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Blogs / Gastro
Gastronotas de Capel
Por José Carlos Capel

Viva el tinto de verano

José Carlos Capel

Ayer, en compañía de unos amigos, probé la primera horterada de este verano. Sospechaba lo peor pero no me podía imaginar que llegara a tanto. Lo que siempre ha sido un sacrilegio, “champagne on the rocks”, intenta ponerse de moda entre unos cuantos. Me refiero al champagne mezclado con hielo, es decir diluido con agua helada. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante disparate?

Si una casa tan poderosa como “Moët & Chandon” (www.moet.com) que elabora grandes champagnes, pretende captar a colectivos poco exigentes (se supone que snobs y pijos aspiracionales) a costa de perjudicar la esencia de uno de los mejores vinos del mundo es que algo no funciona.

Las reseñas que he leído en prensa e internet sobre el nuevo “Moët Chandon Imperial Ice” recalcan con admiración que lo ha creado el enólogo de la casa, Monsieur Benoît Gouez. Si yo fuera él intentaría borrar mi nombre de todos los papeles para que nadie se enterara. Vaya una tarjeta de visita.

Primero lo probamos al natural y luego con hielo. En ambos casos la sensación fue la de un jarabe empalagoso cuyo azúcar se atenúa al diluirse. Muy dulce al principio y con un final de boca amargo. Nadie fue capaz de percibir esos aromas a guayaba, mango, regaliz y menta que la casa dice que tiene. No somos buenos catadores, está claro.

Eso sí, debe ser primo hermano de las pilas “duracel” porque dura y dura. Ni con el hielo pierde los restos de carbónico. Siempre burbujea. Pura química.

Si este producto del diseño enológico (Moët, drink on ice) ha sido elaborado con uvas tan nobles como la pinot noire, pinot meuniere y chardonnay, le han tenido que añadir al final un licor de expedición de órdago a la grande. No me preocupa, sólo enjuicio los resultados. Se trata de un intento esperpéntico de convertir el champagne en trago largo. Estamos en las antípodas de la cultura gastronómica.

Para lograr sus objetivos las botellas se han vestido de gala atendiendo a las debilidades de aquellos a quienes van destinadas. Botellas blancas sofisticadas, con lazo negro y rotulación dorada, copas blancas de plástico haciendo juego junto a una vistosa cubitera.

Por supuesto, hablamos de ediciones limitadas que sólo se podrán consumir en enclaves escogidos, Miami, Saint Tropez, Los Ángeles y Acapulco. En España, Marbella, Ibiza y Mallorca.

He oído que con este producto los franceses quieren dar soluciones a una costumbre muy suya el “champagne a la piscine”, que consiste en mezclar el champagne con hielo. Más valdría que no intentaran cambiar nada.

En el colmo de la frivolidad acabo de leer que los tonos de la botella quedan muy bien en las fiestas al borde del agua y hasta hacen juego con las cubiertas de los barcos.

Me rindo. No puedo resistir tantas estupideces.

Os invito a refugiaros en el tinto de verano. Si alguien echa en falta cierto glamour que lo prepare con rosados de Navarra y lo sirva en copas Riëdel.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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