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TERRORISMO

Muere en la clandestinidad el histórico dirigente de ETA Azkoiti

En 1994 fue puesto en libertad por la juez antiterrorista francesa cuando mantenía contactos con el Gobieno español

Miembro del comité ejecutivo de ETA y responsable del aparato financiero de la banda, fue detenido en Francia en 1986 en la operación contra la cooperativa Sokoa y posteriormente fue condenado en rebeldía en relación con el asesinato en 1985 del francés Clement Perret.

Arrieta Zubimendi, de 56 años, pasó a la clandestinidad en Francia en 1994 tras ser puesto en libertad por la juez Laurence Le Vert en un momento en que estaba participando en contactos indirectos con el Gobierno español.

El que fuera dirigente etarra se encontraba huido en Francia desde principios de los años setenta.

José Luis Arrieta Zubimeta, 'Azkoiti', en una fotografía de archivo.
José Luis Arrieta Zubimeta, 'Azkoiti', en una fotografía de archivo.EL PAÍS

Un enigma dentro de ETA

Asesinó primero, y se arrepintió después. Más tarde, elegido por los mandos del ministerio del Interior como mediador con ETA para que ésta abandonase las armas. Finalmente, ante la perplejidad de los que confiaron en él, regresó a la dirección de la banda terrorista.

José Luis Arrieta Zubimeta, Azkoiti, fue uno de los dirigentes históricos de ETA. La trayectoria dentro de la banda de este terrorista, al que se ha vinculado con el antentado en 1974 contra el delfín de Franco, Carrero Blanco, permanece -más aún con su muerte- en la oscuridad.

Detenido en la localidad vascofrancesa de Hendaya en 1986, cuando la policía se incautó en la fábrica de Sokoa de gran cantidad de armamento, documentación y dinero, Azkoiti fue considerado responsable de finanzas de ETA. Cumplió condena en prisión hasta julio de 1992, fecha en la que se produjo su excarcelación y confinamiento en la región de Perpiñán.

La salida del etarra de prisión fue producto de un acuerdo entre el entonces secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, su abogada -que la calificó como "excarcelación política"- y el juez y el fiscal del caso. La intención de los Gobiernos español y francés era que Azkoiti desempeñara un papel de mediación con sus compañeros para que éstos aceptaran un final dialogado de la violencia. Su presencia en Francia, que obligaba a no conceder la extradición del terrorista a España, facilitaría estos contactos.

De hecho, a los pocos días de permanecer en Perpiñán se le trasladó a Toulouse, donde comenzó a recibir numerosas visitas, entre ellas las de Vera.

En febrero de 1993, José Luis Arrieta Zubimeta es detenido de nuevo por la policía francesa y trasladado a París. Se le acusa de participar en el asesinato en 1985 de Clément Perret, sospechoso de pertenecer a los GAL. En España, se instruye, mientras tanto, un sumario por su participación en el asesinato del vicealmirante Cristobal Colón de Carvajal y su chófer, Manuel Trillo, y se le vincula en otro atentado contra un microbús de la Guardia Civil. La juez, sin embargo, le deja en libertad provisional hasta que se celebre la vista oral.

A lo largo de este periodo, Azkoiti desempeña aparentemente tareas de mediación. El fracaso de las negociaciones de Argel en 1988 había obligado a los mandos de Interior a buscar nuevos interlocutores dentro de ETA. Azkoiti era considerado una opción idónea porque compartía la posición de Antxon Etxebeste, radicalmente contrario a la estrategia de escalada terrorista propugnada por Francisco Múgica Garmendia, Pakito, tras Argel. Sin embargo, no todos compartían esta elección. Algunos funcionarios adscritos a la lucha antiterrorista llegaron a afirmar: "Si es incapaz de juntar una letra con otra, ¿cómo va a ser el impulsor de un diálogo?".

La incertidumbre sobre su verdadero papel en la negociación se convirtió en una sorprendente certeza a partir de febrero de 1994, cuando, ante la estupefacción de todos los que le habían avalado, Azkoiti dejó de presentarse al juzgado, retornó a la clandestinidad y, por lo que es conocido, se reintegró en la dirección de ETA.

En 1998 fue condenado en rebeldía por la Audiencia de París a cadena perpetua por el asesinato de Clément Perrot. Entonces tenía 53 años, y seguía siendo considerado como uno de los hombres fuertes de la banda terrorista. Los motivos que le empujaron a erigirse en partidario del abandono de las armas, y renegar luego de esta decisión, permanecen hoy todavía desconocidos. ¿Convicciones propias o imposición de sus companeros? Con su muerte, el enigma se agranda.

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