Jeff Bezos, una fortuna fuera de este mundo
El empresario que creó Amazon en un garaje en 1994 entrega el testigo y se enfoca en la compañía que lo llevará al espacio el 20 de julio
Más de 130.000 personas habían firmado hasta inicios de esta semana una petición para que Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta, no vuelva a tierra tras el viaje sub orbital de 11 minutos que hará a 100 kilómetros de altura el 20 de julio. Aunque planteada como broma, la petición puede no sonar tan descabellada para un magnate que creció anhelando explorar y conquistar el espacio. El fundador de Amazon, quien deja el cargo tras 27 años, dijo en 2017 que su trabajo más importante está en Blue Origin, la empresa de turismo espacial que echó a andar hace 21 años. “Tenemos que ir al espacio para salvar la tierra”, aseguró Bezos ante centenares de emprendedores reunidos en Colorado. ¿Su objetivo? “Empujar a la humanidad a establecerse en el Sistema Solar”.
Este lunes Bezos (Albuquerque, Nuevo México, 57 años) deja de ser consejero delegado de Amazon, la empresa que en 2018 se convirtió en la segunda en la historia, solo por detrás de Apple, en superar un valor bursátil de más de un billón de dólares. Bezos, cuya fortuna hace una década rondaba los 20.000 millones de dólares y hoy roza los 200.000 millones, ya estaba poco involucrado en el día a día y solo se dejaba notar cuando era necesaria una decisión estratégica de alto nivel. Eso fue hasta la llegada de la crisis del coronavirus, que obligó al empresario a tomar de nuevo el volante ante un incremento de los pedidos. La pandemia disparó un 38% los ingresos de la empresa, que cerró 2020 con unas ganancias de 21.300 millones de dólares.
Bezos, quien cree que los relevos ejecutivos deben ser “aburridos”, no deja el gigante tecnológico que creó en un garaje en 1994 y hoy tiene 1,3 millones de empleados. Permanece como presidente ejecutivo y deja en el cargo de consejero delegado a Andy Jassy, uno de sus hombres más cercanos, con la cultura corporativa en vena. Jassy entró a Amazon en 1997 como asistente técnico y fue el encargado de incluir los CD en el catálogo de la supertienda en línea. En 2006 quedó como responsable de los servicios de almacenamiento digital, la nube, que hoy se ha convertido en un servicio que controla el 34% del mercado y que el año pasado ingresó más de 12.000 millones de dólares, siendo uno de los negocios más rentables de la empresa. El jefe financiero de Amazon, Brian Olsavsky, aseguró en febrero que Bezos seguirá “muy involucrado” en las decisiones de gran envergadura de la compañía.
Basta echar una mirada atrás a los años recientes para convencerse de que Bezos convertirá a Blue Origin en una de sus tareas principales. Desde el otoño de 2016, Bezos cambió de velocidad en el manejo de la empresa. Entonces le bastaba con dedicar un día a la semana a visitar las oficinas de Blue Origin en Kent, Washington, al sur de Seattle. Una cosa le hizo cambiar. SpaceX, fundada por Elon Musk dos años más tarde que Blue Origin, se estaba colocando a la cabeza en la carrera espacial. Bezos comenzó a comer con los ejecutivos de Blue Origin para conocer cuál era el lastre que los mantenía rezagados. En 2018, en una charla en el Economic Club de Washington, el milmillonario explicaba a su audiencia que su estilo gerencial estaba cimentado en la escasez. “Si tomo tres buenas decisiones al día es suficiente”, dijo el también dueño de The Washington Post desde 2013.
Las obsesiones están ancladas a la infancia. Así sucede con Bezos y el espacio. Su madre, Jackie Gise, y su padre adoptivo, el cubano Miguel Bezos, lo enviaban los veranos junto a su hermano Mark, quien volará con él en la nave New Shepard, y su hermana Christina al rancho en el oeste de Texas del abuelo materno, que sabía de tecnología espacial porque había trabajado en la Comisión de Energía Atómica. Fue allí donde Bezos vio los despegues de las misiones Apollo y leía las obras de Arthur C. Clarke. Ya adolescente, el joven Bezos cerró la ceremonia de graduación del instituto Palmetto en Miami (Florida) con un discurso de cómo la cura a un mundo contaminado y sobre poblado era poner a la humanidad en órbita. “El espacio, la última frontera. ¡Allá nos veremos!”, fueron las últimas palabras.
Cueste lo que cueste
La ambición extraterrestre que mueve a Blue Origin está condensada en un ensayo de 800 palabras que Bezos escribió en 2004. El texto tiene un halo mítico porque nadie lo ha publicado en su totalidad, a pesar de que es el documento que ha dado la bienvenida a los más de 3.500 empleados de la compañía. Brad Stone, un periodista experto en tecnología que ha escrito dos libros sobre Amazon, asegura que en el memorándum Bezos insistía con firmeza en su compromiso de financiar el salto al espacio costara lo que costara. “No construyas solo un cohete espacial, construye una compañía que los fabrique”, afirmaba en el texto.
En 2002 Bezos y Musk comieron juntos en Seattle. En el encuentro discutieron una pasión común, la conquista del espacio. Los distinguía el ángulo que cada uno eligió para su empresa. El empresario sudafricano apostó por una agresiva estrategia de rápido crecimiento gracias a contratos con el Gobierno. Bezos prefirió un paso lento que respetara la filosofía del escudo de armas de Blue Origin, Gradiatum Ferociter (paso a paso, con ferocidad).
En 2021, sin embargo, las cosas indican un cambio de rumbo. El magnate está litigando de forma belicosa un contrato por 10.000 millones de dólares de investigación espacial que ayude a poner a Estados Unidos de vuelta en la luna antes de 2024. El dinero forma parte de una iniciativa del presidente Joe Biden para competir con China. Los demócratas se resisten a otorgárselo a Blue Origin, ya que Amazon afronta varios procesos antimonopolio. Bezos lucha para que Washington abra la billetera, sobre todo porque un contrato similar fue adjudicado a SpaceX a inicios de este año. Una batalla entre colosos con la mirada puesta en la galaxia y que ya tiene un nuevo rival. Richard Branson ha anunciado esta semana que irá al espacio el 11 de julio, nueve días antes que Bezos.
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