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Empresas y familias refuerzan su apuesta por el ahorro ante la incertidumbre económica

EE UU lidera el incremento de los depósitos bancarios durante la pandemia gracias a las políticas de sostenimiento de rentas, según la OCDE. El paulatino regreso a la normalidad, clave para destrabar lo acumulado

Ignacio Fariza
Una mujer pasa frente al anuncio de un depósito bancario, en 2019.
Una mujer pasa frente al anuncio de un depósito bancario, en 2019.SAMUEL SÁNCHEZ

La pasada primavera, en lo más duro de los confinamientos y con medio mundo observando asombrado desde su casa cómo un virus microscópico atenazaba la actividad, una frase hacía furor en las plantas nobles empresariales: cash is the king, el dinero líquido es el rey. La facturación se había quedado en los huesos de la noche a la mañana y los planes de inversión congelados, y el acopio de liquidez emergía como única alternativa. Aquellos días han quedado atrás, pero más de siete meses después la máxima permanece. No solo en la mente de las empresas sino también en la de muchos hogares, que ante la imposibilidad material de gastar lo ingresado en este último periodo y, sobre todo, ante el temor de una crisis aún de final incierto han ahuchado más de lo que nunca imaginaron.

En tiempos de incertidumbre radical y retracción de consumo e inversión, todos los caminos desembocan en dos palabras: ahorro, liquidez. La crisis del coronavirus ha disparado los depósitos bancarios de familias y empresas en los países ricos, según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): aunque en España la pujanza del ahorro es significativa, no es ni mucho menos la única economía avanzada en la que los depósitos se han multiplicado desde el primer confinamiento.

Solo un país rico escapa del patrón de aumento del ahorro familiar: Dinamarca, donde el ahorro de los hogares en lo que va de año está por debajo de la media del último lustro. En el resto de casos —y no son pocos: 27 países europeos, americanos y asiáticos forman parte del análisis de la OCDE—, el aumento de los depósitos bancarios a nombre de personas físicas crece por encima de la media entre 2014 y 2019.

Tanto en hogares como en empresas, donde más crece el ahorro es en Estados Unidos, el país en el que el consumo es religión y en el que la propensión al ahorro no ha sido nunca la inclinación predilecta de sus ciudadanos. En buena medida, este cambio de tendencia tiene que ver con las políticas de sostenimiento de ingresos por parte del sector público, que no solo han conseguido frenar el zarpazo de la crisis sino que han provocado un inédito aumento de la renta media disponible en tiempos de recesión. Allí, los depósitos de las empresas no financieras se disparan casi un 40% hasta septiembre y los de los hogares aumentaron en alrededor de un 15%.

Políticas de mantenimiento de rentas

Además de en la citada incertidumbre económica en máximos —el llamado “ahorro preventivo”, que se dispara en todas las recesiones— y en la imposibilidad literal de gastar el dinero que entra en cuenta cada mes —bares y restaurantes cerrados durante buena parte del año, comercios a medio gas y menores necesidades de transporte y de consumo fuera del hogar por el avance del teletrabajo—, las causas a este fenómeno hay que buscarlas, según el organismo con sede en París, en las políticas de mantenimiento de las rentas por parte de los Gobiernos. El caso de EE UU es paradigmático, pero ni mucho menos único: con los ERTE y similares, prácticamente todos los Gobiernos europeos han tomado el mismo camino.

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“El efecto debería ser temporal y disiparse a medida que las medidas de contención se van levantando gradualmente y la demanda reprimida se va satisfaciendo”, apuntan los técnicos del think tank con sede en París en su última revisión económica, presentada el martes. El grueso del crecimiento de los depósitos, añaden, se concentró en el periodo entre marzo y mayo, los del confinamiento más estricto. En los meses siguientes, según sus datos, la tasa de crecimiento de los depósitos tanto de hogares como de empresas se ralentizó pese a seguir por encima de la media de los cinco años anteriores. Ahí sí, el ahorro preventivo ha jugado un papel muy relevante, con efectos que “probablemente” serán “más persistentes”.

Todos los apartados del consumo se han visto golpeados en los últimos tiempos, pero el hachazo ha sido especialmente significativo en los nichos más dependientes de los clientes de alto poder adquisitivo. “Los hogares de renta alta tienden a gastar una fracción mayor de sus ingresos en servicios muy afectados por las medidas de contención [del virus]: viajes, restaurantes y eventos culturales”, apuntan los técnicos de la OCDE. En ese caso, solo la vacuna podrá destrabarlo del todo: el fármaco sería, en fin, el factor que sacaría del congelador el dinero que ha quedado latente para devolverlo al circuito cerrado de la economía en forma de consumo o inversión. Justo cuando más se necesita.

El ahorro que no se transformará en inversión ni en consumo

Incluso tras la vacuna y el regreso de la economía a su cauce habitual, un tipo específico de ahorros no se transformará en consumo o inversión: parte de la liquidez acopiada por las empresas está en la caja de compañías “beneficiadas por la crisis, particularmente en el sector tecnológico”, con pocos incentivos para destinar ese dinero a inversión productiva. Y otras empresas, remarca la OCDE, simplemente utilizarán esos fondos acumulados en liquidar adeudos con acreedores, lo que tampoco ayudaría a detonar el círculo virtuoso. En cuanto a los hogares, los técnicos del organismo también recuerdan que aquellos con mayor poder adquisitivo -en los que se ha concentrado buena parte del ahorro durante la Gran Reclusión- tienen una menor propensión marginal al gasto que el resto y, “por tanto, una reducción de la incertidumbre y de las medidas de contención no llevarían necesariamente a un fortalecimiento generalizado del consumo”.


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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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