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Crisis económica por coronavirus
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Lo que no sabemos del plan de recuperación

La estrategia, que ha generado unas expectativas formidables, se ha negociado en Bruselas con absoluta opacidad

presidente del Gobierno, Pedro Sánche
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el martes en la rueda posterior al Consejo de Ministros.Emilio Naranjo (EFE)
Claudi Pérez

Las estúpidas esquematizaciones del novelista social de izquierdas dirán que el plan de recuperación español es el estímulo que necesita la economía para rebotar tras un año lúgubre, y el catalizador de los cambios estructurales tantas veces postergados: eso es, poco más o menos, lo que vende también el Gobierno en plena campaña en Madrid. El discreto cinismo del escritor de derechas apuntará que al final la supuesta revolución consiste en gastar 5.500 millones para cambiar ventanas, y que en un par de años vendrá el tío Paco con la rebaja: un déficit de dos dígitos y una deuda del 120% del PIB son una invitación a un correctivo de los mercados; el líder del PP, Pablo Casado, sugirió el miércoles algo parecido en la tribuna del Congreso. ¿Qué es ese plan en realidad? Ahora mismo, un amasijo de promesas del que se sabe poco, que ha generado unas expectativas formidables y se ha negociado en Bruselas con absoluta opacidad. Sabemos que llegarán 140.000 millones. Sabemos que a cambio del dinero se activarán reformas que marcarán los próximos tiempos. Sabemos que en las 211 páginas del documento aparecen cuatro ejes, de los que cuelgan 10 políticas palancas, de las que a su vez se desprenden 30 componentes, y que hay 212 medidas, de las que 102 son reformas: un lío morrocotudo. Sabemos que la palabra “modernización” aparece 268 veces en el texto, y “resiliencia, 191 veces.

Pero en realidad no sabemos demasiado.

El Gobierno apenas ha dado detalles adicionales del meollo del plan a pesar de toda la fanfarria publicitaria. Y sobre todo no ha informado de dos aspectos clave. No sabemos qué cambios solicitó la Comisión Europea ante el borrador inicial de España (que tampoco conocemos, por cierto). Y sabemos poco acerca de qué demonios ha aceptado España. No hay información adicional sobre los proyectos, y en parte es lógico porque aún es pronto. Pero sobre todo no sabemos el alcance que finalmente tendrán las tres reformas fundamentales: laboral, pensiones y fiscal; y en parte también es lógico porque eso depende de los agentes sociales y de los equilibrios internos en el Ejecutivo. Al final, el resultado del plan dependerá de su ejecución: queda mucho, muchísimo para hacerse una idea fundada al respecto.

El periodismo, dice el ensayista Pau Luque, no es una mera acumulación de hechos, sino una interpretación de los hechos. Bueno, pues ahí va una humilde interpretación que trata de ir más allá de España. Los planes de recuperación van con retraso en Europa: varios países ni siquiera han ratificado lo aprobado en Bruselas hace ya un año, y el Constitucional alemán arroja las habituales incertidumbres cuando se trata de los alemanes y el dinero europeo. Y las vacunas van también con un par de meses de retraso con respecto al Reino Unido y EE UU.

Un señor que está a punto de cumplir 80 años ha puesto el mundo patas arriba: Joe Biden anuncia estímulos por importe de cinco billones de dólares con medidas sobre desigualdad, sanidad, educación, clima, infraestructuras y con subidas, por cierto, del Impuesto de Sociedades. Mientras, en Europa se ha esfumado la sensación de urgencia y la UE arrastra los pies tanto con las vacunas como con los fondos. ¿Y de qué se debate España en este momento crucial? Del Congreso llegaban ayer noticias de la propaganda del Gobierno, de la bronca estomagante de la oposición y de las elecciones en Madrid. Quizá habría que hacer un esfuerzo por romper con esa trama en el mercado de compraventa de ilusiones políticas. Porque esos meses de retraso son cruciales: la economía española se la juega en verano, aunque todo el mundo parezca más preocupado por el resultado de unas elecciones regionales.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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