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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Servicio mínimo

Plaza de Catalunya, 6 de la mañana. Frente al antiguo Banco Español de Crédito ocupado ("¡A la mierda!", reza en plan Labordeta la pancarta que cuelga de la fachada), la chica manda a la mierda al chico y, despechada, para un taxi. Mientras él trata de evitar que ella se suba, un huelguista se acerca a la ventanilla del conductor y tras una breve conversación, inaudible, le suelta unos cuantos improperios. El taxista debe de haberle hablado en catalán al huelguista, pues éste, mientras el coche se aleja, envía a toda la comunidad autónoma al mismo sitio que la chica ha enviado al chico y que la pancarta ha enviado al mundo en general y al capitalismo en particular.

En la boca de los Ferrocarrils Catalans el piquete, mayoritariamente de Comisiones Obreras, se mantiene tranquilo. "Esperaremos hasta las seis y media a que empiecen los servicios mínimos, luego iremos a los bancos", anuncia uno de ellos.

La calle de Pelayo está cortada a la altura de la plaza de Universitat por unos mossos que no llevan puesto el traje de combate. En Canaletas un mochilero pregunta a una pareja de la Guardia Urbana cómo llegar a El Prat. Es informado asépticamente de los servicios mínimos, pero uno de los agentes no puede reprimir la coletilla: "Había que hacerla antes esta huelga. A mi me han quitado un 5% del salario".

Rambla abajo, grupos de jóvenes que hoy no tienen clase van de retiro, dejando en el aire un rastro etílico. Parejas de turistas acarrean apresuradamente maletas rodadas. En el metro de Liceu no hay ningún piquete a la vista. Unos pocos viajeros atienden al tren, mientras la cuenta atrás del reloj digital del andén va saltando de los tres minutos de espera a los cinco, sin orden ni concierto. Al cabo llega el convoy, semivacío.

El Bar Pinotxo de la Boqueria está abierto. El Juanito, con armilla y pajarita, sirve cortados y cruasanes a los escasos parroquianos. Para el cap i pota hay que esperar una media hora: será cosa de los servicios mínimos. "¿Piquetes por aquí? ¡Qué va! Vendrán a desayunar no antes de las nueve, para luego pasarse por la plaza de Sant Jaume".

Muy pocos puestos del mercado han abierto. Amparo Martínez, carnicera autónoma, ha decidido mantener echada la persiana: "En 44 años no había visto nada igual, a esta hora en huelgas anteriores, había mucha más actividad. Cierro porque no va a venir nadie".

Los quioscos de la Rambla permanecen chapados a las 7.45. Un piquete de una veintena de personas atruena con bocinas el vestíbulo de los ferrocatas, pero no impide el paso de los viajeros. Tres chicas van vestidas de negro, con velos de misa sobre la cabeza. ¿Góticas de vuelta al redil? No, llevan pegatinas de Comisiones Obreras: "Somos viudas de los derechos laborales que habían conseguido nuestros abuelos". Ah.

En la redacción, a las 8,30 horas, para escribir esta crónica digital, servicio mínimo periodístico. ¿Una crónica a las 8,30? Antes, en noches muy especiales como las electorales, las crónicas entraban como mucho hasta las 4 de la madrugada, pero las horas siguientes, hasta bien entrada la mañana, siempre fueron ajenas al oficio. El mercado laboral cambia a la velocidad de la luz. Las huelgas generales permanecen inmutables.

El Paseo de Gràcia de Barcelona este mediodía.
El Paseo de Gràcia de Barcelona este mediodía.JOAN SÁNCHEZ

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