Retratos de Uzbekistán
Me muevo por un territorio sin fronteras. Hay delimitaciones políticas, desde luego, y muy férreas. Pero esta Asia Central fue siempre una tierra sin naciones. ¿Qué herencia queda de Alejandro Magno, pregunta Marga? ¿Qué tienen los uzbekos de Genghis Khan, de Stalin, inquiere Blas?
Fueron los rusos zaristas y luego los bolcheviques soviéticos los que trazaron fronteras, asignaron etiquetas y crearon identidades nacionales. Históricamente, los kazajos, los kirguises, los turkmenos eran nómadas. Los uzbekos fueron nómadas de origen turco que hasta el siglo XV no se asentaron como agricultores y comerciantes en estas llanuras en torno al río Amu Darian. En este mismo territorio del actual Uzbekistán en el que ahora me encuentro floreció antes otro pueblo, los sogdianos, que monopolizaron el comercio en la Ruta de la Seda en el siglo VI. Ninguno sabía de aduanas. La familia, la umma (comunidad de fieles) era el hogar y la patria.
¿Quienes son hoy los uzbekos? Una mezcla heterogénea. Hay uzbekos de cara ovalada, pómulos altos y ojos de media luna, descendientes directos de los mongoles de Genghis. Hay uzbekos de piel blanca caucásica y pelo rubio, descendiente de rusos asentados aquí hace un siglo. Hay uzbekos de rasgos turcos, de rasgos árabes, con genes macedonios. Incluso el héroe nacional, Tamerlán, otro guerrero implacable que reunificó 200 años después del imperio de Genghis y causo varios millones de muertos, no era uzbeko, sino turco-mongol.
¿Hace falta visado para entrar en estos países? Si, por supuesto. Si es con fines turísticos no suele haber problema; se tramita en la embajada más cercana (no todos tiene en España).
¿Cómo viven, cual es el nivel de vida, hay niños pidiendo por las calles, preguntaba Silvia? Pues como todo país con renta per cápita baja (1.027 $; la de España es 35.331 $), la diferencia entre las ciudades y el mundo rural es abismal. Hoy he dejado el tren por una horas y he estado haciendo estas fotos en una aldea perdida en las montañas. No es una vida mísera (si te refieres a hambruna y niños pidiendo por las calles); es una vida austera. Imagino que sus hábitos han variado muy poco en los últimos siglos. Casas de muros de adobe, ganadería de cabras (que ramonean cualquier cosa), agricultura de subsistencia en los cauces de los arroyos: lenguas verdes en un mundo de montañas desnudas y áridas. Pegado a los muros de las casas, orientados al sur, veo unas bolas de una materia pegajosa. Pregunto qué es, aunque ya imagino la respuesta. "Son excrementos de vaca, los ponemos ahí para que el sol los seque; luego se usan como combustible para cocinar o calentarnos en invierno", me responde un anciano, amable y hospitalario en extremo; como todo el mundo en Uzbekistán.
Por qué digo que sientes inseguridad en Turkmenistán, pregunta Sebastián ¿porque hay mucha delincuencia y robos a turistas? Todo lo contrario, porque hay tanto policía en las calles que te sientes intimidado. Porque si vas a hacerle una foto a una estatua del presidente salen dos uniformados de debajo de las piedras para prohibírtelo. Porque los turistas solo pueden salir a la calle acompañados de su guía o previa notificación de a dónde van. Un estado policial es lo que tiene. No en vano, en la lista Reporteros sin Fronteras sobre países menos respetuosos con las libertades de prensa Turkmenistán aparece siempre en el podio junto a Corea del Norte y Eritrea.
.
PD. No voy a ir al final a Kazajastán. La ruta del tren normalmente se dirige hacia Almaty, hacia el este, pero como es el último trayecto de este año, se desvía al norte hacia Astana, la capital kazaja, pero sin apenas paradas intermedias, para dejar allí a los pasajeros de camino hacia Rusia, de donde son el convoy y la tripulación. Lo siento, Mariona y demás familias adoptantes de niños en Kazajastán. Pero prometo que un día volveré para conocer el país de adopción de vuestros hijos.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.