rápido, los primeros son clubes de viajes, agencias especializadas, hoteles especializados, sugerencias de planes especializados y foros especializados. Todo “especializado” y con un tono como si las vacaciones fueran un reto o una carrera de obstáculos: cómo entretenerles, o que les entretengan, cómo darles de comer lo que les gusta, qué pasa si pasa algo, cómo soportar las horas de vuelo… Frases como “el infierno de los viajes en coche”. De cría viajé cada verano. Cuatro personas, primero en un Citroën 2CV y luego en un Renault 4 y siempre de camping recorrimos toda Europa: de Portugal a Yugoslavia pasando por Dinamarca. Nunca pisé un hotel. Ni cogí un avión. La paga doble de mis padres daba para 20 días en las que no entraba tanta preocupación. Carretera y manta. No lo cambiaría por nada del mundo.

Será que acabamos criando como nos criaron: nosotros viajamos, tanto como nos dan las vacaciones y la doble, desde que las dos enanas tienen meses. Sumando sentido común a la carretera, la manta y las horas de vuelos se puede hacer casi de todo. Claro que la “especialización” brilla por su ausencia. Ahí van algunas recomendaciones, fruto de la experiencia: de entonces y ahora.

Hasta los dos años volar es gratis. Ni tan mal si se trata de vuelos transoceánicos. Si se llega pronto a embarcar, vale la pena coger los primeros asientos de cada bloque del interior del avión. Para niños de hasta 10 kilos algunas compañías te montan una cuna que va pegada a la pared.

¿Dónde ir? Destinos que generan recelo por no pertenecer a lo que se viene a considerar el primer mundo (Norte de África, Caribe, los de Asia que llevan más años recibiendo turismo) tienen otras grandes ventajas para viajar con niños: una de las principales es precisamente la presencia de críos por todas partes y a todas horas. A la que paras un minuto, los tuyos y los de allí se han puesto a jugar mientras te tomas una cervecita y planeas la siguiente etapa del viaje.

Los niños son un gran pasaporte. Situaciones en las que lo tendrías jodido (un restaurante sin mesa cuando en la calle diluvia, un tranvía en el que no cabe ni un alfiler mientras cae una nevada), resultan mucho más sencillas con niños. No sabes cómo, te hacen un hueco: para ti, el carrito de la pequeña y la mayor que duerme en brazos.

Dos maletas y punto. Una para las niñas y otra para nosotros. Lo que no cabe, no cabe. Si no cabe un jersey es que sobra una camiseta.

La mochila de juguetes y cuentos. Limitados en número, un muñeco, el Uno, ¡sagrao!, colores, tacos de post-it, y a nosotros nos funciona mucho llevar algo parecido a lo que en mi época se llamaba telesketch (una especie de pizarra con la que se entretienen ellos y triunfa cuando juegan con otros críos). Respecto a los cuentos, tener en cuenta que alguno compraremos durante el viaje: en mi opinión es el mejor souvenir para un crío.

Globos. De cuantas más formas, mejor. Triunfan en los países en desarrollo. Es un juguete-regalo barato, que no pesa ni ocupa, no ostentoso pero que nos ha dado grandes tardes en el quinto pino.

El botiquín. Amalia Arce, La Mama Pediatra, le dedicaba el otro día un post en uno de los dos blogs en los que escribe, el del Hospital de Nens de Barcelona. Afortunadamente vuelve intacto la mayoría de las veces. En destinos como los citados anteriormente, nosotros solemos regalarlo a la gente que conocemos en los últimos días.

Hotel, la última opción. Depende de la oferta del país, pero cualquier alternativa funciona mejor que las limitaciones físicas de una habitación de hotel (descartados también, cuestión de gustos, los hoteles familiares). Los niños necesitan espacio, mejor un camping (hoy en día tienen de todo y no hace falta ni llevar tienda, las hay de alquiler o bungalows que son un lujo), casas rurales, guest houses, bed & breakfast, casas particulares, granjas, escuelas-residencia, albergues (por Europa tienen habitaciones familiares, amplias y bien equipadas y con zonas comunes súper cómodas).

Intentar tener atadas las noches con un par de días de antelación. No siempre es posible, pero a mi me tranquiliza bastante. Es un agobio ver que se echa la tarde encima y no tienes donde dormir. Una niña tiene hambre, la otra va meada hasta arriba, prefieres tirar y no parar… la histeria está servida.

Kit de ruta. Agua, galletas, galletas de maíz, toneladas de pañuelos de papel, cuentos y ropa de recambio. Nunca he comprendido por qué los niños se enguarran tanto en el coche. Hay quien lleva DVD o CDs de canciones infantiles. Yo me niego a semejante taladro de fondo. Si quieren, ya canto yo.

