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Subir el salario mínimo: ¿un impulso a la demanda o una medida temeraria en medio de la crisis?

La voluntad del Gobierno de elevar de nuevo el SMI genera un reguero de discordancias entre detractores y partidarios

Una camarera se dispone a servir en una terraza de un restaurante de Avilés (Asturias) el pasado lunes.
Una camarera se dispone a servir en una terraza de un restaurante de Avilés (Asturias) el pasado lunes.Jorge Peteiro (Europa Press)
Gorka R. Pérez

El debate interno en el seno del Gobierno entre los ministros del PSOE y los de Unidas Podemos acerca de la conveniencia de aprobar una nueva subida del salario mínimo interprofesional (SMI) para 2021 no es exclusivo de la esfera política. Tanto en el plano académico como a pie de calle se suceden argumentaciones discordantes que ofrecen refugio tanto para partidarios como detractores. De hecho, en muchos casos el mismo argumento llega a utilizarse como bandera en ambos bandos.

Es lo que sucede, por ejemplo, a la hora de equiparar la subida del SMI con un incremento de la demanda y el consumo. Desde la bancada sindical se mantiene que una mejora de los sueldos en aquellos que menos cobran repercutiría en una inyección inmediata en el gasto. “Eso es lo que necesitamos en estos momentos y este grupo de personas beneficiadas, que serían unos dos millones, van a convertir prácticamente el 100% de esa mejora en demanda, con la que se va a romper la dinámica de ahorro que se ha registrado en los hogares en los últimos meses”, defiende Carlos Martín, director del Gabinete Económico de CC OO, que en su reunión del martes con el Gobierno reclamó una subida del 1,8%. Según su perspectiva, congelar el salario mínimo sería “contraproducente” y generaría “una dinámica procíclica” a la caída de la economía.

Sin embargo, de llevarse a cabo esta subida sería un paso más en una curva que no ha dejado de crecer en los últimos años. Pero, ¿con qué resultados? “El único intento de evaluar cuáles fueron los efectos de las anteriores subidas del SMI en el empleo lo llevó a cabo la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) y fue un ejercicio pequeño, con microdatos, que determinó que tuvieron poca incidencia. Sin embargo, el panorama ha cambiado dramáticamente con la aparición de la covid-19”, apunta Marcel Jansen, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid y colaborador desde 2009 con la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). “Las subidas del SMI antes de la covid han mejorado las vidas de muchas personas, pero la perspectiva ahora ha cambiado. Si queremos mejorar el poder adquisitivo de personas con bajos salarios debemos huir de pensar que esto se hace solo con mejorar el salario mínimo”, amplía.

En España, a diferencia de otros países europeos en los que existe también la figura del SMI, la cuantía del sueldo base se determina de manera universal e indiscriminada para todos los trabajadores de los distintos sectores, una particularidad sobre la que se apoyan algunas voces contrarias a un nuevo aumento. “Hay sectores que pueden absorber un incremento del SMI porque no han sufrido tanto en la crisis y se han recuperado bastante bien, como buena parte de la industria, o los servicios profesionales. El problema está en otros como la hostelería o el turismo, donde se concentran empresas muy endeudadas y que en estos momentos están al borde de la insolvencia”, advierte Raymond Torres, director de coyuntura en Funcas.

“Una persona que tenga, por ejemplo, un bar y a sus trabajadores en ERTE, si a la hora de reincorporarlos encima les tiene que pagar más puede llegar a tomar la decisión de cerrar. En el corto plazo puede parecer mejor subir el salario que no hacerlo, pero mirándolo en perspectiva es pan para hoy y hambre para mañana”, se suma José Luis Fernández, director de la cátedra Iberdrola de Ética Económica. “Tomar una medida como esta sería un jarro de agua fría para todas aquellas pequeñas empresas que son, en el fondo, las que van a estimular las contrataciones”, añade.

Tendencia en Europa

La decisión de subir o no el SMI, además, es exclusiva del Gobierno, ya que la norma solo obliga a una consulta con los agentes sociales. Desde el Ministerio de Trabajo enmarcan la voluntad de elevar el salario mínimo dentro de la tendencia que han establecido otros países como Alemania o Francia, y que conforman ese nuevo paquete de medidas para una afrontar un nuevo tipo de crisis económica. Aun así, este argumento tampoco resulta del todo convincente para los detractores.

“España es el país que en su mercado laboral ha sufrido el mayor golpe de todos los países europeos y muchas de las ocupaciones afectadas son actividades con salarios bajos”, incide Jansen. “Además, en el resto de los países no han existido unas subidas acumuladas del SMI en los últimos años como en España. No es nada descabellada una petición por parte de los empresarios de una congelación o cuasicongelacion del SMI. En vez de insistir tanto en subirlo este año, sería más importante que, tanto el Gobierno como los interlocutores sociales, intenten llegar a un acuerdo sobre cómo llevarlo a cabo en los próximos años. Podría ser por medio de un pacto plurianual o un procedimiento que vincule la evolución del salario mínimo a la evolución del mercado laboral, que sería más apropiado”, añade Jansen.

“No entenderíamos, de ninguna de las maneras, que no se suba el SMI. No hay ninguna razón objetiva. ¿Qué pasa, que en Portugal, que ha subido el SMI un 4,7%, no ha habido pandemia?”, aseveró Pepe Álvarez, líder de UGT, el martes en una entrevista en Espejo Público. Desde su sindicato abogan por una subida del 5% con la que se alcanzarían los 1.000 euros, que se repartirían en 14 cuotas, otra de las diferencias con respecto al resto de países europeos.

No solo el origen vírico de esta crisis económica determina, a juicio de los expertos consultados, la relación de medidas a adoptar para solventarla. También influye otra serie de valores alejados de las tablas económicas y que se esconden en el interior del individuo. “En esta crisis el factor psicológico tiene mucha importancia, y la incertidumbre es un agravante nuevo. En la primera ola se resolvió este problema con los ERTE y los créditos ICO, pero en la segunda ola no vale porque tenemos empresas que están endeudadas. Y ahí es donde el SMI puede incidir negativamente. En países como Francia, por ejemplo, abogan incluso por subvenciones salariales para las empresas de los sectores más afectados con los que quieren evitar que se reduzcan las plantillas”, relata Torres. “Si luchamos por un SMI justo y digno no podemos romper la baraja unilateralmente ni en un sentido ni en otro. No creo que este sea el momento de prometer algo así”, remacha Fernández.

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Sobre la firma

Gorka R. Pérez
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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