Sol y sombra (y gafas de sol)
Yo nunca he llevado gafas de sol. Por supuesto, no de pequeño, no estaba el horno para bollos, nuestros padres pensaban en otras cosas. Ya más mayor, siempre me han resultado molestas en la nariz y terminan por dolerme las orejas. Igual es que nunca las he sabido llevar. Solo he tenido dos -buenas- en mi vida: unas, que me había encontrado, las perdí en un cajero a los 15 días; las otras, regaladas, las tengo en la guantera del coche, criando polvo. No he tenido nunca problemas visuales, no uso gafas ni lentillas, ni siquiera después de once años de trabajo continuado frente a una pantalla de ordenador.
Me llegan rumores acerca de cierta polémica sobre el uso de gafas de sol en niños. Que si algunos las recomiendan, que si otros las desaconsejan... En fin, que me voy a donde creo que me pueden ayudar. Acudo a la Sociedad Española de Oftalmología. Es cierto que mis pesquisas no tienen demasiado éxito, pero al fin contacto por correo electrónico con el oftalmólogo Andrés Picó, de la Unidad de Córnea del Centro de Oftalmología Barraquer, dirigido por el doctor Joaquín Barraquer, presidente de la citada Sociedad. Me responde a un cuestionario que las gafas de sol son recomendables dependiendo del "tiempo de exposición" al sol, y aclara que, "al igual que pasa con la piel, la exposición prolongada a la radiación ultravioleta es perjudicial para los ojos". Por tanto, si vamos a estar un tiempo prolongado al sol, sobre todo en ambientes donde la radicación es mayor, como en la playa o la nieve, sí son recomendables.
Según dijo hace unos díasJuan Carlos Martínez, presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas, la exposición a los rayos ultravioleta (UVA, UVB o UVC) puede causar a los niños, que aún no tienen el cristalino plenamente desarrollado, lesiones a corto plazo, como queratitis (quemaduras) que pueden manifestarse en síntomas como dolor, fotofobia o enrojecimiento de los ojos. A largo plazo, los daños pueden ser más severos, como "alteraciones en la córnea, lesiones degenerativas y quemaduras agudas en la retina".
El cristalino de los ojos, la lente que nos permite enfocar la mirada, no se desarrolla del todo hasta la adolescencia y según Martínez, deja pasar, antes del primer año de vida el 90% de la radiación UVA y el 50% de la UVB -Los rayos UVC son detenidos por la capa de ozono, así que, de momento, los olvidamos. Aconseja, por tanto, el uso de gafas de sol desde la infancia. El doctor Picó me responde por correo que los niños pueden empezar a usar gafas de sol "a cualquer edad". Evidentemente, por comodidad, si el niño es muy pequeño, lo mejor es que no le dé el sol, o sea, que le pongamos una gorra, un gorro o directamente a la sombra.
Puestos ya en las gafas, las recomendaciones son que cuenten con una buena protección contra la radiación ultravioleta. Picó aconseja unas lentes con un filtro ultravioleta de 400 nanómetros, que detiene el 100% de la radiación UV; no es necesario que sean polarizadas. El hecho de que el cristal sea más oscuro no quiere decir que proteja mejor. De hecho, un cristal muy oscuro pero sin el filtro adecuado deja pasar los rayos UVA y UVB cuando la pupila, por el efecto de la lente oscura, está más dilatada. Siempre es un buen consejo comprarlas en establecimientos adecuados y asegurándonos de que la protección que ofrecen. Si las gafas se adecúan a estos criterios, Picó entiende que no tiene por qué haber un tiempo límite en el uso de las gafas y que no tendrán efectos perjudiciales de ningún tipo en la salud visual del niño.
Ahora vamos a lo de siempre. Como he contado, yo nunca he usado gafas de ningún tipo, no me he protegido como ahora recomiendan, he pasado al aire, en el campo, infinidad de horas, de invierno y verano, al sol y lloviendo. Y aquí estoy. Con los ojos en perfecto estado de revista. Puede que mañana empiece a tener dificultades y todo se deba a esa imprudencia de la infancia de los 80. No lo sé. Habrá quien hable de sobreprotección, de ñoñez. No sé qué opináis.
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