Primavera económica
La inversión extranjera, el petróleo y la política fiscal aportan un nuevo y pasajero impulso
La economía española se está beneficiando de nuevos vientos de cola que explican la senda de suave desaceleración, que contrasta con el frenazo europeo. Los principales centros de análisis que componen el Panel de Funcas anticipan un crecimiento del 2,2% para este año, el doble de la estimación de consenso para la zona euro. El debilitamiento de los mercados internacionales y las tensiones proteccionistas están pasando factura a todos los exportadores —tal vez con más intensidad en el caso de España—. Sin embargo, la diferencia reside en la demanda interna, que se expande a un ritmo anual del 2,4% según la previsión de los analistas, cerca del triple de la media europea.
Todos los componentes de la demanda muestran dinamismo, pero destaca la inversión, tanto residencial como en bienes de equipo. El consumo privado también se incrementa a buen ritmo, lo que hace temer una caída adicional de la tasa de ahorro de los hogares.
Esta evolución refleja un nuevo impulso externo, empezando por el plus de poder adquisitivo que genera la moderación de los precios de importación. El barril de petróleo se ha abaratado, desde unos 85 dólares en octubre hasta cerca de 65 en las últimas semanas, algo que contribuye a que la inflación se haya moderado incluso más que en los países vecinos. No olvidemos que nuestra economía sigue siendo una de las más dependientes del petróleo, lo que en este caso ha resultado ser positivo. Para este año se espera un incremento tanto de los precios a la producción como de las remuneraciones por asalariado del 1,7%, frente a un IPC del 1,4%. Es decir, se prevé un ligero incremento de poder adquisitivo para los asalariados y a la vez más excedentes empresariales.
La inversión extranjera es otro viento de cola, que sopla con más fuerza desde que otros destinos como Italia y Reino Unido se enfrentan a serias incertidumbres. Se incrementa la inversión directa, que sirve para crear nuevas unidades productivas o ampliar capacidad ya existente. Además, la entrada de capital financiero (inversión en cartera) apuesta por el largo plazo. El Tesoro Público vende bonos con vencimientos a 10 y 30 años a un coste cada vez más reducido, que facilita la financiación de una deuda pública cuyo crecimiento parece inexorable.
Finalmente, se confirma el repunte del consumo público. En el último trimestre de 2018 creció a una tasa anual del 3%, y todo apunta a que seguirá avanzando a un ritmo relativamente elevado. La previsión de consenso para el conjunto del año es del 2,1%, lo que provocará un preocupante desvío presupuestario. Ningún analista opina que se alcanzará el objetivo oficial de déficit público —un 1,3%—. El consenso es que este se sitúe un punto por encima, en el 2,3%.
Es probable que estos nuevos impulsos se mantengan a lo largo del presente año, pero sus efectos irán amainando. El precio del petróleo parece haberse estabilizado y las restricciones a la producción en los países exportadores hacen temer un encarecimiento. No es descartable que las entradas de capital extranjero se intensifiquen, especialmente si la nota crediticia mejora. No obstante, parece inverosímil que se mantenga la tendencia registrada en 2018, con una inversión que se multiplicó por seis. Por otra parte, la mayoría de analistas anticipa que el contexto internacional se mantendrá igual de deteriorado, o podría ir a peor. Por tanto, no cabe esperar una recuperación acusada de las exportaciones. Además, las inyecciones de liquidez anunciadas por el BCE no van a aportar un estímulo suficiente como para contrarrestar esta tendencia recesiva.
Solo quedaría, por tanto, la política fiscal, que tiene poco recorrido, por chocar con evidentes limitaciones. Con todo, los analistas prevén todavía un crecimiento del 1,9% para 2020, superior a la media europea. Pero los riesgos se han intensificado, por lo que la primavera económica podría ser de corta duración.
Raymond Torres es director de Coyuntura en Funcas. En Twitter: @RaymondTorres_
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