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¿Quieres montar una empresa? Estas son las mejores incubadoras

El vivero de la Cámara de Santiago y el Cloud Incubator de Murcia facilitan el emprendimiento más completo, según un estudio de Funcas

María Fernández
Vivero de empresas de la Cámara de Santiago de Compostela.
Vivero de empresas de la Cámara de Santiago de Compostela.

Ángel Castro se quedó sin trabajo en 2013. Se le ocurrió montar una empresa que gestionase flotas de coches, camiones o maquinaria para terceros. Lo abarcó todo: las averías, la gestión del combustible, la búsqueda de talleres más competitivos en precio, la negociación con las marcas para comprar los vehículos y el software que vinculase todos esos elementos. Su firma, Acar, nació en el vivero de la Cámara de Comercio de Santiago de Compostela y tras cinco años admite estar “encantado” con el centro de empresas que, a cambio de un alquiler que va de 114 a 286 euros al mes, le da soporte técnico y asesoramiento.

“Lo que nos diferencia, a los viveros de Cámaras y al nuestro en particular, es que somos un espacio de acompañamiento: les ayudamos a hacer el plan de viabilidad, a buscar financiación, a dar de alta la empresa... Este vivero ha conseguido invertir la pirámide de mortalidad, que en general ronda el 70%. Aquí es del 24%”.

Ese espacio de emprendimiento es considerado por la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) como el mejor del país en una clasificación recogida en el informe Los servicios que prestan los viveros en España, ránking 2018/2019, que destaca que “las buenas prácticas no son monopolio de una localidad ni de un grupo particular de regiones”. De hecho, entre los 15 primeros hay varios centros gallegos, murcianos o asturianos, y sólo dos madrileños y un catalán, polos de atracción clásicos para los emprendedores.

Cloud Incubator de Cartagena.
Cloud Incubator de Cartagena.

Tras el compostelano figura el Cloud Incubator Hub, una incubadora y aceleradora que estimula la creación de start-up en el campo de las Tecnologías de la Información de la Universidad Politécnica de Cartagena (Murcia). “Intentamos hacer una aceleración orgánica, nos implicamos con cada uno de los emprendedores. Para eso nos apoyamos en el personal de la universidad y contamos con mentores, que son personas del mundo de la empresa que quieren ayudar”, señala Andrés Carrillo, su responsable. El Cloud Incubator gestiona también el proyecto internacional Girl Power, para ayudar a mujeres empresarias. “Llevamos dos años, la primera edición contó con 36 start-up, de las cuales 12 se han consolidado [lo que significa que se han dado de alta como empresarias, tienen clientes y han recibido inversión]. Alguna de ellas se ha hecho localmente famosa”. La metodología del centro murciano es distinta a la de un centro clásico de emprendimiento. “El emprendedor llega con su idea y nunca le decimos que no es válida, no somos quién para hacer eso. Valoramos con estudios si es viable y la persona empieza a trabajar. Se dará cuenta por sí sola si merece la pena”. Tampoco le dan excesiva importancia al plan de negocio. Utilizan más la metodología del design thinking muy popular en universidades como la de Stanford, que aplica el pensamiento creativo a la resolución de problemas. “Hacemos evaluaciones con talleres. A las empresas que no son de servicios les ayudamos a que prototipen sus productos y que demuestren que funcionan antes de lanzarse a la fabricación”.

Más que cuatro paredes

Los viveros de empresa no son solo cuatro paredes y un mobiliario. El estudio de Funcas valora, para destacar a los mejores, sus acuerdos de colaboración con empresas, el asesoramiento que prestan, la financiación que ayudan a conseguir, la internacionalización o algo tan importante como el "networking" o red de contactos, una práctica generalizada en los viveros universitarios frente al resto de los centros de incubación.

En estos centros no hay idea que no se ponga a prueba. Lola Hernández fue seleccionada para el proyecto Girl Power con algo un poco arriesgado: un negocio de “cultura menstrual” que ella define desde “una perspectiva holística, feminista e intercultural con el objetivo de desmitificar el tabú de la menstruación”. Ofrece talleres a instituciones públicas y privadas y servicios personalizados de acompañamiento a las mujeres. “Soy psicóloga, integro el ciclo menstrual como una herramienta de autoconocimiento”. Ahora está “consolidando el equipo”, y valora haber recibido desde Cloud Incubator ayuda individual y apoyo para convertir su idea en negocio.

Lo mismo le ocurre a Mónica Martínez con su proyecto Memory, una empresa que “rediseña el final de las personas desde el punto de vista de la arquitectura funeraria, para hacer despedidas más humanas”. Martínez le dio muchas vueltas antes de lanzarse. “Pienso que un fallecimiento se debe vivir de forma más natural, y parece que lo escondemos. Pero puede ser que no nos interese la clásica despedida, que queramos que haya música, cerveza, o que nuestros restos descansen en una montaña”. Ha empezado a recibir sus primeros pedidos y le ilusiona pensar que su comunidad de clientes puede crecer como lo hizo, por ejemplo, Blablacar. “Entonces será el momento de que las aseguradoras tengan en cuenta el proyecto”.

Pero ante todo, en los viveros se enseña realismo y planificación. “Si una idea no te da de comer no tienes una idea, tienes una Ong”, recuerda Cardeso. En ese camino hacia el éxito la financiación es fundamental. La incubadora de Santiago, por ejemplo, intenta abrir el abanico para que no solo sea bancaria. “Tiene que ser como un traje a medida. Algunas empresas han optado por crowfunding, otras han encontrado apoyo en foros de inversión o a través del capital riesgo”. Tienen un convenio con Microbank (Caixabank) para facilitar hasta 25.000 euros sin avales, solo con la garantía del propio proyecto de negocio. Y curiosamente, no han tenido ningún impago.

El estudio de Funcas diferencia entre los mejores viveros y las mejores aceleradoras. Los primeros buscan “proteger a las empresas de las fuerzas del mercado para que puedan crecer y reducir los riesgos de fracaso”, y las segundas son espacios “para acelerar el proceso de interacción de las empresas con el mercado con la intención de que se adapten rápidamente y aprendan”. Entre las mejores aceleradoras vuelve a estar el Cloud Incubator seguida de la Fundación Ship2B de Barcelona y Mentor Day de Tenerife. Pero, mientras los viveros mantienen la misma estructura, las aceleradoras han pasado de ser generalistas (el 91% en la clasificación de 2017) a dedicarse a un sector específico en un 54% de los casos. Un 58% de las incubadoras participa con pequeños porcentajes en las empresas que promociona.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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