La carrera por el dominio de la IA seduce a los inversores en Davos
La fuerza del mercado de capitales, los recursos humanos, las reservas energéticas y las restricciones a las exportaciones tecnológicas a China consolidan la preeminencia de las empresas estadounidenses
El regreso de Trump al poder ha copado inevitablemente mucha atención en la conferencia anual del Foro Económico Mundial en Davos. Los conflictos que provocan inmenso sufrimiento humano también han sido objeto de muchos debates. Pero bastaba darse un paseo por la promenade (paseo principal) de la localidad alpina suiza para percibir la inmensa relevancia del desarrollo de la inteligencia artificial (IA) en el mundo contemporáneo. Era muy notable la presencia de empresas relacionadas con el sector en los inmuebles que ladean la calle central. La carrera por el dominio de la inteligencia artificial es un indicador crucial del futuro de la economía mundial —y de los equilibrios de poder entre los actores más avanzados: EE UU, China y Europa—.
Esta batalla tecno-económica con derivadas geopolíticas discurre sobre distintos planos. Uljan Sharka, consejero delegado de iGenius, una compañía italiana del sector, cree que un elemento fundamental es la potencia computacional. “Si analizamos los elementos habilitadores fundamentales se suelen destacar los datos, los talentos y la potencia computacional. Los primeros son más o menos abiertos a todos, en lo segundo hay muy buenas universidades no solo en EE UU sino también en Europa y en China. La potencia computacional en realidad es el único elemento que diferencia un ecosistema de otro”, dice, durante una conversación mantenida en el Foro de Davos.
Sharka subraya dos elementos fundamentales en ese aspecto de la carrera. Por un lado, las restricciones impulsadas por la Administración de Biden a la exportación hacia China de los microchips clave en los desarrollos tecnológicos avanzados. Estas complican mucho el avance del gigante asiático, y constituyen una formidable arma en la competición entre ambos. Por el otro, una cultura inversora, a su juicio, equivocada en Europa. “En Europa no tenemos restricciones, pero vivimos una paradoja. Cuando, hace tiempo, era claro que había que invertir en software, en Europa seguía habiendo una predilección para la inversión en manufactura. Ahora, la hay en lo intangible, cuando realmente habría que invertir en capacidades computacionales materiales”.
La observación toca un nervio que ha aflorado repetidamente durante la conferencia de Davos: la fragmentación e ineficacia del mercado de capitales europeo, uno que atesora ahorros de hogares superiores en cantidad que el estadounidense, y que, sin embargo, sufre disfunciones por el que los activos terminan yéndose hacia EE UU en grandes cantidades. La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, subrayó este viernes en Davos la necesidad de avanzar en la auténtica conformación de un mercado de capitales único. “Necesitamos una unión bancaria, una unión de mercados de capitales, retener el talento y el ahorro en casa. E igual es también hora de importar algunos talentos que podrán sentirse desencantados por una razón u otra en el otro lado del Atlántico”.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también incidió en la unión del mercado de capitales en su intervención del martes. Parece haber un amplio consenso sobre la necesidad, expuesta en el informe sobre el mercado común de Enrico Letta, pero no parece que estén en el horizonte soluciones rápidas. Mientras, el vigoroso mercado de capitales estadounidense riega abundantemente el desarrollo del sector en su país.
“Los cimientos de la fuerza de EE UU residen en su mercado de capitales”, dijo este viernes Larry Fink, presidente de BlackRock. “Todo emprendedor, cualquier pequeña o grande empresa encuentra capital. Eso permite mucha más creatividad. El mercado de capitales permite reconstruir, cambiar dirección, modificar con más velocidad que cualquier economía en el mundo”, agregó.
Otro aspecto relevante para definir la carrera de la IA es el acceso a la energía. Abundan las previsiones acerca de las enormes cantidades de energía que serán necesarias para alimentar los modelos. Y abundan los expertos que han hecho notar que el mayor nivel de los precios de la energía representa una fuerte desventaja para la competitividad europea -en el sector IA, y en general-.
Sharka señala, no obstante, un desarrollo que puede dar ciertas esperanzas a Europa de no sufrir un déficit decisivo por sus mayores costes energéticos. “Los nuevos chips de Nvidia producen sustancialmente 30 veces más de capacidad de cálculo, consumando 25 veces menos energía. Si esta curva de desarrollo sigue, el factor energético podría no ser un diferencial tan relevante”.
Precisamente el asombroso avance en la capitalización bursátil de Nvidia —ahora en un valor cercano a los 3,5 billones de dólares, mayor del PIB de Francia—, el liderazgo tecnológico de empresas como OpenAI, la reorientación de gigantes tecnológico que cuentan con enormes palancas de acción señalan de manera indudable la posición adelantada de EE UU en la gran carrera. Europa dispone de compañías prometedoras como Mistral, pero cualquier análisis objetivo detecta una distancia abismal. El tiempo dirá si se trata de una ventaja irreversible.
Otro aspecto importante en la carrera es por supuesto la regulación. En esto asistimos a divergencia emblemática de nuestro tiempo. Trump prometió ante el foro de Davos “una campaña de desregulación sin precedentes en la historia”. La UE ha sido pionera en cuanto a regulación de la IA, fiel a su instinto protector frente a los riesgos de abuso. China avanza por un camino de creciente intervencionismo estatal en la economía, impulsado por motivos de carácter de seguridad y geopolítico, que está inquietando los inversores.
Estas actitudes reflejan de alguna manera el alma de las tres grandes potencias, y son uno de los factores que influyen en la carrera, que tal vez represente el principal elemento definidor del futuro económico del mundo —y uno de los principales de su devenir geopolítico—. Una carrera repleta de promesas, y de riesgos. Desafortunadamente, el sector no es una excepción, y en él tampoco cabe espera una cooperación para una gobernanza global que sería crucial. Aquí, también, el mundo corre al borde del precipicio.
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