E Isidro Fainé logró cumplir su gran obsesión
La CNMC autoriza la fusión de CaixaBank con Bankia que el ejecutivo de Manresa tanto persiguió para crear una entidad líder
Durante una intervención en los cursos de verano de la UIMP en Santander, Isidro Fainé relató a los asistentes (en su mayor parte periodistas de información económica) su origen en un barrio humilde de Manresa, donde nació en 1942 en el seno de una familia “campesina”; el traslado con 13 años a Barcelona, donde comenzó a trabajar en un taller de motos y bicicletas, y los estudios nocturnos que simultaneaba. Le gustaba la Física, pero los derroteros le llevaron a emplearse en la sucursal de un banco, lo que le desvió a estudiar Económicas. Y ahí empezó todo.
Entonces Fainé ya era el mandamás de La Caixa, cuya presidencia asumió en 2007, y uno de los popes del sector. Los periodistas, que seguramente escuchaban aquella historia por primera vez, no perdían ripio de sus palabras mientras él se paseaba por el comedor real del Palacio de la Magdalena (convertido en aula) desgranando su currículum. En el relato también habló de Francesc Moragas, el fundador de La Caixa de Pensions, del que ha tomado las hechuras humanistas que jalonan su discurso; pero se guardó la gran obsesión que, sin duda, ya anidaba en sus meditaciones: convertir La Caixa en la gran dama del sistema financiero español, que vivía envuelto en un proceso de integración del que no se iban a librar las cajas de ahorros.
Ese sueño escondido pasaba por realizar una gran operación y el objetivo era la fusión de CaixaBank con Caja Madrid. Hizo varias aproximaciones y lo intentó a tumba abierta en 2010, cuando ya la reestructuración de las cajas estaba candente. Para Fainé la fusión tenía todo el sentido del mundo, porque se creaba una entidad de dimensiones muy competitivas en el contexto europeo, con importantes participaciones industriales y una obra social que daba lugar a la principal fundación del continente.
Pero se encontró con que el PP, que gobernaba la Comunidad de Madrid y controlaba la caja, ya había asignado a Rodrigo Rato para presidirla en sustitución de Miguel Blesa, en una decisión que tuvo que superar muchos escollos dentro del partido. La fusión era inviable. Difícilmente iban a mandar dos gallos en el mismo corral. La Caixa se encaminó entonces a crear CaixaBank, a la que incorporaría un ramillete de cajas, y Caja Madrid a encabezar Bankia con otras seis entidades bajo el mando omnímodo del exvicepresidente.
El destino quiso que, sin pasar mucho tiempo, Fainé fuera testigo directo de la defenestración de Rato. La gestión de Bankia y los manejos que, como se ha visto posteriormente, se llevaron a cabo bajo el mandato de este (tarjetas black, contratos publicitarios...) obligaron a actuar al Gobierno de Mariano Rajoy (había ganado las elecciones en 2011). Fue su ministro de Economía, Luis de Guindos, quien orquestó una reunión dominical en la que participaron Emilio Botín, Francisco González y Fainé (es decir, Santander, BBVA y CaixaBank) para analizar las posibles soluciones y programar el relevo de Rato por José Ignacio Goirigolzarri.
Fainé, mientras tanto, seguía a lo suyo, al frente de CaixaBank y Criteria, el holding en el que se agrupan las participaciones en la propia CaixaBank y bancos filiales (East Asia e Inbursa), así como las de Naturgy, Cellnex, Saba, Suez y Telefónica, donde se mantiene como vicepresidente pese a que en 2016 tuvo que dejar la presidencia de CaixaBank por imperativo legal para centrarse en la Fundación La Caixa y en Criteria, así como en la CECA, la antigua patronal de cajas, que sigue presidiendo. Toda una institución en Cataluña, con una gran influencia en las instituciones que se extiende a Madrid, no le tembló el pulso para apoyar el cambio de sede de Barcelona a Valencia por cauda del impacto que el independentismo tenía en la entidad financiera.
Al tiempo se ha podido dedicar a su otra pasión, la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE), que fundó y desde la que cada año suele mandar recados centrados en las necesarias reformas estructurales, cambios de tercio en la política económica, la petición de consensos, la buena calidad del sistema educativo, el correcto funcionamiento del mercado laboral, la regulación adecuada de la competencia o el diseño acertado del sistema tributario.
El periplo de Isidro Fainé se completa con su entusiasmo por la filantropía, que probablemente le viene de la infancia y que realiza desde la Fundación La Caixa, donde maneja 500 millones para abordar la obra social con acciones contra la pobreza y la desigualdad, entre otras. “Las empresas deben ser solventes, rentables y humanas”, suele enfatizar. Ello le ha valido ser el único español en la lista de los filántropos de Forbes junto a Warren Buffett, Bill Gates, Michael Bloomberg, Mark Zuckerberg, George Soros, Jeff Bezos o Carlos Slim.
Eso no le impidió seguir de cerca la evolución de CaixaBank, que había dejado en manos de Jordi Gual, y esperar la oportunidad, que llegó el año pasado, cuando la pandemia allanó el camino a Bankia. Esta vez no se podía perder. Fainé pudo negociar sin rendijas con Goirigolzarri la perseguida integración, no sin antes recibir las bendiciones de la vicepresidenta Nadia Calviño, representante del 62% que el Estado tiene en Bankia como consecuencia del rescate de la entidad tras el fiasco de Rato.
El martes, la CNMC autorizó la operación con condiciones fáciles de superar. Fue un día grande para Fainé, que con 78 años culminó aquella gran obsesión que no contó a los periodistas que le escuchaban en La Magdalena.
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