Mañanas de actividad o ruta, tardes de juego. Las tiradas de coche, excursiones o visitas urbanas, por la mañana. Es conveniente llegar a “casa” a media tarde para tener un buen rato de tranquilidad (baños, juegos, planes para el día siguiente…) antes de hacer la cena o ir a cenar.

Días de no moverse. Si es un viaje de cambiar constantemente de lugar y alojamiento, destinar una jornada de vez en cuando a no hacer nada. Es el momento de dejarles elegir qué quieren hacer entre un par de opciones.

Nunca aire acondicionado en países muy calurosos. El choque con la temperatura exterior es fatal. Mejor ventanillas abiertas y a sudar, que elimina toxinas.

Siempre hay un parque o una plaza delante de los museos. A parte de que los centros culturales no son el peñazo que eran y ofrecen visitas guiadas para familias, no hace falta que la familia entera se tire horas y horas recorriendo salas. Se puede entrar y salir, ahora unos, luego otros.

¿Y qué comerán? La pregunta inevitable. Pues lo que coman los bebés y los niños allí. En Cuba, la mayor, que tenía año y medio, se alimentó todo el viaje de malanga, un tubérculo hervido parecido a la patata que es el plato nacional para los críos: malanga con pollo, malanga con pescado, malanga con leche, malanga con malanga… dependía de la casa particular en la que nos alojáramos. En Marruecos hay sopas, en países del África negra o Asia, cereales o mandioca.

Que participen en el diario de viaje. Con uno propio o todos en el mismo cuaderno. En mi mochila nunca falta una libreta de tapa dura y un estuche con rotuladores, tijeras y pegamento.

Crear expectativas. La Torre Eiffel de noche, los acantilados de Dinamarca, el puente de Mostar, el olor de Fez, los canales de Venecia, Finisterre, la montaña de la Paramount, los glaciares de los Alpes… no sería capaz de decir si tengo más grabada la imagen en sí, o el cosquilleo de la primera imagen después de todo lo que me habían contado.

El diccionario de frases hechas. Sea cual sea el idioma, ¿a quién no le gusta aprenderse las frases básicas?

El valor de darles un plano. Si nos ven todo el día con el mapa en ristre, mola darles uno sencillo, de los que regalan en los puntos de información. La de cuatro años es una fiera con los mapas: mira aquí una carretera, aquí un río, aquí un camping…

El valor de las llamadas telefónicas. Si somos capaces de apagar el móvil o tenemos la suerte de que no hay cobertura, es un gustazo recuperar el valor de ir a la cabina pública una vez a la semana para llamar a la abuela y los tíos. Conversaciones absurdas pero emocionantes, de esas en que todo el mundo grita ¿y vosotros bien? ¡sí nosotros también! ¿y sabes algo del tito y los tíos? ¡también bien!

Algún plan nocturno. Les encanta. A mi me decían “hoy vamos a tomar algo” y aunque fuera un helado me parecía el no va más.

No olvidar que viajamos con niños. Nos ha pasado unas cuantas veces y es fácil caer en la tentación. Las niñas duermen o están tranquilas, te lías a tirar (en coche) o caminar más (en ciudades) y a la que te das cuenta estás a tomar viento y te queda un montón para llegar justo cuando más cansadas y  hambrientas están, ya no hay transporte, no pasan taxis. El motín está servido y el culpable eres tu.

Mmmmmmmmmmmm ¡ya  falta menos!

