Aster Aweke, la banda sonora de Etiopía
Siempre pensé que el sentido con más capacidad de evocación que tenemos es el olfato. Nada como un olor definido para desatar como un latigazo el recuerdo asociado a él: una persona amada, un paisaje, un momento de nuestras vidas... Tras el olfato, creo que está el oído. Todos tenemos esa canción que por razones variopintas se convirtió en la banda sonora de un pasaje de nuestras vivencias. Suena esa melodía y sin poder evitarlo se te desata la tormenta de los recuerdos.Eso me pasó a mi en Etiopía con Aster Aweke, la cantante etíope a la que muchos llaman la Aretha Franklin africana. El chófer que contraté para moverme por la región de Bahar Dar y el lago Tana llevada a todas horas enchufado un casete (sí, una cinta de casete, ¡entrañable!), con una música elegante y limpia que parecía estar hecha a propósito para acompañar aquellos paisajes soberbios que desfilaban por la ventanilla del auto, como un montaje audiovisual. Me enamoré de aquella voz prodigiosa que mezclaba potencia y sentimiento.Cuando volví al mercado de Bahar Dar busqué entre los puestos de música y encontré un disco de Aster Aweke. Me lo traje. Y cada vez que lo pongo en casa, vuelo sin alas por las desnudas montañas del norte de Etiopía, por las aldeas de barro cocido de las sabanas del sur, por los caminos polvorientos que llevan a Gondar y Axum, por los misterios insondables que perviven en los monasterios coptos. Me devuelve a la vida.
Aster Aweke nació en Gondar en 1961. Aunque desde la década de los 80 vive y trabaja en EEUU no ha renunciado a sus orígenes ni a sus raíces. Mi canción favorita es ésta, Kanu Tenidobign. Una verdadera delicia.
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