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Las renovables y la menor demanda hunden el peso del gas y carbón en el ‘mix’ eléctrico europeo

El estirón de la producción fósil por la crisis energética queda atrás: la eólica y la solar ya generan más de la cuarta parte de la electricidad y laminan las emisiones

La mayor planta de carbón de Europa, en Bełchatów (Polonia), en noviembre del año pasado.
La mayor planta de carbón de Europa, en Bełchatów (Polonia), en noviembre del año pasado.KACPER PEMPEL (REUTERS)
Ignacio Fariza

La crisis energética queda atrás. Tras el fuerte aumento en el uso de combustibles fósiles para generar electricidad en la UE en 2021 y, sobre todo, 2022, la matriz eléctrica se instala en una nueva normalidad marcada por las menores emisiones de gases de efecto invernadero. El peso del carbón en la matriz eléctrica europea cayó el año pasado hasta su nivel más bajo desde que hay registros, menor aún que en el 2020 marcado de principio a fin por el coronavirus. El gas, por su parte, se situó en su nivel más bajo desde 2016. La suma de ambas ya está por debajo del 30%, un nuevo mínimo histórico, según los datos publicados este miércoles por el think tank ambientalista Ember.

Este achicamiento responde, sobre todo, a dos factores: uno de carácter estructural (el empuje de la eólica y la solar fotovoltaica) y dos coyunturales (la acusada caída de la demanda eléctrica, sobre todo en el sector industrial, por la crisis de precios; y la vuelta a la vida de la hidroeléctrica, tras la sequía que golpeó a varios países del continente).

Los datos son nítidos. La eólica, con especial arraigo en la mitad septentrional del continente, ya aporta casi el 18% de la electricidad que se consume en Europa. Es el doble que en 2015 y seis veces más que hace 15 años. La solar, por su parte, ha pasado de representar cifras marginales (por debajo del 1%) en los primeros años de la década pasada, a superar el 9%. Y esto es solo el principio: su potencial en el sur y —muy particularmente, en la península Ibérica— es sencillamente enorme.

“El sector eléctrico europeo está inmerso en un monumental proceso de cambio”, apunta la directora de Ember para Europa, Sarah Brown, en una nota publicada a primera hora de la mañana de este miércoles. “Los combustibles fósiles están jugando un papel más pequeño que nunca, a medida que el viento y el sol pasan a ser columna vertebral”. El año pasado, la producción conjunta de aerogeneradores y paneles fotovoltaicos fue de 475 teravatios hora (TWh), prácticamente lo mismo que la demanda francesa y el doble que la española.

La generación fósil total se redujo un 19% el año pasado, con el carbón —por mucho el combustible más contaminante— como factor de arrastre: los 333 TWh generados con lignito fueron un cuarto menos que en 2022 y la cifra más baja desde que hay registros. Su actual peso en la matriz eléctrica —poco más del 12%— es menos de la mitad que hace una década y casi la tercera parte que en el año 2000, cuando Ember empezó a recopilar datos.

“En 2023, la merma del carbón no ha resultado en un aumento del gas, que ha caído un 15%”, ponen en valor los analistas del centro de estudios londinense. Este descenso del gas natural es el mayor “desde, al menos, 1990″ y consolida cuatro años consecutivos a la baja”.

A diferencia del gas, el carbón llevaba tiempo perdiendo fuelle en el mix europeo —entre 2016 y 2020 ya registró tasas negativas todos y cada uno de los años— y seguirá haciéndolo en los próximos tiempos: la previsión del centro de estudios londinense apunta al cierre del 20% de las centrales de lignito de aquí a finales de 2025. Un camino de no retorno solo truncado por los dos años más severa de crisis energética, que obligaron a reactivar plantas para hacer preservar las reservas de gas, y que ahora vuelve a reemprender.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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