Comentarios

Como has obviado lo más importante, supongo que lo haces porque es tan evidente que no hace ni falta contarlo. Me refiero a si les has preguntado a tus hijos si quieren viajar. Los niños están felicísimos en su entorno. A partir de una cierta edad se interesan por los viajes, pero ya son algo mayorcitos cuando esto ocurre. Es que da la casualidad de que nosotros nos hemos quedado algunas veces sin viajar porque nuestros retoños no han querido. Aparte de lo que embrutece, atrofia y deprime viajar hoy en día, pero eso es otra historia. Uno se queda en casa (me refiero a quedarse en su país, a viajar por su país o por las inmediaciones de su ciudad, no a quedarse encerrado en casa) e imagina un mundo de gente normal y humilde, más allá de las fronteras de su tierra. Siempre existe esa posibilidad. Al viajar descubres la triste realidad: forma de pensamiento única y agotamiento de la fuerza de vida. Cada día más y más entiendo a Julio Verne.
Gracias por la mención. Aunque me gustaría puntualizar que el post donde hablamos del botiquín, está en el blog del Hospital de Nens de Barcelona y no en el mío propio. Os paso enlace http://blogcas.hospitaldenens.com/2011/07/botiquin-para-las-vacaciones.html Buen viaje y buen verano!!
Acabamos de hacer 4.000 km en coche, de Bruselas a Galicia y vuelta, con dos niños de 5 años. Casi un mes de 'road trip' entre estupendos campings del sur de Francia y norte de España y casas de amigos, y lo volvería a hacer el próximo año con absoluta convicción. Los niños lo han disfrutado un montón, se han adaptado muy bien a cualquier circunstancia y ha sido un placer viajar con ellos. En el coche no ha hecho falta vídeos: con un par de cuentos, la pizarra magnética (da mucho juego!) y algunos figurines y personajes favoritos, se las han arreglado perfectamente. Lo que más recuerdo del tiempo pasado en carretera son las risas e historietas que se montaban detrás! Además, aparte de los momentos de siesta, eran conscientes de la distancia recorrida y de los sitios por los que pasábamos, cosa que no ocurriría mirando dibujos animados sin parar. Luego, las visitas de ciudades las aprovechamos en días más o menos nublados o lluviosos, mientras que con sol, tirados en la playa!
Acabo de cambiar el enlace. Gracias Amalia!
Me ha gustado, mi hija ha viajado por toda Europa desde los 6 meses. Para mi imprescindible "preparar" el viaje, con libros y actividades le contamos lo que nos vamos a encontrar y otra idea es "implicarla", es decir, que pueda elegir un poco el viaje. Siempre hay un parque cerca de los museos, tiendas de juguetes y niños. Recuerdo con casi 2 años en Dublin de la mano de una Irlandensa de su edad heblando entre ellas y los padres mirandones con la boca abierta. Gracias por las ideas.
Nuestro pediatra organiza los mejores botiquines del mundo, pero gracias igualmente por el enlace con la supermamá bloguera, viajera y pediatra.
Me ha gustado el artículo en general, aunque creo que en el kit de ruta se nota cierta inexperiencia, deberías cambiar los pañuelos de papel por toallitas, sin ellas, todo se hace muuuuuuuuuucho más complejo, jeje.
Efectivamente un viaje transoceánico hasta los 18 meses, es fácil: tienes cuna en el avión y además no pagas. Pero a partir de ahí, la cosa se complica. Es imprescindible comprar billete para vuelo nocturno. Si el vuelo dura 11 horas, intenta que el niñ@ duerma, al menos 7-9 horas, aunque sea a ratos. En caso contrario, te volverás loco y volverás loco al resto de pasajeros. No pretendas que un niño de 2-3 años está sentadito en el avión 11 horas. La vida es muy larga y no veo la necesidad de irse tan lejos con un niño tan pequeño. España y Europa le sobran de momento. Ya tendremos tiempo de hacer viajes tan largos.
Interesante, gracias. Aunque nosotros este año creo que viajaremos poco
Ojito con lo de que en los aviones los bebés no pagan. En principio, pagan el 10% del billete convencional, pero según las compañías, te pueden llegar a cargar el 100% de las tasas también con los bebés, y se puede terminar pagando casi más por el billete del bebé que por el del adulto. Con Swiss por ejemplo ocurre eso, yo he pagado prácticamente lo mismo por el bebé con su 10% que por nuestros billetes con buen precio encontrado online. Y para que el bebé viajara sin asiento, en brazos, con potito de bebé en lugar de comida de niño (ya tenía año y medio, los potitos le repugnaban y además le hicieron vomitar),... Hay compañías que tratan bien los viajes familiares en el terreno económico, pero otras te desangran. Una cosa que para mi es imprescindible en los viajes es la bolsa para la basurilla que vas juntando (envoltorios, juguetes que les has buscado de nuevas, bebidas,...) y que no sabes qué hacer con ella. Parece una tontería, pero usar una despeja una barbaridad el entorno y el agobio. Mis hijos son buenos viajeros, y se han comido viajes hasta de día y medio (cuando cerraron Barajas por la nieve cuando volvíamos de un largo viaje y tuvimos que aterrizar en Barcelona de y desde allí conseguir volver a Madrid, eran ellos los que me animaban a mi en algunos momentos), pero necesitas organizarte. Y por supuesto les encantan los viajes, los tengo a los dos preguntando cuando vamos a volver a un avión.
