El Jardín Botánico se renueva
Con la rehabilitación del pabellón Villanueva acaban unas obras iniciadas en 1977
En medio del llamado Paseo del Arte de Madrid, un entorno repleto de museos, el Jardín Botánico es el escaparate de la naturaleza del centro de la ciudad, además de enclave de investigación y conocimiento. En estos meses, su principal edificio, conocido como Pabellón Villanueva, acomete una rehabilitación radical para solucionar las deficiencias que lo aquejaban, sobre todo las humedades, y adecuarlo para salas de exposiciones con nuevos sistemas de climatización y seguridad. La obra ha dejado el edificio en su esqueleto para renovar la carpintería, el pavimento, la cubierta y los paramentos. Se culmina así un proceso de recuperación integral del Jardín Botánico que empezó en 1977.
El proyecto cuenta con un presupuesto superior a dos millones de euros, de los que unos 650.000 euros los ha aportado la Fundación Caja Madrid. El arquitecto Pablo Carvajal ganó el concurso de esta reforma, que estará acabada en el próximo mes de junio. Es conocedor del Botánico, pues, junto con el paisajista Fernando Carucho, reformó y amplió su parte alta, habilitando espacio para su importante colección de bonsáis.
Como asegura el arquitecto, la obra está siendo escrupulosa con la conservación del patrimonio y devuelve al edificio algunas características desfiguradas con las intervenciones anteriores. La solución a la climatización, para evitar la vista de demasiados artilugios mecánicos modernos, ha sido el suelo radiante. Para acometer los problemas de humedades se han renovado los sistemas de evacuación y drenaje, las cubiertas, recuperando los lucernarios, y los muros, tratados con morteros hidrófugos que regulan la humedad. De paso, se ha vuelto al nivel original del suelo, que se había elevado con varios escalones de entrada. El resultado será un conjunto de edificios dedicados fundamentalmente a labores divulgativas y a exposiciones. Carvajal es autor del diseño de los cerramientos de hierro y de la puerta de madera de entrada, ambos inspirados en elementos similares del vecino Museo del Prado.
Obra de dos arquitectos
El diseño primitivo del recinto del Jardín no estuvo exento de las presiones o preferencias entre los arquitectos favoritos de la corte de la época. Según el historiador Francisco José Marín Perellón, autor de la memoria histórica de este proyecto junto a Carvajal, no hay duda de que el Pabellón Villanueva es la suma del trabajo de dos arquitectos. Sabatini fue el autor de los pabellones laterales que se dedicaron a invernáculos, levantados entre 1778 y 1780, y Villanueva, del edificio perpendicular a ellos, que se empezó a construir en 1781. La gran labor de Villanueva, dice el historiador, fue "ordenar estos tres edificios y darles uniformidad para un cometido nuevo: el de la enseñanza de la botánica y la experimentación".
Los invernáculos de Sabatini se concibieron para aclimatar las nuevas plantas llegadas de América meridional, pero sin buenos resultados. La mala orientación de los pabellones provocó que en pocos años las plantas se resintieran, lo que propició la posterior construcción de estufas frías e invernaderos con una mejor orientación.
El Botánico tomó cuerpo tras una Real Orden de 1774 por la que Carlos III daba el visto bueno a su creación, sustituyendo el antiguo Jardín Botánico de Migascalientes, situado en el entorno del río Manzanares. El jardín se trasladaba a un área en plena transformación urbanística, el paseo del Prado, que iba a reflejar las ideas ilustradas de la época. Justo al sur del parque del Retiro, no iba a estar solo, ya que se le sumarían en poco tiempo el Museo de Ciencias Naturales, posteriormente Museo del Prado, y el Observatorio Astronómico, diseñados también por Juan de Villanueva.
La decadencia político-económica tras la Guerra de la Independencia dejó este espacio en semiabandono, con el deterioro alarmante de los edificios principales. A partir de 1882 se segregaron unas dos hectáreas para construir el Ministerio de Fomento, hoy de Agricultura, y para la apertura de la cuesta de Claudio Moyano; años más tarde se separó del Retiro con la apertura de la actual calle de Alfonso XII.
El arquitecto Pedro Muguruza hizo la reforma más importante de los edificios, a partir de 1924, desvirtuando los proyectos originales, según Martín Perellón, que restituyó en 1981 el arquitecto Antonio Fernández Alba.
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