Gusanos de seda, ecs
Lo único bueno de que te toque apadrinar a los gusanos de seda de la clase de cuatro años durante el fin de semana es que dan para un post si, como es el caso, no has tenido tiempo de preparar bien el tema pensado. Hace ya días leí, no recuerdo en qué blog, a una madre que es de las que cosen disfraces, participan en manualidades y cocinan tartas preguntándose si lo de los gusanos no era demasiado. Quien esto escribe le respondió que sí lo era. Que hay cosas que no. Una también es de las que se curró un pulpo de ropa para la clase, cuenta cuentos por Sant Jordi y a veces acompaña a piscina. Pero si me tuviera que llevar gusanos a casa, dije en un comentario, a los niños les tocaría estudiar la muerte del capullo.
Soy una bocas. Aquí estoy, de fin de semana con los dichosos gusanos en ristre. El viernes a las cinco la de cuatro años me esperaba en la puerta de su clase con una sonrisa más grande que la caja. ¡Mira mamiiiiiiiii! No. Sí. No. Sí. Que no. Que sí. Que paso. Vengaaaa. Ecs. Mira cuántos hay. Qué asco. Mira que monos. Que no. Síiiiiii. Que yo paso. Porfa. Me muero. Porfaaaaaaaa.
La siguiente viñeta del comic es una madre trepando por una morera de delante del hospital de Sant Pau por donde ya ha pasado medio barrio. Solo le quedan hojas en las ramas más altas. Tarde de lluvia, zapatillas que resbalan que no veas. Un ojo calculando a qué rama llego. El otro controlando a la de un año, que se está mojando porque me he olvidado la capa de lluvia del carro. La de cuatro años apatrullando por si viene un urbano. No me maté de milagro.
Veo que la de cuatro años rompe la tradición familiar. A mí los gusanos de seda me dan el mismo asco ahora que cuando tocaba que me parecieran encantadores. Descubro que a mi madre el tema también le echaba atrás. En su triple y sucesiva fase de niña, maestra y madre. “De niña lo pasaba fatal porque era algo que llegaba cada año y tenía que gustarte, además sufría horrores con la idea de quedarme sin morera”, me cuenta por teléfono. “Luego, como madre, el mismo asco, pero qué vas a hacer; como maestra, fue la única parte de la ciencia que no trabajé con los niños, y eso que tenía fama de currarme mucho los temas científicos”.
Aquí estamos todos, con la ciencia en los morros. Uno de los ocho gusanos ha comenzado a hacerse el capullo. “No es amarillo, todavía es transparente, se convertirá en mariposa…” , observa la de cuatro años después de pasar lista, limpiar la caja de cacas y ponerles morera. Como comen los jodíos. Siempre me he preguntado quién es el gracioso que a final de curso se los lleva a casa para perpetuar la especie.
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