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¿De qué se mueren los que mueren?

La pregunta sigue ahí: ¿por qué sólo en México hay tantos muertos por el virus de la influenza A/H1N1? La buena noticia para el mundo es que el virus resultó ser mucho menos letal de lo esperado; la mala noticia para México es que en este país el virus de la influenza humana ha cobrado 64 vidas (quizás más) lo que ha encuerado al sistema de salud y dejado al descubierto las carencias e ineficiencias de un aparato anquilosado y burocratizado.

La víctimas de influenza humana se mueren por no recibir a tiempo el tratamiento antiviral, eso lo sabemos todos, la pregunta entonces es por qué no reciben el tratamiento. En el discurso gubernamental pareciera que la culpa es de los pacientes, hoy muertos, que "no acudieron a tiempo" a recibir atención médica. Pero no todos los muerto mueren de lo mismo: unos mueren por no atención, otros por falta de atención y otros más por mala atención médica.

Los que mueren por no atención son aquellos que por causas culturales, educativas o de marginación no acuden a los sistemas de salud. Hay quienes simplemente no creen en el sistema de salud. En un extraordinario trabajo sobre la cosmovisión de los hiucholes la doctora Sara Corona Berkin nos muestra cómo en la cultura wixarrica el hospital y el médico son un recurso "esotérico". "El mara?akame te dice cómo curarte -habla Apolonia Cruz- si no te curas, vas con otro y si nunca te curas, pruebas con otras religiones o si no, vas al hospital". (Entre Voces, fragmentos de educación entrecultural, UdeG, 2007). Aunque los huicholes tienen claro que hay "enfermedades de la ciudad" que hay que atender con medicinas de la ciudad, esta cita muestra con claridad la distancia que un grupo importante de la población tiene con respecto a al sistema de salud. Aún hay en México un porcentaje muy alto de población para quienes los servicios de salud les son lejanos en términos culturales y territoriales.

Otro elemento que juega un papel fundamental en la no atención es el costo de la salud. Enfermarse sigue siendo una catástrofe económica para muchas familias mexicanas. Enfermarse cuesta, y cuesta mucho: cuesta el traslado, cuesta la medicina, cuesta acompañar al pacientes, cuesta la ignorancia. La pobreza, económica, educativa y la ruptura de redes sociales son factores que están detrás en la no atención médica.

Un causa distinta es la falta de atención. Estos son los que sí acudieron a recibir atención médica pero no la obtuvieron. Dos de los tres casos de muertes sospechosas por el virus de la influenza humana en Jalisco fallecieron por falta de atención de los servicios de salud. Para uno de ellos, vecino de la zona metropolitana de Guadalajara, su muerte fue un viacrucis. R. acudió en dos ocasiones al Instituto Mexicanos del Seguro Social (IMSS) y las dos veces lo regresaron porque no tenía nada. Fue entonces al Hospital Civil, manejado por la Universidad de Guadalajara. Ahí se enfrentó con una fila de 70 personas. No aguantó y se fue a un hospital del sistema estatal de salud donde fue admitido pero con una deficiente atención. R. sí buscó atención médica, pero no la obtuvo porque el sistema de salud no fue capaz de dársela.

Otros son los que mueren por mala atención médica. Están adscritos alguno de los sistemas de salud, sea el IMSS, el ISSSTE o el seguro popular, pero reciben una atención deficiente, burocratizada y poco profesional. En México se calcula que hay cien mil médicos generales, es decir que no tienen especialización, que ejercen la profesión. La mayoría de estos médicos nunca vuelven a recibir, no digamos educación, ni siquiera información más allá de lo que les mandan los laboratorios o vendedores de medicinas. Otros son jóvenes inexpertos que están haciendo prácticas. Volvamos al caso de R. Cuando finalmente llegó a un hospital donde fue admitido tuvo la mala suerte de que era "fin de semana largo", puente decimos en México. En las primeras 48 horas solo lo vieron enfermeras, pasantes y residentes, nunca un médico especialista adscrito al hospital. Cuando se puso grave una enfermera le dio somníferos para que no molestara durante la noche. Solo hasta que sus labios y uñas se pusieron negros por falta de oxígeno un batallón de médicos acudió a tratar de salvarlo; no lo lograron. Imposible saber si cuando llegó al hospital ya era demasiado tarde, pero a la falta de atención se le sumó la mala atención.

La epidemia de influenza ha dejado al descubierto que nuestro sistema de salud está enfermo y requiere terapia intensiva. Lo mejor y lo peor del sistema de salud ha salido a relucir en estos días de crisis. Al estresar al sistema le han salido bondades insospechadas, como la calidad de algunos médicos, la solidaridad de los trabajadores, y la presencia nacional, pero también relució el cobre durante esta crisis, dejando al descubierto dos problemas graves.

El primero es la burocratización. La cantidad de burócratas que no tiene idea de lo que están haciendo, pero están ahí por méritos partidistas, es enorme. Es un tema que se repite en todo el país, en la secretaría federal y en todas las secretarías estatales. Los méritos no se hicieron en las campañas de vacunación sino en las campañas electorales. Hay médicos y enfermeras que tratan a los pacientes igual o peor que a quien va a pagar una multa de tránsito, como si enfermarse fuera una falta administrativa, o peor, como si el servicio de salud fuera una favor que las instituciones le hacen a los mexicanos. Los servicios de salud en este país no son gratuitos (ese fue un falso concepto que se nos vendió durante 70 años de Estado paternalista) están prepagados, que es distinto. Los derechos existentes del IMSS o del ISSSTE prepagamos los servicios, de forma diferenciada y subsidiaria, pero religiosa y puntual. Los servicios de la Secretaría de Salud o del Seguro Popular los prepagamos con cuotas o con impuestos, pero tampoco son gratuitos. La burocratización y la falta de un servicio civil de carrera en Salud nos pone en riesgo a todos.

Pero lo más grave del aparato de salud es la falta de información. El sistema de información es a la salud pública lo que el sistema linfático al cuerpo humano. Si la información no fluye la capacidad para contener una epidemia se reduce sustancialmente. Y no estamos hablando de información de prensa o mediática, esa sirve solo para aumentar o reducir el sentimiento de inseguridad de los ciudadanos, estamos hablando de información clínica precisa y en tiempo real de lo que sucede en el país. Es más fácil para un médico mexicano darle seguimiento a la influenza en Estados Unidos o Canadá que en México. La información no solo es deficiente, es inexacta.

Hay que aprovechar esta crisis para replantearnos en serio los problemas operativos del sector salud. Por principio reconocer que fallamos: 56 muertos (al cerrar este artículo más los que se confirmen en las siguientes horas o días porque hay retraso en la información) son demasiados para una enfermedad curable. Las explicaciones son necesarias para saber qué paso, pero sólo tienen sentido si las usamos para evitar que vuelva a pasar y esto implica transformar de raíz el sistema de salud: ¿un sistema universal y centralizado o verdade-ros sistemas estatales?, ¿tiene sentido mantener al ISSSTE y al IMSS como sistemas cerrados y separados; la atención debe ser por adscripción laboral o por cercanía geográfica? Que lo decidan los expertos, pero lo primero es curar a nuestro sistema de salud del virus burocrático que lo tiene postrado.

*Diego Petersen Farah, es director del periódico Público en la ciudad de Guadalajara y analista en los diarios del Grupo Milenio.

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