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El centro de idiomas se reinventa

Speak&Go impulsa el aprendizaje de lenguas a través de campamentos y años escolares en el exterior

Silvia García, de pie, junto a María Concepción Olmos, fundadoras de Speak & Go.
Silvia García, de pie, junto a María Concepción Olmos, fundadoras de Speak & Go.Santi Burgos

María Concepción Olmos es consciente de la importancia de aprender otros idiomas. Ella lo hizo de forma superficial en la escuela y quiso darle un mayor empujón a su hija al enviarla ocho semanas a Reino Unido a que perfeccionara su inglés, pero la experiencia no fue la esperada. “Empezó a tener problemas en la casa en la que estaba. Empezamos a ver que la señora [de la casa de acogida] bebía, que no le hacían ni caso. Cuando intentamos reclamar a la compañía que la llevó, no nos prestaron atención”, cuenta la madrileña.

Han pasado nueve años desde la poco idílica experiencia y ahora Olmos y su socia, Silvia García, son las dueñas de Speak&Go Idiomas, una empresa que envía anualmente a cerca de 200 niños y adolescentes al exterior para el perfeccionamiento del inglés, alemán y chino mandarín.

Empezaron en Inglaterra e Irlanda, y se fueron expandiendo a países como Alemania, EE UU y Canadá. Actualmente ofrecen programas en varias modalidades: desde estancias en grupo de entre dos y ocho semanas, hasta un año escolar completo en otro lugar del mundo. En la mayoría de los casos, los alumnos se hospedan con familias locales que tienen como principal condición no ser hispanoparlantes, aunque también se puede solicitar vivir en residencias o internados. Los usuarios son desde niños desde seis años hasta adultos que necesitan una formación rápida, aunque la media de edad está en los 17 años. La prioridad es el aprendizaje. “Esto no es turismo. Todos nuestros programas son para aprender el idioma y si de paso la pasan bien, genial”, afirma García.

Los precios varían de acuerdo al destino, la longitud de la estancia y el tipo de alojamiento. En el caso de los campamentos de verano, el coste oscila entre los 1.900 y los 4.000 euros, mientras que los años escolares tendrán un precio de entre los 10.000 y los 23.000 euros, una opción que es cada vez más demandada. “Los programas de verano son un empujón a un idioma, a un niño le das la confianza para que se suelte, pierda el miedo y empiece a hablar, pero verdaderamente el idioma se aprende estando un año fuera”, asegura Olmos.

Las dos socias transitaron el camino del emprendimiento desde su profesión como periodistas en grandes empresas. Al principio sentían cierto sentimiento de culpa porque su trabajo no estuviese en una oficina con un horario fijo. “Nos sentíamos mal porque estábamos acostumbradas a la cultura de fichar. Hablaba con proveedores y pensaba: ‘¿Cómo les explico que estoy en mi casa?’ —nadie me preguntaba, por cierto— y después me di cuenta de que todos lo hacen: EE UU, Canadá, Inglaterra, Alemania…¡y yo con vergüenza!”, recuerda García.

Además, la edad de ambas y la idea de meterse en un sector que no conocían sembró algunas dudas. “Nos pusimos a emprender con más de 40 años. Me decían mis amigas: ‘¿Te vas a poner en otro sector y en plena crisis?’ Pues lo hicimos con muchas ganas, algo que seguimos manteniendo”, afirma Olmos. Están tan comprometidas con el proyecto que llegaron a escribirle al expresidente Mariano Rajoy invitándolo a uno de sus programas para que entendiera la importancia de este tipo de educación y volviera a dar becas para estudiar en verano en el extranjero, ayudas que se eliminaron en los primeros años de la recesión. ¿La respuesta? Moncloa rechazó la oferta y las becas no han vuelto a ser entregadas.

Lo que diferencia este servicio de otros similares, según las madrileñas, es su atención personalizada. En el caso de los campamentos grupales, siempre van acompañados de un monitor, entre los que se incluyen las propias fundadoras y antiguos alumnos del programa. “Tenemos el mismo tipo de vida que ellos. Vemos cuáles son sus necesidades y conocemos de primera mano todo lo que sucede”, afirma Olmos. Además, mantienen un contacto continuo con los padres. “Sabemos lo poco comunicativos que son los adolescentes, por lo que a nosotros nos gusta informar a los padres de lo que hacemos todos los dìas”, explican.

Con una facturación que superó los 200.000 euros en 2018, y un beneficio cercano a los 50.000 euros, las madrileñas están muy orgullosas de lo que han logrado. “Los padres buscan confianza, y somos una empresa creada por madres, para la tranquilidad de los padres”, concluye.

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