El misterio de las vacas flacas en Rabat
La fuga de bueyes del matadero en pleno mes sagrado musulmán de Ramadán aviva el debate sobre la carestía de la vida por la inflación
Un rosario de vídeos que mostraban las tribulaciones de dos bueyes brasileños que deambularon durante horas por las calles de Rabat ha desatado todo tipo de interrogantes en las redes sociales. El misterio pronto fue aclarado por los responsables de los mataderos municipales, de donde se habían escapado el pasado día 9 las reses, de la raza Nelore, semejante al cebú y con una marcada osamenta. Cuando un funcionario de abastos reveló al portal digital Hespress que su carne no iba destinada a los mercados de la capital, en los que no se vende buey brasileño, sino que pertenecía a un “inversor privado” del sector, las sospechas se multiplicaron.
El Ministro de Agricultura, Mohamed Sadiki, aseguró que el Gobierno había autorizado la importación de 20.000 cabezas de ganado de países como Brasil “para garantizar el aprovisionamiento y la estabilidad de los precios de la carne”, según informó el semanario Tel Quel. La inflación se ha disparado en Marruecos hasta límites no registrados desde hace tres décadas –cerca del 10% en el primer trimestre del año, con un alza de precios de los alimentos que ronda el 20%–, mientras los marroquíes atravesaban con religiosa resignación el mes sagrado musulmán, marcado por las reuniones familiares en torno a una buena mesa, que ha concluido esta semana.
“Marruecos es agrícola, pero las verduras son caras. Mi país tiene costas, pero las sardinas son caras”. Eso es lo que coreaban con un rítmico sonsonete norteafricano un puñado de manifestantes ante la sede del Parlamento en Rabat en la noche de Ramadán anterior a la fuga de las reses con apariencia de vacas flacas. Las concentraciones convocadas por el llamado Frente Social –que agrupa a sindicatos, partidos de izquierda y ONG–, apenas congregaron unos centenares de personas las principales ciudades del país magrebí tras el Ftur o Iftar, que marca la ruptura del ayuno al atardecer.
La protesta parece ayunar también en Marruecos, donde los estallidos sociales son cada vez menos frecuentes, salvo tal vez en las redes sociales. “La sociedad está ahora como anestesiada”, intentaba justificar la escasa afluencia de manifestantes la directora de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, Jadiya Ryadi en medio de la protesta. “Las familias más desfavorecidas sobreviven gracias la red de protección familiar, las remesas que envían los residentes en el exterior y la válvula de escape que representa la emigración”, explicaba antes de alertar de que “la explosión se acabará produciendo”.
Por tercera vez en seis meses, el gobernador del Banco de Marruecos, Abdelatif Yuahri, ha vuelto a elevar el tipo de interés a corto plazo hasta alcanzar el 3%, en una medida sin precedentes en casi 40 años, con el fin de intentar frenar la desbocada inflación. El responsable del banco central ha tenido que pedir amparo a Mohamed VI ante el veto que pretendía imponerle el primer ministro, el empresario Aziz Ajanuch, considerado el hombre más rico del país después del rey, que veía peligrar su programa de expansión económica y creación de empleo.
Tras recuperarse de las consecuencias de la pandemia en 2021 con un alza del 7,9% en el Producto Interior Bruto, el crecimiento económico se desplomó en Marruecos hasta situarse en el 1,2% el año pasado. Rabat acaba de solicitar al FMI una línea de crédito de 5.000 millones de dólares (4.600 millones de euros) para intentar ponerse a salvo del riesgo de choques externos.
A pesar de haber duplicado su renta per cápita en los dos primeros decenios del siglo, al pasar de 3.500 dólares en 1999, cuando fue entronizado Mohamed VI, a más de 8.000 dólares en 2019, la expansión de la desigualdad sigue lastrando Marruecos. La base de datos World Inequality reflejaba en 2022 que un 10% de los marroquíes controla el 63% de la riqueza del país, mientras el 50% más desfavorecido solo suma un 5%.
El Gobierno achaca a la sequía, que se prolonga desde hace más de tres años, y a la coyuntura internacional (pandemia, guerra de Ucrania) el alto precio de los alimentos, en particular de los tomates, que han multiplicado su coste cuatro veces por encima lo habitual. Para contener la escalada desde la mata a la cesta del consumidor, las autoridades han prohibido su exportación, coincidiendo con el mes del Ramadán. Pero como en Marruecos casi siempre hay alguna excepción a la regla, la prohibición no ha afectado a la variedad cherry, que precisamente representa más de la mitad de las ventas de tomates del país magrebí en el exterior.
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