La Universidad paga la factura de la división que dirigió Zaplana
La unión de Alicante y Elche a través de un campus de excelencia parece difícil
El último ejemplo lo publicó el lunes este periódico. La Clasificación de las universidades españolas, elaborada por un instituto de la Complutense de Madrid, no incluía a ninguno de los siete centros valencianos entre los 10 primeros y dejaba en bastante mal lugar a los dos privados (sobre todo a la Católica San Vicente Mártir, que cerraba la lista con el puesto 69). Pero la clasificación (con los matices que luego se verán) ponía de manifiesto otro rasgo del sistema valenciano: la más que discreta posición de las universidades de Alicante (número 35) y de la Miguel Hernández de Elche (número 39).
Y no es la primera vez. Las clasificaciones españolas e internacionales suelen situar en posiciones mediocres a una de las dos universidades alicantinas. O a ambas. ¿Siguen pagando los campus la partición de la Universidad de Alicante, pilotada por el entonces presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, que dio lugar a la Miguel Hernández de Elche: dos universidades de talla media en vez de una lo bastante grande como para competir con las mejores?
"Sin duda. Y además hay que añadir que la división se hizo sin usar criterios de calidad, sino políticos. Se duplicaron titulaciones. Se rompieron ramas de investigación que hasta entonces trabajaban juntas, como las de Ciencias de la Vida. Se perdió masa crítica. Y no fue un hecho aislado. La gran apuesta por el parque científico como motor de investigación y transferencia de conocimiento fue boicoteado. Cuando surgían ideas que hubieran permitido a la Universidad de Alicante posicionarse mejor, eran machacadas, y ahora lo estamos pagando", afirma Guillermo Bernabéu, ex vicerrector de Alicante y hoy diputado en el Congreso.
El rector de la Universidad de Alicante, Ignacio Jiménez Raneda, advierte, en cambio, de lo muy complicado que resulta realizar clasificaciones fiables. "Es imposible comparar todas las variables de una universidad, y por eso los resultados de unos rankings son tan diferentes de los de otros". Raneda cree que no se están pagando facturas y que los dos centros son complementarios, como la Universitat de València y la Politécnica. Y añade: "Imagina que las Cortes decidieran unificar todas las universidades españolas. Seguro que la universidad resultante estaría entre las 30 primeras del mundo, o entre las 20 mejores. Pero no por eso dejaría de ser una aberración".
Carlos Belmonte, ex director del Instituto de Neurociencias de Alicante, centro mixto de la Miguel Hernández y el CSIC, apunta que la razón de la mala posición en los rankings reside en otro lugar. "Los profesores, sobre todo la gente joven que no es numeraria, tiene una carga docente casi insoportable, parecida a la de un profesor de instituto. Y así es casi imposible que se formen como investigadores". Belmonte opina que Alicante y Elche deberían formar un campus de excelencia, una idea lanzada por el extinto Ministerio de Innovación, Ciencia y Universidades, para crear polos potentes agrupando universidades, centros de investigación y hospitales. "Creo que es posible, y sobre todo creo que la otra idea, seguir de espaldas, aunque las relaciones hayan mejorado mucho, es suicida. Y casi llevaría la idea a nivel de comunidad autónoma para crear masters y doctorados, por ejemplo. E incluso se podría cruzar la frontera".
La clasificación de la Complutense concede a la Universidad de Alicante 49,47 puntos en docencia y 44,05 en investigación. Y a la de Elche, 35,71 en docencia, y 52,14 en investigación. Son, como destaca Juan Caturla, decano de Medicina en la Miguel Hernández, resultados globales ("no es por arrimar el ascua a mi sardina, pero en el resultado del examen MIR, aunque no sea el patrón oro, los alumnos de nuestra facultad están por encima de la media de los alumnos españoles", dice). Siendo globales, la puntuación obtenida (uno mejor en docencia, el otro mejor en investigación) parece reforzar la conveniencia del campus de excelencia.
Pero Armando Alberola, ex secretario general de la Universidad de Alicante, recomienda, de entrada, "tentarse la ropa" ante el concepto. "¿En qué áreas se llevaría a cabo? ¿Y quién lo aplicaría? ¿El Gobierno o la comunidad autónoma? ¿Y con qué financiación contaría? Porque puede ocurrir como con el Plan Bolonia: vamos hacia él pero sin saber cómo se va a financiar". "La unión es muy complicada, porque todavía no se han curado las heridas de aquella división, absolutamente irregular, que nos fue impuesta", añade José Carlos Rovira, que fue vicerrector en la misma universidad en la misma época turbulenta.
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