Las paredes hablan
Que la publicidad se acerca a las bellas artes es ya cosa sabida. Que podemos admirar al mensajero sin comulgar con el mensaje, también. ¿Qué hace un coche metido en una casa? ¿Por qué se presenta un automóvil en un festival de decoración doméstica?
El nuevo Citroën amarillo ocupaba 60 metros cuadrados en la entrada de esa vivienda redecorada. Y para darlo a conocer Sapey empleó técnicas, tan económicas como eficaces, provenientes del arte contemporáneo.
Este es un proyecto fundamentalmente gráfico. Desde que Sapey coloreara el aparcamiento del Hotel Puerta de América en Madrid y pusiera de moda la decoración de los parkings por toda España (ella misma firmó varios para el consistorio madrileño y algunos más en Valencia), la italiana ha practicado las soluciones gráficas en muchos de sus proyectos de interiorismo: como los show rooms de Custo o el restaurante Isolé.
También en esta ocasión el coche está completamente rodeado de un microclima cromático y de figuras de fotógrafos, a escala real, en blanco y negro. “La idea era tratar el coche como una estrella para que los visitantes dedujeran un mensaje muy directo: el que tiene un coche DSB se convierte en estrella”, explica con un mensaje muy propio de tiempos en los que el sentido de la vida parece para muchos salir en la tele o ser “famoso”.
Así, la arquitecta empleó recursos ya tradicionales del arte contemporáneo, como interactuar con los espectadores (los flashes de los fotógrafos de cartón se disparan cuando algo se mueve en torno al coche) y como hacer hablar a las paredes. Sobre la pintura amarilla, frases como: “Te deseo”, “I like it” o “¿Te atreves?” forman un laberinto de mensajes en el pasillo que conduce hacia la casa. Durante ese trayecto, el espectador recibe esas frases no solo por los ojos (a través de la lectura) sino también por vía acústica: una voz oculta lee esas mismas frases construyendo una atmósfera entre paródica y hiperbólica del mundo publicitario. No hay más: pintura, grafismo e ideas, Sapey consigue que meter un automóvil en una casa se convierta en una fiesta. La resaca de esa fiesta ya es otra cosa, pero a la publicidad no le interesa demasiado pensar qué sucede cuando el coche sale a la calle.
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Babelia
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