El Código Técnico de la Edificación (CTE) construye la diferencia
La reforma del Código Técnico de la Edificación, que entrará en vigor en 2026, promoverá viviendas más sostenibles y fomentará la rehabilitación masiva y la construcción industrializada. Los edificios públicos deberán generar cero emisiones netas y las nuevas construcciones estarán preparadas para instalar paneles solares. Además, se priorizará la economía circular y el control del consumo energético


Revolución”. Esta es la palabra que guía el nuevo Código Técnico de la Edificación (CTE) que será obligatorio en 2026. El objetivo es la descarbonización del parque edificado cuando el calendario marque 2050. Cuesta solo un par de frases resumir sobre la pizarra sus partes esenciales. Es la trasposición de la directiva sobre Rendimiento Energético de los Edificios (EPBD, según sus siglas en inglés) que llega de Bruselas. Los edificios públicos, a partir de 2028, no deben emitir dióxido de carbono a la atmósfera. Y dos años después tampoco lo podrán hacer los de nueva creación. Además, el parque edificado existente tiene que reducir su consumo energético en un 16% en 2030 y en la horquilla del 20% al 22% durante 2035. Esto incrementará la demanda de proyectos de rehabilitación que sean eficientes.
El impacto resulta claro. Habrá que poner en marcha rehabilitaciones a gran escala. El 80% de los edificios españoles tiene más de 40 años y un 82% está dentro de las categorías energéticas más bajas. El sector deberá asumir un volumen histórico de actuaciones de aislamiento, fachadas, cubiertas, carpintería y sistemas de calefacción. Llegan buenos tiempos para las viviendas industrializadas y las reformas. Esas dos propuestas no son una solución definitiva, pero sí una forma del siglo XXI de afrontar un problema tan grave como es la falta de vivienda (son necesarias unas 600.000 anuales, según el Banco de España). Ambas se construyen, además, paralelas a las siglas ESG (medio ambiente, sostenibilidad y gobierno corporativo).
El sector deberá asumir un volumen histórico de actuaciones de aislamiento, fachadas, cubiertas, carpintería y sistemas de calefacción
AEDAS Homes lleva desde 2008 levantando casas industrializadas. Se construyen a la carta. En un ambiente cerrado ajeno a las oscilaciones del tiempo meteorológico. Y la base es escalar los módulos. Repetir, por ejemplo, el mismo tipo de baño, de salón; la imagen general del inmueble. Aunque la tecnología ya permite modificaciones para evitar la uniformidad.
Una metodología obsoleta
Es el futuro: “La gran revolución industrial de los próximos 30 años”, asume el arquitecto Carlos Lamela. “No es normal, ni lógico” —añade— “que la inmensa mayoría de las casas continúe construyéndose del mismo modo que hace décadas”. ¿Y los tiempos? La burocracia tarda aquí un año. Y se construyen en dos o tres. Por el contrario, una vivienda convencional puede ocupar más de una década. “Nos llaman la construcción del 30%. Generamos un 30% menos de residuos que en una obra normal. También ahorramos ese porcentaje de energía y de emisiones de dióxido de carbono”, relata José María Quirón, delegado de Industrialización de AEDAS Homes. Resulta fácil entender cómo mejoran la sostenibilidad, el medio ambiente y hasta la gobernanza. En su caso, suman ya diez promociones y han entregado 200 viviendas.

“En cuanto a la economía circular, AEDAS desarrolla un plan que prevé alcanzar, como mínimo, el 80% del valor de los residuos de construcción no peligrosos a partir de 2026”, indica Quirón. La construcción “ha sido la última en subirse al carro de las innovaciones y de la sostenibilidad”, apunta Rubén Cózar, director general de Negocio de Foro Consultores. Claro que existe letra pequeña. El precio de construir es similar a un hogar clásico. A medio plazo, el sector apuesta por que, al igual que en otras tecnologías, el precio descienda a medida que se implanten. Mientras esa mentalidad cambia, la casa industrial utiliza cada vez más madera y, gracias a la ingeniería, el desperdicio de materiales resulta mínimo. Además, usa piezas fáciles de colocar sobre la superficie del terreno. Es un juego de grúas y operarios. El problema es que la demanda no casa con la oferta. “Hacen falta más fábricas que desarrollen este tipo de productos”, comenta el experto de AEDAS. Porque, quizá, para muchos, tener la vivienda en cuatro años en vez de en una década merezca la pena. Tienen capacidad para levantar al menos 90.000 hogares anuales. Es una mentalidad que llama a la puerta de medianas y grandes compañías. “La industrialización permite diseñar y fabricar en un lugar diferente al de la edificación y trasladar los módulos allí más tarde. De hecho, la construcción de elementos off-site es una solución que contribuye a responder a los retos del clima: al recortar los tiempos y los procesos de creación de infraestructuras, reduces las emisiones”, explican en Ferrovial. “Permite avanzar en el proyecto pese a las condiciones climáticas adversas y se consigue un entorno de trabajo para las personas más seguro y confortable”. Este término anglosajón de off-site también garantiza el ahorro de tiempo, materiales y gastos y permite ganar en seguridad y flexibilidad.
Llegan los nuevos materiales
En el mundo que llega con el nuevo CTE los edificios públicos tendrán que generar unas emisiones netas cero, los nuevos deberán estar diseñados para instalar paneles solares, la construcción bajo criterios de economía circular será esencial y de fondo habrá un mayor control de la energía. Además, serán más estrictos los certificados de eficiencia energética e incluso se tendrá en cuenta la calidad del aire. Y eso que llaman materiales de bajo impacto —la madera tiene una huella de hasta el 60% inferior al hormigón— será parte del ecosistema.
Habrá protagonismo también para la rehabilitación. El parque de viviendas, como hemos visto, es muy antiguo en España, por lo que rehabilitar es una forma de llevar lo obsoleto al espacio ESG. Quizá Andimac no sea la patronal más conocida. Sin embargo, representa a los profesionales de materiales para la edificación y la rehabilitación. Ellos han echado cuentas. Este año se reformarán 1,9 millones de hogares, un 1,6% más que en el ejercicio anterior. Además, el gasto medio se sitúa en 1.261 euros. Hay, claro está, dificultades. El CTE no es el bálsamo de fierabrás que todo lo cura. “El sector necesita con urgencia un relevo generacional de los trabajadores [en 2023 la población ocupada de más de 55 años rondaba las 274.000 personas, según el INE] y plantear soluciones ante la falta de oferta de viviendas. ¿Cuáles?”, se cuestiona Sebastián Molinero, presidente de Andimac: “El impulso puede venir tanto desde el lado de la obra nueva como, también, desde la reforma y la rehabilitación”.

Suelo y burocracia, sin solución
Además de un catálogo de normas, el CTE es una idea, un paisaje. “Se presta atención a la pobreza energética, con medidas concretas para emprender posibles reformas a precios asequibles”, destaca Roberto Scholtes, jefe de Estrategia de Singular Bank. “Y en los predios de la gobernanza corporativa se obliga a que la toma de decisiones incorpore planificación, reporte y certificación energética”. Lleva dentro la semilla de cambiar la escasez inmobiliaria. La normativa incrementará el mercado de carpinterías de alta eficiencia y soluciones inteligentes de climatización y monitorización. Todo encaja como en un lego. Pero Bruselas no resuelve el principal problema español: la falta de suelo en los grandes núcleos urbanos y su elevado precio. “Tampoco está previsto cómo se gestionarán los temas burocráticos. Si no son ágiles se pueden convertir en un infierno”, zanja Rubén Cózar. La respuesta demorará en construirse solo un año.
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