El turista, temido en el pueblo y deseado en la costa
EL PAÍS viaja a dos localidades turísticas, una en el interior y otra en la costa, para ver cómo retoman el negocio estival con el miedo a los rebrotes
“El peligro para nosotros empieza ahora”. Con esta frase resumen los vecinos de Urueña, un pueblo turístico de 200 habitantes a unos 50 kilómetros al Noroeste de Valladolid, el ánimo con el que han empezado este verano 2020 marcado por la pandemia de la covid-19. En este lugar, que se cerró una semana antes de la declaración del estado de alarma, no ha habido ni un solo caso de coronavirus y de ahí la inquietud de sus habitantes ante la llegada de las vacaciones, cuando la población casi se triplica. Ante el auge del turismo rural de este año, muchos pueblos viven en esta dicotomía entre el miedo y la necesidad de recuperar al turista. Hay ganas de que vuelvan a llenarse sus calles, pero con mucha precaución. ”Aquí vivimos del turismo, pero si me dices que van a venir cien personas de golpe al pueblo, te digo inmediatamente que no. No queremos ni autobuses ni masificaciones, preferimos algo familiar y tranquilo”, asegura su alcalde, Francisco Rodríguez.
En la costa, el destino turístico por excelencia en el periodo estival, el espíritu es otro. Los vecinos de San Francesc Xavier, un pueblo de casi 3.000 habitantes y capital de la isla de Formentera, tienen bastante claro que la temporada hay que empezarla ya, y eso es gracias a la llegada de los turistas. “Nuestro único motor económico es el turismo. Hemos tomado todas las precauciones para que esto sea un destino seguro y hay que recuperar la economía acostumbrándonos a esta nueva normalidad, sin miedo”, afirma la presidenta del Consell de Formentera, Alejandra Ferrer. Aquí el coronavirus pasó casi de puntillas dejando tan solo 10 casos confirmados y un fallecido. Las calles de San Francesc han empezado a recuperar el bullicio del verano con sus restaurantes y tiendas recién abiertas. Los empresarios y los comerciantes tienen ganas de volver a vivir la temporada y de que la economía funcione. Así lo resume el presidente de la Pequeña y Mediana Empresa de Formentera, Pep Mayans: “Lo que tenemos que hacer es aprender a convivir con el virus y encontrar un equilibrio para volver, por lo menos, a acercarnos a las cifras del pasado”. En el año 2019, llegaron a esta isla 1.295.000 viajeros, la mayor parte de ellos procedentes del extranjero y en este 2020, de momento, la afluencia está siendo principalmente del mercado nacional, según datos del departamento de turismo del Consell.
El miedo de las personas mayores
La población de Urueña, conocida como la Villa del Libro, vive mayoritariamente del turismo gastronómico y de la cultura con cinco museos y once librerías abiertas. Su vecindario presume de ser el único pueblo de España que tiene más museos que bares, pero sus tranquilas calles no han recuperado todavía la vida de antes de la pandemia. “Las librerías, los museos y los restaurantes tienen que volver, pero también tenemos miedo por nuestros vecinos. Aquí el 60% tiene más de setenta años y estamos seguros de que el virus todavía no ha estado en Urueña. Entonces nos encontramos como Meryl Streep en La decisión de Sophie”, asegura Luis Enrique Valdés, director del museo E-LEA Miguel Delibes, que compara la situación que viven sus vecinos con la película donde la actriz americana se veía obligada a elegir entre la vida de uno de sus dos hijos.
Dos campañas de promoción turística muy diferentes
Bien distintas han sido también las campañas de promoción turística que han lanzado las dos localidades. Mientras el Consell de Formentera se ha dirigido directamente a los turistas, con vídeos a través de las redes sociales, con lemas como “Te hemos echado de menos” o “Queremos que vuelvas”, en Urueña se pide responsabilidad y seguridad al veraneante con la campaña Turismo responsable, lanzada por la Asociación de Los Pueblos más bonitos de España, a la que pertenece esta población vallisoletana. Ante la expansión del turismo rural, el presidente de esta asociación, Fran Mestre, asegura que lo único que quieren es concienciar a la gente cuando visiten estos pequeños vecindarios: “Lo que pedimos es la misma responsabilidad en la ciudad que en el pueblo, mascarillas y distancia de seguridad. Que la gente no se relaje por venir al pueblo porque parezca un sitio más seguro”, añade.
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