Mieles con pasaporte

El Gobierno trabaja en un decreto para que sea obligatorio indicar los países de origen del producto, una antigua reivindicación del sector apícola

El apicultor Iván del Río muestra los procesos de extracción y etiquetado en su empresa Madrid Miel.Vídeo: VÍCTOR SAINZ

Animadas por los rayos del sol, algunas abejas salen de sus cajas y rompen el silencio con su zumbido. “Mi padre me llevaba a las colmenas desde que tengo uso de razón”, recuerda Iván del Río en un campo de encinas a las afueras de Madrid. Este apicultor salamantino de 38 años cuenta que 2018 fue muy duro para los productores españoles, desplazados por la entrada masiva de miel extranjera a precio de ganga. Sin embargo, ha acabado con una nota positiva: el Ministerio de Agricultura ha accedido a modificar el...

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Animadas por los rayos del sol, algunas abejas salen de sus cajas y rompen el silencio con su zumbido. “Mi padre me llevaba a las colmenas desde que tengo uso de razón”, recuerda Iván del Río en un campo de encinas a las afueras de Madrid. Este apicultor salamantino de 38 años cuenta que 2018 fue muy duro para los productores españoles, desplazados por la entrada masiva de miel extranjera a precio de ganga. Sin embargo, ha acabado con una nota positiva: el Ministerio de Agricultura ha accedido a modificar el etiquetado para que sea obligatorio indicar el país de origen de la miel. “Es una reivindicación histórica del sector”, exclama Del Río, que como muchos otros apicultores confía en que el mercado se recupere con esta medida.

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La actual normativa es fruto de una directiva de 2001, y no obliga a indicar el país de origen cuando se trata de una mezcla de mieles. Basta con señalar si son originarias o no de la UE o si es una combinación de ambas, sin detallar el porcentaje de cada una. Es decir, podría ser solo un 1% española y un 99% de otros países. Estas reglas enfrentan a los grandes envasadores con los productores españoles, quienes lamentan que este etiquetado perjudica su producto ante competidores —sobre todo de China— que venden mieles de menor calidad a bajo coste y confunden al consumidor.

El departamento dirigido por Luis Planas propone que la nueva etiqueta mencione el país o los países donde la miel haya sido recolectada, en orden decreciente según la cantidad, puesto que las denominaciones actualmente empleadas “no son transparentes” y “no garantizan la protección de los derechos del consumidor”. Hay dos semanas de plazo para hacer alegaciones desde la publicación del borrador del decreto el pasado 21 de diciembre.

“Si es de China que pongan que es de China, y si es de México, que es de México. Después el consumidor elegirá”, resume Antonio Prieto, responsable del sector apícola de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA). El también miembro de la mayor cooperativa de miel del país, Montemiel, asegura que este año fue imposible competir con los precios del producto importado. “El mercado está fatal”, concluye.

El gigante asiático es el primer exportador de miel hacia Europa (unas 100.000 toneladas en 2016). También España, uno de los principales productores de la UE (31.000 toneladas al año), fue invadida el año pasado por más de 10.000 toneladas de producto procedente de este país, entre críticas por su baja calidad y siempre rodeado por sospechas de fraude.

Pero China no es la única amenaza: Argentina, Ucrania, México o Uruguay están en la lista de los principales proveedores del Viejo Continente, que importa el 40% de la miel que consume. “No es un problea solo de España, es global”, afirma Del Río, quien hace menos de un año decidió montar su propia envasadora para huir de los altibajos de la venta a granel.

Santiago Escribano, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Centro y Canarias, reconoce que el sistema actualmente en vigor puede ser engañoso, pero recuerda que la lucha se tiene que librar a otro nivel. “El error es tratar de competir en el precio cuando habría que competir por la calidad”, lanza.

Los porcentajes de la discordia

La situación es tan delicada que Bruselas ha llegado a considerar la viabilidad económica de la apicultura, un sector que supone 14.200 millones de euros al año en la UE, como un “asunto crítico”. Y ha puesto también el etiquetado en el punto de mira: en un informe de marzo, el Parlamento Europeo señaló que las reglas actuales “ocultan por completo al consumidor el origen de la miel”, y sugirió que sea obligatorio indicar los países de procedencia del producto y el peso representado por cada uno de ellos.

China es el primer exportador de miel hacia Europa

De momento, el borrador presentado por Agricultura no hace referencia a los porcentajes, fundamentales para los apicultores y prescindible para los envasadores. "Sería muy complicado y tampoco aportaría gran valor", comenta Rebeca Vázquez, secretaria general de la Asociación Española de Comerciantes y Envasadores de Miel (ASEMIEL-ANIMPA). Vázquez asegura sin embargo que la asociación está a favor de que se indiquen los países de procedencia de la miel, siempre y cuando el cambio lo impulse la UE. “No se puede exigir a los envasadores españoles algo que no se pide a los demás”, explica.

También José Manuel Delgado, técnico en desarrollo rural en UPA, considera que lo “ideal sería modificar la normativa europea”, pero que de momento se está reclamando una medida nacional al igual que la que ya tiene Italia o la que tendrá la leche en España a partir de enero. En la misma línea, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y la UPA han lanzado una campaña de recogida de firmas para que Bruselas obligue a la industria a indicar con claridad el origen de todos los alimentos. Según una encuesta llevada a cabo por la organización, casi seis de cada 10 consumidores consideran muy importante conocer el origen de los alimentos, y estarían dispuestos a pagar un 10% más para tener esta información.

Del Río cuenta que su familia lleva cinco generaciones produciendo miel. Cuenta que quiere fortalecer la distribución de la miel que produce con su propia marca, Madrid Miel, y confía en que los consumidores se fijen más en la etiqueta con la nueva legislación. “Luego decidirán libremente: ellos tienen la última palabra”, dice.

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