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Alicante salva el verano con los vecinos de siempre

Nacionales y extranjeros con segundas residencias sustituyen a los turistas al sur de la Costa Blanca

Playa del Cura, en Torrevieja.
Playa del Cura, en Torrevieja.EUROPA PRESS
Rafa Burgos

Al principio, Fernando Arce, madrileño de 77 años, y su familia ni siquiera se plantearon pasar unos días en su segunda residencia, situada en Torrevieja (Alicante), tras la alarma sanitaria de la primavera. Luego, decidieron “dar una limpieza a la casa y airearla, para que no estuviera cerrada tanto tiempo”. Pero una vez en la costa en la que han pasado los meses de julio y agosto de las últimas décadas, descubrieron que el panorama era mejor de lo que esperaban. Sobre todo, en las playas. “Están parceladas muy bien, no te tienes que arrimar a nadie”, relata Fernando. Ahora, él, su mujer y su hija esperan a su yerno y su nieto. Y aún no saben cuándo volverán a Madrid.

Fernando es uno de los miles de propietarios españoles que nutren el turismo residencial del litoral sur de Alicante, el de la comarca de La Vega Baja, que va desde la desembocadura del Segura en Guardamar hasta la frontera con la región de Murcia en Pilar de la Horadada, pasando por Torrevieja y Orihuela Costa. Una zona en la que apenas hay hoteles y que se puebla en invierno y verano de ciudadanos españoles y extranjeros con una vivienda en propiedad. Un modelo turístico que, según lo define José Luis Gascó, director del Instituto de Estudios Turísticos de la Universidad de Alicante (UA), se ciñe a “viviendas individuales, turísticas reguladas o propiedad de los desplazados temporal y periódicamente”.

En este verano de distanciamiento social y mascarillas, el turismo residencial puede suponer una ventaja frente al hotelero, representado en la provincia por el gran icono del sector, Benidorm. Frente a los 131 hoteles con que cuenta la capital turística de la Costa Blanca (con 68.337 habitantes), Torrevieja (83.337) y Orihuela (77.414, de los que 23.945 viven en la costa) tienen apenas 17 establecimientos entre las dos. En opinión de Gascó, pasar las vacaciones en casa podría apuntalar la percepción de seguridad del visitante “por cuanto el contacto con otras personas es mucho más fácil de controlar por el propio turista”, ya que “no coincide en zonas comunes salvo en lugares públicos y siempre por decisión propia”.

Desde la patronal hotelera de Benidorm, Hosbec, admiten este supuesto. “Los turistas de residencia en propiedad siguen viajando a una extensión de su propia vivienda”, manifiesta Nuria Montes, secretaria general de Hosbec. Y otro sector eufórico es el del alquiler de residencias de lujo, chalés unifamiliares con piscina, cuya oferta está agotada esta temporada. Los hoteles, continúa Montes, habían “mejorado las expectativas de apertura, con un 60% de la oferta de Benidorm disponible”. Sin embargo, los malos datos sanitarios de julio y agosto han hecho que la demanda se esté volviendo a contraer, pese a que “los destinos turísticos y hoteles son tan seguros como las viviendas”, afirma Montes. En el caso de alquileres por días en plataformas de internet, la situación es catastrófica, añade la representante de Hosbec.

Fernando y Ana, un matrimonio de Móstoles que tiene una segunda residencia en Torrevieja. Foto: Pepe Olivares
Fernando y Ana, un matrimonio de Móstoles que tiene una segunda residencia en Torrevieja. Foto: Pepe Olivares

En La Vega Baja, los residentes españoles, de momento, han respondido. Fernando y su familia han tenido que variar sus paseos por la fachada litoral de Torrevieja por “zonas menos concurridas”. Y han establecido en La Mata, un arenal casi virgen y muy amplio, su base de operaciones, donde se reúnen cada mañana con amigos que proceden de municipios madrileños como Móstoles, Getafe o Alcorcón. “Sí han venido, sí”, corrobora el alcalde torrevejense, Eduardo Dolón, quien, como su homólogo en Orihuela, Emilio Bascuñana, se ha ocupado de establecer rígidos protocolos en los lugares con tendencia a masificarse. Ambos exigen “medidas de seguridad tanto en origen como en destino” para los viajeros extranjeros, dice Dolón. “La solución más adecuada para prevenir los contagios en estos casos es el establecimiento de normas europeas para someter a análisis a los turistas”, añade Bascuñana.

Control aeroportuario

El control aeroportuario es fundamental para La Vega Baja. En Orihuela Costa, el inglés es casi la lengua oficial debido a la gran afluencia de residentes británicos, la nacionalidad con más representantes. Aquí, los servicios de limpieza viaria del Ayuntamiento han detectado tan solo un 20% de descenso en la cantidad de residuos recogidos. De 75 toneladas el año pasado a 60 en 2020. Algo similar sucede tierra adentro, donde hay localidades, como Rojales o San Fulgencio, que rozan el 70% de ciudadanos extranjeros, según datos del INE. En Rojales, la concejal de Turismo, Miriam Trives, asegura que “no se ha notado un descenso brusco en servicios básicos, como recogida de basuras o gasto de agua” respecto a años anteriores.

Este modelo turístico sin hoteles y para foráneos no es exclusivo, pero sí definitorio. “La provincia de Alicante es la de mayor número de propietarios europeos de España”, afirma Jesualdo Ros, secretario general de la Federación de Promotores Inmobiliarios y Agentes Urbanizadores de la Comunidad Valenciana (Feprova). “Tenemos suerte”, subraya Ros, “porque se trata de un turismo cautivo que genera todo su movimiento aquí, mientras que otras comunidades dependen en mayor medida del alojamiento hotelero”. Ros también preside la patronal de los promotores alicantinos, Provia, cuyos datos señalan que la compraventa de segundas residencias se ha mantenido, incluso durante el confinamiento. “Se trata de una actividad en la que tres meses de inactividad apenas se notan”, sostiene, “tan solo se han tenido que aplazar las entregas” que debían haberse realizado en abril.

Según el observatorio de Turismo Residencial de Provia, en el primer trimestre de 2020 se realizaron 4.369 transacciones de vivienda de compradores extranjeros. 1.000 menos que en el mismo periodo de 2019, un centenar más que en 2016. La percepción del sector es positiva, dice Ros, “el mercado está sano”. “Apenas hay cancelaciones y los precios presentan solo un ligero incremento”, prosigue. Por eso insistieron durante los momentos más duros de la pandemia en “no paralizar la actividad”, puesto que necesitaban “seguir con las obras de las viviendas ya vendidas para cumplir los contratos”.


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