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El caso Domestika: de unicornio para inversores a fiasco para empleados

La compañía de cursos en línea, que hasta 2022 era una prometedora empresa valorada en más de 1.000 millones, negocia su segundo ERE en un año en España

Instalaciones de uno de los estudios de producción de Domestika.
Instalaciones de uno de los estudios de producción de Domestika.
Pierre Lomba

Hace poco más de un año, en enero de 2022, Domestika se convertía en un unicornio: una compañía valorada en más de 1.000 millones de dólares. La empresa de cursos en línea, cuyo catálogo va desde lecciones de escritura hasta consejos para usar Instagram como influencer, venía de una etapa de fuerte crecimiento, impulsado por la pandemia, y acababa de recaudar 110 millones de dólares (más de 96,7 millones de euros) en una nueva ronda de financiación. Apenas 15 meses después de aquel hito, la situación es bien distinta: la empresa fundada por los españoles Julio G. Cotorruelo y Tomy Pelluz afronta su segundo despido colectivo este año en España —que se suma a un tercer recorte masivo en 2022, saldado con un acuerdo económico— y, según avanzan a este periódico sus empleados, ya ha echado a cientos de personas en todo el mundo.

Aunque nace en 2002, Domestika —que ahora tiene su sede principal en Estados Unidos y con cuyos responsables no ha logrado ponerse en contacto este diario— despegó con la pandemia. El confinamiento y las restricciones sanitarias dispararon su negocio y en 2021 la compañía emprendió una senda de expansión internacional, con la apertura de estudios hasta en 12 países de Europa y América. Para cubrir todos sus nuevos estudios, la compañía comenzó un amplio proceso de contratación, señala por teléfono un trabajador que entró en la empresa en 2021. “La plantilla creció de poco más de 100 personas hasta 800“, añade otra empleada, que también prefiere no dar su nombre para evitar represalias.

Sin embargo, el despegue no fue todo lo controlado que los directivos aseguraron tras la última ronda de financiación: apenas dos meses después de lograr 110 millones de dólares en financiacón, Domestika despidió a “unos 150 empleados en todo el mundo”, defienden sus trabajadores, incluidas unas 70 personas entre las dos filiales que tiene en España, Estudios de grabación digital y DMSTK. En lugar de tramitarlo como un ERE, aquel primer tijeretazo de personal se intentó justificar, en algunos casos, como un despido disciplinario por haber faltado cuatro días al trabajo. “Cosa que no es verdad, porque uno de los compañeros que echaron estuvo trabajando conmigo en una grabación esos días”, defiende una de las trabajadoras de la compañía. En otros, se argumentó que los despedidos no habían superado el periodo de prueba.

Para la abogada Esther Comas aquello fue un despido colectivo encubierto. Por ello, una treintena de empleados recurrió ese primer recorte de personal, y, con la ayuda de la letrada del despacho Colectivo Ronda, acabaron llegando a un acuerdo con la empresa a cambio de una indemnización de 99 días trabajados por año, el triple de la cantidad que les correspondería de haberse tramitado correctamente. Después de aquel primer aviso, se sucedieron los cierres de los estudios que la empresa había abierto en Londres, Milán, París, Nueva York, “y todos los de Latinoamérica”, afirma una empleada. Algunos, cuenta otra trabajadora que participó en la expansión internacional de la empresa, “apenas duraron un mes abiertos, después de que se hubieran dejado muchísimo dinero en montarlo”.

Despidos colectivos

“Respecto a si nos tenemos que preocupar, la respuesta es no”. Así comenzaba Julio G. Cotorruelo, consejero delegado de la compañía, una arenga a los empleados a principios de 2023, después de haber cerrado los estudios en el extranjero, recuerda uno de los trabajadores incluidos en el ERE. Ante la preocupación de sus subordinados, el mensaje a lanzar era claro: la empresa es solvente y tiene futuro. Pero no venía solo, afirma otra trabajadora de la empresa, que aún recuerda las palabras que el director de su departamento le dijo a una compañera que pidió un aumento de sueldo: “Domestika es como un novio tóxico, le quieres mucho, pero a veces te hace daño”.

A principios de este año la compañía realizó un despido colectivo que afectó a 89 empleados de DMSTK, la filial que se ocupa, entre otras, de cuestiones comerciales como la captación de profesores. Y el 19 de abril, el mismo día que acabó el periodo de consultas del primer ERE, informó a otros 89 trabajadores de Estudios de Grabación Digital, la sociedad que se encarga de la grabación y preparación de los vídeos de los cursos, de que habían sido incluidos en un segundo despido colectivo. Son el 65% de la plantilla de la empresa.

Todos los trabajadores consultados por este periódico apuntan que Domestika está optimizando gastos después de haber realizado una inversión desproporcionada. En DMSTK, por ejemplo, las tareas que realizaban algunos de los empleados incluidos en el primer ERE han sido sustituidas por procesos automatizados e, incluso, por la inteligencia artificial ChatGPT. La empresa también está contratando, señala una de las afectadas, a autónomos y freelance para cubrir a los despedidos. “Yo creo que lo que buscan es un lavado de cara”, apunta una empleada, que advierte de que la compañía está produciendo cursos bajo otras marcas, como Awwwards, que cobran a 1.500 dólares (unos 1.400 euros). Algunos ya están agotados.

Un despido colectivo se puede justificar por fuerza mayor, causas técnicas —cambios en los medios o instrumentos de producción—, económicas, productivas u organizativas. Estas tres últimas son las que alega la empresa, cuenta Comas, que está asesorando a los trabajadores en este nuevo proceso. De acuerdo con las últimas cuentas depositadas por Estudios de grabación digital en el Registro Mercantil, correspondientes a 2021, aunque la sociedad prácticamente dobló su facturación en un año—de 3,2 millones de euros a 6,2 millones—, el resultado final del ejercicio fue de unas pérdidas de unos 90.800 euros. De 2020 a 2021, en plena etapa de crecimiento, su gasto de personal pasó de 2,9 millones de euros a 5,2 millones.

La filial no ha depositado aún las cuentas de 2022 y, defiende Comas, Domestika está intentando justificar el ERE con las pérdidas de su matriz. Este martes es la última reunión de la negociación colectiva, y las posiciones, apunta una de las trabajadoras involucrada en la negociación, siguen muy alejadas. De no llegar a un acuerdo satisfactorio para los empleados, tienen “muchos argumentos jurídicos” para impugnar el proceso ante los tribunales, señala por correo la abogada de los afectados.

Ahora, el ambiente en la empresa es tenso, y no solo para los incluidos en el despido colectivo en tramitación. Los que se quedan tendrán que absorber buena parte del trabajo de los despedidos, con, como apunta una de las trabajadoras que no cayó en el ERE de DMSTK, la tensión de que en cualquier momento les puede tocar a ellos. Los despidos han afectado a un grupo muy concreto, denuncia una de las afectadas: “Gente mayor, con hijos, con hipotecas, todos a la calle”. “Hacen lo que quieren con la gente”, concluye otro de sus compañeros.

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Sobre la firma

Pierre Lomba
Redactor de la sección de Economía. Graduado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París. Después de ejercer la abogacía, realizó el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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