en mi casa hemos sido de toda la vida de carretera y manta.Durmiendo en los campings de toda Europa ya de mayor me he dado cuenta de lo que significaba.Tenía compañeros que nunca habían salido de España y compañeros que los padres se iban de vacaciones mientras dejaban a los niños al pueblo con los abuelos.
Para Aenea, Hay que respetar las opiniones de todo el mundo. Mi hija viaja desde que tiene 3 meses de edad, siempre fuera del país y te aseguro que para ella, ver gente diferentes, olores, colores, lugares, idiomas...la ha abierto la mente muchisímo y cuando vuelve a casa está mucho más espabilada y abierta al mundo. Ahora tiene 2 años y medio y ya pregunta: cuando voy a volver a ir en avión?. A nosotros sus padres nos encanta viajar y queremos que viva con nosotros esas experiencias en vez de dejarla en casa con los abuelos, porque aparte que la echaria mucho de menos, quiero que aprenda cosas nuevas y aventuras. Respeto a quien prefiere dejar a los hijos con los abuelos, cada cual piensa de diferente manera. Pero desde luego que viajar lo último que hace es embrutecerte o atrofiarte, nada más lejos de la realidad.
A nosotros nos encanta viajar, y siempre nos llevamos a los niños con nosotros. Lo que siempre intentamos es incluir alguna actividad que les guste a ellos. El años pasado estuvimos 15 días recorriendo Francia, y si por la mañana visitábamos algún castillo por la tarde les dejábamos subir en algún tiovivo, o dedicábamos una tarde a visitar un zoo o algo para ellos. Respecto al viaje en coche, yo no salgo sin el DVD! También solemos salir de madrugada, para que hagan el mayor tramo posible durmiendo
que viajar embrutece?? lo que embrutece es no ver más allá de las narices de uno
a mi marido y a mí nos encanta viajar, y es una pena que nos lanzamos a los viajes fuera de Europa demasiado tarde, cuando estábamos a punto de meternos en esto de la paternidad. Desde entonces seguimos viajando con la peque (ahora tiene 4 años, y su primer viaje fue al Loira cuando tenía 2 meses!!!) pero no nos atrevemos a salir fuera de Europa con ella, porque nos dan miedo muchas cosas: la alimentación (si nosotros cogemos infecciones gástricas y eso que vamos con cuidado ...), la sanidad, y un sin fín de cosas. Eso sí, a los que os animáis a hacer viajes a otros continentes y/o países menos desarrollados que los de nuestro entorno, que sepáis que os envidio ¡ójala nosotros fuésemos más valientes!
Eso de viajar fuera de Europa y los riesgos sanitarios, es como todo, muy relativo. Si vas al hemisferio norte de América, Caribe, la zona de la Península Arábiga y área de influencia (salvo Yemen, y tal vez Egipto, pero Yemen no es destino recomendado ni para adultos en los últimos años), Indonesia, Japón (sin radiactividad), o a lo que tradicionalmente conocemos como Oceanía, los riesgos sanitarios son mínimos, igual que en muchos más. Puede haber intoxicaciones con el agua de cañería (porque estamos acostumbrados a las bacterias de la que tomamos aquí y se requiere cierta "lucha" para acostumbrarse a la de otras áreas), pero no mucho más. Hay muchos países de esos en los que los niveles de higiene superan en bastante los europeos. Personalmente, he llevado los niños a República Dominicana o a Península Arábiga sin mayores complicaciones, y les ha abierto a conocer a otros tipos de personas y de relaciones sociales. Otra cosa es el tema de lo que cuestan los viajes cuando multiplicas por dos los billetes (en lugar de dos viajan cuatro, o cinco), pero ese es otro tema. Incluso en muchos otros destinos, si no te sales del camino marcado para el turismo occidental (hoteles, agua embotellada, comida en restaurantes y no en la calle,...), puedes perfectamente llevar niños.
Nosotros nos hemos movido con los Supernenes por todas partes practicamente desde el primer momento. Lo unico que no hemos hecho con ellos ha sido viajes transcontinentales, pero por pereza mia mas bien (y porque tengo tantas cosas por conocer a la vuelta de la esquina). Con bebes, no hay nada mas facil que viajar, especialmente si das el pecho no te tienes que llevar nada mas que ropa y algun panyal (nosotros ibamos sin cochecito, dormia en cuna si en el hotel la habia y si no, con nosotros en la cama). Con crios un poco mas grandes hay que llevarse el carrito para que puedan dormir (incluso si normalmente no lo usan, viene bien en los viajes). Y eso si, tienes que ir a tu aire, nada de viajes organizados: los crios tienen un ritmo propio y es importante respetarlo.Un supersaludo

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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