Morrison, zapatillas con financiación colectiva
Tres emprendedores lanzaron su empresa de calzado gracias al micromecenazgo y facturan un millón de euros
Pablo Recuenco, Álvaro Patón y Álvaro Rodríguez son amigos desde el colegio y siempre habían soñado con crear una empresa. La moda era una de sus pasiones y, sobre todo, las zapatillas. Aunque cada uno estudió carreras distintas, nunca abandonaron la idea de montar juntos un proyecto que tuviera relación con su afición. Pero la escasez de recursos económicos les frenaba. “Tras darle vueltas, pensamos que para afrontar nuestra falta de dinero, podríamos montar una campaña de crowdfunding de recompensa y, con el dinero que recaudáramos, diseñar y vender zapatillas”, recuerda Recuenco. La campaña, que duró 20 días, supuso una caja de 23.000 euros con los que fabricaron 500 pares, parte de los cuales llegaron a manos de sus inversores.
Como muchos de los comienzos empresariales, el de Morrison tampoco fue fácil. Con el dinero recaudado y 6.000 euros de aportación propia, empezaron a buscar una empresa que les fabricara sus diseños. “Las 12 o 13 primeras que contactamos dijeron que no. Sus razones eran siempre las mismas: no sé quién sois, tenéis 25 años, esto no es un juego y las tiradas de producción cortas son ruinosas. Mejor iros a China”, cuenta Recuenco. Pero no solo no abandonaron la idea, sino que se empecinaron aún más. La suerte llegó en 2016 cuando un fabricante de Elche confió en ellos. La producción empezó a crecer y el año pasado tuvieron que trasladarla a una fábrica más grande en Brea de Aragón (Zaragoza), con la que trabajan actualmente. A partir de ese momento, dejaron sus trabajos para dedicarse de lleno a Morrison. “Empezamos tres, seguimos siendo solo los tres, y cada uno se encarga de una parte del negocio. En 2019 vamos a ampliar la plantilla con cuatro personas”. Ahora, solo tienen externalizado el almacén, que está subcontratado a una empresa madrileña.
Con más de 15.000 pares vendidos, producen de forma artesanal entre 100 y 200 pares por modelo, con un rango de precio que va desde 52,95 euros a 59 euros. Su canal de venta es digital. Dos veces al año lanzan cinco modelos nuevos. “Vamos retirando lo que deja de funcionar para renovar muestrario. Aún así, hay dos modelos que están desde el principio con nosotros”. Todos sus diseños son propios y artesanales. “Nos tienen que gustar a los tres, porque tenemos gustos distintos. Aunque nos lleva más tiempo y sale más caro, posicionamos la marca en el escalón de valor que queremos darle”.
A finales de este año lanzaron una segunda campaña de crowdfunding o micromecenazgo de 30 días, con la que han logrado 132.587 euros que han llegado a través de 1.592 patrocinadores. “En 24 horas llegamos a 100.000 euros”, apunta Recuenco. Un ingreso con el que van a internacionalizar la empresa para llegar a países como Bélgica, Alemania, Austria y Francia, donde sus diseños han tenido una buen acogida.
Morrison ha empezado a ampliar producto con colecciones de calcetines y camisetas, con los que apenas lleva unas semanas. Al tiempo, ya tiene presencia en tienda física a través de un acuerdo de colaboración con la firma de moda Hutton, donde venderán sus zapatillas en dos locales en Madrid y en el de Valencia. Su última aventura en proyecto es la apertura de un showroom en Madrid, en el próximo mes de febrero, que será oficina y tienda “para que todo el mundo pueda tocarlas y probárselas y con los mismos precios que en la web”.
Resultados
Durante estos dos años de actividad, la cuenta de resultados les ha sonreído. En 2017 alcanzaron una facturación de 400.000 euros y esperan cerrar 2018 con casi un millón de euros. “Todo viene a partir de las campañas de crowdfunding, un sistema que nos da independencia y donde nadie toma decisiones por ti”, argumenta Recuenco. Nunca apostaron por rondas de financiación aunque comenta que “es posible que lo necesitemos en un futuro y tengamos que abrir la puerta. Ya nos han llamado, pero no hemos aceptado, de momento”.
Recuenco explica cómo el tema del crowdfunding ha suscitado interés en muchos sectores de negocios, sobre todo en el de la moda, donde no se ha había puesto en práctica hasta que lo hizo Morrison. “Nosotros hemos aprendido a golpes, equivocándonos. Cuando empezamos habríamos hecho lo imposible porque alguien nos hubiera aconsejado. Ahora nosotros podemos asesorar a los demás, por lo que estamos en conversaciones con escuelas de negocios y universidades para contar la experiencia; por supuesto, de forma desinteresada”.
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