Rodrigo Rato, el ángel caído que nunca pidió perdón
Pese a ganar millones con sus diferentes cargos, Rato acabará en prisión por 100.000 euros gastados con las tarjetas
Han pasado casi nueve años desde que Rodrigo Rato (Madrid, 1949) cruzara la puerta de Caja Madrid para ocupar la presidencia de la entidad. Fue en enero de 2010. Ahora, como consecuencia de su gestión, está a punto de atravesar otra puerta, la de prisión, tras ser condenado a una pena de cuatro años y medio de cárcel.
En todo este tiempo, nunca ha mostrado arrepentimiento, pese a que ha comparecido ante el juez y ante los diputados en el Congreso en dos ocasiones. Es más, incluso ha mantenido un tono altivo y desafiante. “Yo no soy un político delincuente. No le voy a consentir que me lo diga amparándose en su condición de diputada”, le contestó el 9 de enero pasado a Esther Capella, diputada de ERC. Rato siempre sostuvo ser una víctima, un cabeza de turco del PP con el que se quieren limpiar culpas.
Rato tiene una biografía propia de un personaje de novela y más ahora, con su próxima entrada en prisión. Ha tenido una vida muy azarosa en la política, siempre unido al Partido Popular, y en la economía. Lo ha sido casi todo menos presidente de Gobierno; de hecho, se le considera el español que ha llegado más lejos en un cargo internacional, director gerente del FMI, con categoría de jefe de Estado. Con la misma fuerza con la que escaló puestos en la vida, los ha descendido, llegando casi a los infiernos.
Rato es licenciado en Derecho y máster en Administración de Empresas por Berkeley (California). Su padre fue el empresario ligado al franquismo Ramón de Rato Rodríguez-San Pedro, que fue encarcelado en 1967 por evadir 70 millones de pesetas (421.000 euros) a Suiza a través de su entidad, el Banco de Siero. El mismo camino siguió Ramón Rato, el hermano mayor de Rodrigo, por la misma causa. Su madre era Aurora Figaredo Sela. Ambas familias asturianas fueron propietarias de industrias y poseen títulos nobiliarios.
Entre 1996 y 2004 fue vicepresidente de Gobierno y ministro de Economía con José María Aznar. Poco después, con el apoyo del presidente Zapatero, llegó al máximo en el FMI, hasta que dimitió precipitadamente, en junio de 2007, por razones nunca explicadas. Algunas fuentes sostienen que regresó a Madrid para intentar ser candidato a presidente del Gobierno por el PP, algo que no logró porque Mariano Rajoy le bloqueó el paso.
A continuación, en diciembre de 2007, le nombraron director general del banco de inversión internacional Lazard, así como consejero de Criteria (grupo La Caixa) y de Telefónica. Así permaneció hasta enero de 2010, cuando le disputó la presidencia de Caja Madrid a Ignacio González, que entró en prisión hace meses al ser implicado en la trama Lezo. Posteriormente, González salió con una fianza de 400.000 euros.
Aunque la situación de Rato se ha complicado mucho, lo cierto es que tiene más causas pendientes con la justicia: el supuesto fraude en las cuentas en la salida a Bolsa de Bankia, una causa (suspendida temporalmente) por cobrar comisiones de contratos de publicidad de Bankia y el entramado de sociedades en paraísos fiscales, con el que ha defraudado 6,8 millones, según la policía. El exbanquero lo ha negado y asegura que nunca sacó el dinero de la Unión Europea.
Desde que dejó la política, Rato ganó mucho dinero en Lazard (ante el juez se habló de 1,5 millones fijos y hasta seis de bonus), en los consejos y Bankia, donde su salario era de 2,4 millones. Sin embargo, por su actitud en el caso de las tarjetas black, parece que no fue suficiente. Rato tuvo detalles como retirar 1.000 euros en efectivo dos días antes de abandonar Bankia y pagó una comida de 341 euros. De hecho, Rato acabó con las antiguas black en 2011 y las reabrió en enero de 2012 solo para unos pocos directivos. Esto coincidió con la rebaja del salario del Gobierno en aquellos meses cuando le dejó la remuneración en 600.000 euros al año.
No es fácil explicar el porqué esta aparente necesidad de más y más dinero, aunque algunas personas que le trataron hablan de una aspiración a tener el mismo nivel económico de los directivos a los que aupó hasta la presidencia de grandes compañías, como Telefónica, Iberia, Altadis o Argentaria, que se han convertido en multimillonarios. Otros añaden el factor clave de la impunidad en la que se vivía en las élites de ciertas cajas de ahorros —y otras empresas— entre 2010 y 2012. Un directivo de banca privada, que pide el anonimato, hace referencia a las amistades. Sostiene que el concepto de ser rico “está directamente relacionado con el nivel económico de las personas con las que te relacionas. Para algunos, tener dos millones no es una cantidad relevante porque otros manejan el doble o el triple”.
“Tenían un consejo muy politizado y poco profesional, pero querían cobrar como profesionales”, afirmó el fiscal del caso, Alejandro Luzón. “Su actitud”, dijo “fue cercana al pillaje y la rapiña, casi depredadora”. “Disfrutemos por si algún día llegan las vacas flacas”, dijo un ejecutivo en los correos sobre las tarjetas. Ya han llegado.
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