Intercambio de derechos entre España y Nueva Zelanda
Ambos gobiernos acuerdan que sus nacionales puedan trabajar con visado de turista y que puedan votar en las municipales durante la visita de los Reyes
Bajo el paraguas de la visita de Estado de los Reyes a Nueva Zelanda, España ha firmado esta madruagada tres acuerdos políticos con las antípodas, además de abrir varias líneas de cooperación científica. Por estos acuerdos, ambos países reconocen el derecho de voto en las elecciones municipales a sus nacionales (aunque ambas colonias son ínfimas), además de un acuerdo para poder trabajar durante una estancia como turista en el país (working holidays). Ambos se suman a una declaración más amplia, de cooperación política, que marca objetivos a los dos países. Este tipo de acuerdos, aunque se trata de enunciados generales, abarcan toda la acción política de ambos países.
Nueva Zelanda es un país que España "cada vez se encuentra más en varios foros", en palabras del secretario de Estado de Exteriores, Ángel Lossada, y que cada vez coincide más en sus posiciones con nuestro país en temas de lo que se llama agenda global (como las operaciones militares de paz). En definitiva, con los acuerdos de ayer España "crea un nuevo aliado", en palabras de Lossada, en una región remota que es una rareza en su entorno precisamente por su carácter occidental.
En sus discursos durante los dos días de la visita oficial (tardó otros dos en llegar hasta Nueva Zelanda), el Rey ha presentado a España como un aliado interesante como una de las mayores economías de la UE, con la presidencia de turno en 2010 y sobre todo como puente en Latinoamérica.
En el plano comercial, la delegación española viaja acompañada de un importante séquito de 15 empresas que han participado en algunas de las reuniones con responsables neozelandeses, además de en un encuentro de empresarios en Auckland al que acudieron una veintena de empresas locales. En el grupo organizado por la CEOE viajan representantes de empresas como Abengoa, Aenor, CAF, EADS Casa, Indra, Navantia, SICE o Telvent. El propio don Juan Carlos en sus discursos de estos dos días ha dejado claro que a España le interesa entrar en los sectores de energías renovables, infraestructuras, finanzas y telecomunicaciones de Nueva Zelanda.
El comercio total de España con este país es mínimo (271 millones de euros anuales, de los que 144 son importaciones españolas). Nueva Zelanda está en el puesto 80 de la lista de clientes de España. Es un país remoto donde las mercancías pueden tardar entre cinco y ocho semanas en llegar por barco, destacan los exportadores, aparte de ser un mercado muy ocupado ya por empresas británicas y estadounidenses, lo que no pone las cosas fáciles para intervenir en infraestructuras o telecomunicaciones. Sin embargo, la delegación oficial española se mostró segura de que las gestiones darán sus frutos.
Donde la colaboración entre ambos países es más concreta actualmente es en los terrenos científico y cultural. La ministra de Ciencia y Tecnología, Cristina Garmendia, que acompaña a los Reyes en lugar de Miguel Ángel Moratinos, destacó el interés de Nueva Zelanda en proyectos de biotecnología, un campo en el que ya hay proyectos en marcha con Cataluña. En astronomía, la Junta de Andalucía ya está presente en este país dentro de un proyecto de telescopio en la isla sur. Aunque el principal interés por parte de Nueva Zelanda, uno de los países más 'verdes' del mundo (el 75% de su electricidad es de origen renovable y aspiran a lograr un 90%), ha sido el sector de las energías renovables en España, unas palabras que últimamente parecen unidas al nombre del país. Garmendia presentó en concreto una instalación de energía maremotriz desarrollado en Cantabria. Por último, la ministra firmó también un acuerdo para dar ayudas a la movilidad de investigadores y estudiantes entre los dos países.
Entre saludos maoríes y museos, los Reyes también inauguraron oficialmente "la embajada más pequeña de las que tiene España", según dijo el embajador Marcos Gómez Martínez, en un piso con vistas espectaculares sobre la bahía de Wellington, la capital neozelandesa.
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