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La apuesta empresarial de Iker Casillas para el corazón

Idoven, la empresa en la que ha invertido el guardameta, utiliza la tecnología para el cuidado cardiaco

Iñigo Juantegui, Manuel Marina y José María Lillo.
Iñigo Juantegui, Manuel Marina y José María Lillo.

Cuando Manuel Marina supervisaba como cardiólogo del Centro Superior de Deportes la salud de varios olímpicos españoles, se reafirmaba en que el cuidado del corazón requiere tiempo y atención, dos privilegios de la “mejor medicina” reservados a pequeñas élites como la de aquellos deportistas. El ingeniero José María Lillo, que por entonces realizaba una tesis doctoral de inteligencia artificial (IA) aplicada a la cardiología, le ayudaría a responder a la pregunta de cómo extender esas ventajas. “La tecnología”, le ilustró. “Sólo con eso teníamos ya parte de la idea”, recuerda Marina. Emplearían IA para sustituir al médico en el seguimiento del paciente. No serían pioneros en hacerlo, pero casi. Con el tiempo y sumando a un tercer socio, Iñigo Juantegui, cofundador de las empresas La Nevera Roja y OnTruck, redondearían la apuesta. Ni siquiera necesitarían facultativos para auscultar a los pacientes: les bastaría con enviar un kit profesional a domicilio.

Con una facturación en 2019 de 100.000 euros, Idoven ha cumplido dos años con una previsión de ingresos para 2020 de 350.000 euros y sumando como inversor al portero de fútbol Iker Casillas, que sufrió hace un año un infarto mientras entrenaba. La start-up cuenta con 12 trabajadores, opera en España y “gana presencia” en otros países europeos y en México, defiende Marina. El grueso del equipo lo conforman cardiólogos e informáticos empleados en desarrollar de forma continua el software que utilizan para diagnosticar “hasta 58 afecciones del corazón” y que se alimenta de “datos libres” que les proveen gratuitamente los hospitales, abunda el especialista, líder de un equipo con una treintena de artículos en publicaciones científicas.

El 90% de los ingresos de Idoven procede de servicios a hospitales, públicos y privados, a los que prestan asistencia en la monitorización de pacientes con problemas cardiacos, y de contratos con empresas como Google o Banco Santander, que ofrecen asistencia sanitaria en remoto a parte de sus empleados. El 10% restante corresponde a compras individuales. Para este servicio tienen dos precios: 99 euros por una monitorización de 24 horas y 450 por una de 21 días. En cualquiera de los dos casos, el comprador recibe a domicilio un chaleco y un equipo profesional, que devuelve tras el tiempo contratado para ser informado a los pocos días de su diagnóstico. “El objetivo es convertir ese 10% en un 50% en tres años”, apunta Marina.

No le faltan razones para creer en ello. Según la consultora Preqin, los fondos de capital riesgo han invertido en el primer trimestre de este año 7.500 millones de euros en tecnologías de la salud, un 75% más que en el año anterior. Con el coronavirus asentando nuevos hábitos, la medicina en remoto acapara ahora parte de esa inversión. “Percibimos esa tendencia. Desde que empezó la epidemia, cae la facturación con hospitales, pero aumentan los compradores individuales”, sostiene el cardiólogo.

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