El euro y la economía española
El crecimiento futuro depende de las reformas que se adopten para la eurozona
La hoja de ruta de la Comisión Europea para la reforma de la Europa económica empieza a dar frutos. Esta semana los líderes europeos debatieron sobre cómo fortalecer la zona Euro, en su doble vertiente de integración financiera y económica. La hoja de ruta es globalmente favorable para la economía española, no obstante, plantea también importantes desafíos.
Donde más se ha avanzado es en la profundización de la unión bancaria. Esto consiste en prevenir desajustes financieros; por un lado, evitar que el contribuyente tenga que sufragar pérdidas generadas en el sector y facilitar que el ahorro (que ahora se exporta a otros países) se invierta en actividades productivas en la eurozona. Y por otro, a través de una supervisión reforzada, un seguro único de depósitos y un fondo europeo de resolución de crisis bancarias financiado por las entidades. También se aspirará a reducir la exposición de las entidades a la deuda pública nacional y así, contener el riesgo de espiral entre crisis bancarias y de endeudamiento público.
Según la hoja de ruta, estas medidas deberían entrar en vigor en 2019, pero su puesta en marcha se enfrenta a un importante escollo, la reducción de los créditos dudosos (por impago recurrente, cese de actividad del deudor u otras circunstancias que comprometen la recuperación del dinero prestado) en el balance de los bancos de algunos países miembros.
Así pues, España está relativamente bien posicionada con respecto a la unión bancaria. En 2017 la tasa de morosidad se redujo hasta el 7,8%, casi seis puntos menos que en 2013. Según los datos armonizados por el BCE para el tercer trimestre del 2017, los créditos dudosos totalizaron algo menos del 5% del balance total, un valor ligeramente inferior a la media europea. Por el contrario, en Italia, cerca del 12% del total de créditos bancarios es de dudosa recuperación. Estos créditos representan la cuarta parte del total de créditos dudosos de la zona euro, lo que explica la reticencia de Alemania y otros a avanzar en la unión bancaria.
La unión económica, por su parte, apenas progresa. La hoja de ruta prevé la creación de un fondo que se activaría en situaciones de recesión, pero su puesta en marcha depende de decisiones ulteriores y no intervendría antes de 2020.
El actual mecanismo de rescate (el Mede) se considera demasiado rígido —por requerir la aprobación de todos los parlamentos nacionales— y poco reactivo ante las fluctuaciones de la economía. Los EE UU disponen de un seguro federal de desempleo y de una capacidad fiscal común a todos los Estados. Prueba de ello, el American Investment Act, pieza clave de salida de la Gran Recesión. En comparación, los fondos europeos responden a necesidades estructurales, establecidas por periodos de hasta siete años, y su cuantía es insuficiente para hacer frente a las desavenencias de la coyuntura.
Las divergencias entre los países de la unión dificultan la adopción de medidas concretas en materia de unión económica. Los más virtuosos consideran que sus niveles de competitividad, paro y deuda les inmuniza. Además, temen que otros países relajen los esfuerzos de reforma interna o de reducción de la deuda. Por eso, para avanzar en la unión económica, exigen condicionalidades estrictas que podrían penalizar situaciones de deuda excesiva o de falta de reformas.
Este sería el momento para completar la arquitectura del euro, por la buena marcha de la economía europea y el apoyo del BCE. Se trata de evitar situaciones como las que amenazaron la supervivencia de la zona euro hace unos años y que provocaron pérdidas de millones de puestos de trabajo, pero las desavenencias entre países dificultan una acción más contundente.
Mantener el esfuerzo de contención del déficit y de reducción de los déficits sociales más acuciantes como el paro de larga duración y el empleo precario, sería conveniente para España. Al mismo tiempo que debe desempeñar un papel destacado en la reforma de la eurozona, porque el futuro del país se juega en Europa.
Raymond Torres es director de coyuntura y análisis internacional de Funcas. @RaymondTorres_
Créditos dudosos
A finales de 2017, el volumen de créditos dudosos en el balance de las entidades era de cerca de 97.700 millones de euros, es decir 18.600 millones de euros menos que un año antes. Este descenso se explica por la contracción del volumen de créditos dudosos que se habían destinado a la financiación de las empresas. Estos créditos eran de 60.700 millones de euros a finales de 2017. Sin embargo, los créditos a hogares clasificados como dudosos se mantuvieron prácticamente sin cambio en torno a 35.000 millones de euros. Aumenta levemente la morosidad del crédito al consumo.
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