Una opa contra el bien común
En la operación hostil lanzada por el banco BBVA para tomar el Sabadell solo parecen claros los beneficios para los accionistas del comprador, principalmente los grandes fondos
Para el profesor Jean Tirol, premio Nobel de Economía, “la economía está al servicio del bien común; su objetivo es lograr un mundo mejor. Para ello, su tarea es identificar las instituciones y las políticas que van a favorecer el interés general”. En la operación hostil lanzada por el banco BBVA para tomar el Sabadell solo parecen claros los beneficios para los accionistas del comprador, principalmente los grandes fondos. En la ampliación de capital anunciada para efectuar la adquisición, la entidad compradora explica que “esta operación supone una clara generación de valor para los accionistas de BBVA con impacto positivo de beneficio por acción”.
Estamos tan influenciados por la información financiera dominante que nos hemos olvidado de ver la economía desde la perspectiva de los intereses de los ciudadanos y de las empresas. Se mire como se mire es difícil encontrar alguna ventaja para el bien común del país con esta operación. De entrada la fusión agravaría la ya exagerada concentración bancaria registrada después de la crisis financiera de 2008. De las 45 entidades significativas existentes entonces ya solo quedan 10. En los últimos 15 años el sector ha perdido un 40% de sus empleados; un 60% de las oficinas y un 30% de los cajeros. Menos servicios.
La fusión significaría la destrucción de otros 4.000 empleos, unos costes de transformación de entre 1.400 o 2.400 millones de euros y agravaría la exclusión financiera en perjuicio de los consumidores. La reducción de la competencia que supone menos bancos ya la han experimentado los españoles con la menor retribución de sus ahorros, que el resto de europeos a pesar de compartir la misma moneda.
Más inquietante aún es proseguir en la senda de crear entidades cada vez más gigantescas, las denominadas “demasiado grandes para quebrar”, porque si entran en dificultades se llevan por delante la economía de todo el país. Antoni Garrido, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, señala que “el cada vez mayor tamaño de las entidades bancarias, en la medida que vaya acompañado de una correlativa concentración de la oferta de crédito en los grandes clientes, acabará dificultando la financiación de las pequeñas y medianas empresas. Dicho de otra manera: ¿tiene sentido que en un país de pymes los bancos sean megabancos?”. Para el profesor Garrido “las fusiones y la creciente concentración del sistema nos están conduciendo a una especie de “monocultivo financiero”. Un mundo en el que solo hay espacio para un reducido número de entidades que hacen todas ellas lo mismo, y en donde, por esa razón, la probabilidad de que los problemas acaben afectando al conjunto del sistema son muy elevadas. Por decirlo a modo de eslogan : ¡Más diversidad y menos uniformidad!.
Resultaría difícil entender que la CNMC no viera los graves riesgos de pérdida de competencia que supone esta operación. En Estados Unidos la lucha contra los monopolios que había empezado en 1890 con la Ley Sherman se intensificó en 1950 con ley Celler-Kefauver, que precisamente prohibió las fusiones de sociedades que pudieran promover los monopolios.
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