Isa, la eléctrica que une a las Américas
La empresa colombiana se ha convertido en la mayor red de distribución de energía del continente
"No era nada, tenía tres empleados, una secretaria, un conductor y un mensajero". Cuando Germán Jaramillo Olano habla de los primeros días de Interconexiones Eléctricas (Isa), empresa de la que fue gerente general entre los años setenta y ochenta del siglo pasado, describe una firma minúscula y austera. "No tenía oficinas propias", resalta el exdirectivo en su libro La Integración Eléctrica en Colombia. Aquella diminuta compañía de transporte de energía eléctrica, fundada en 1967 por el Estado colombiano y que se abrió al capital privado en la década de los noventa, se ha expandido también a los servicios de tecnologías de la información, gestión de sistemas y concesiones viales. Hoy es un gigante latinoamericano con 30 filiales en ocho países de la zona, con más de 3.700 colaboradores e ingresos superiores a los 4.000 millones de dólares.
"Nos hemos convertido en el mayor transportador de energía eléctrica de América Latina", dice Bernardo Vargas, actual presidente de la empresa, vía telefónica. La firma, de propiedad principalmente pública —el Estado colombiano tiene una posición accionarial mayoritaria del 51,42% y el Gobierno de Medellín ostenta una participación del 10,17%— traza un nueva ruta para su negocio. "Miramos oportunidades en México, Argentina y EE UU", comenta Vargas. El año pasado, su crecimiento internacional se centró en Brasil, en donde compró, por cerca de 309 millones de dólares, el 41,6% de Transmissora Aliança de Energia Elétrica (Taecsa), sociedad con una importante presencia en el sur de esa nación.
La presencia de la empresa en Brasil no es nueva. La firma llegó al gigante sudamericano en 2006 cuando adquirió una participación de CTEEP (Companhia de Transmissão de Energía Elétrica Paulista), una empresa que ahora tiene una presencia en 17 Estados brasileños y que en São Paulo controla el 95% de la transmisión de energía. "Con la última compra, Isa se ha hecho de un tercio de la transmisión de electricidad" en el país, explica Rodrigo Sánchez, experto del sector energético de la consultora financiera colombiana Ultracerfinco.
El primer salto al extranjero de la empresa, forjada con el objetivo de unir los dispersos sistemas de transmisión de electricidad en Colombia, fue en 2001. Ese año ganó una licitación para construir 373 kilómetros de líneas de alta tensión en Perú. Posteriormente adquirió Etecen y Etesur, compañías que ahora forman REP (Red de Energía del Perú). La firma tiene el 80% del mercado de transmisión eléctrica de alto voltaje en su vecino del sur, con 10.000 kilómetros de infraestructuras. Y va por más: la semana pasada se adjudicó un contrato para edificar una red (de unos 1.000 kilómetros de longitud) en el centro de la nación, para lo cual pretende invertir 272 millones de dólares.
"Perú nos gusta mucho", resalta Vargas. En los próximos cinco años, la empresa pretende invertir más de 4.000 millones de dólares en diversos países de la región. "Estamos creciendo en Colombia [donde Isa controla completamente el negocio de transmisión eléctrica] y en Chile estamos construyendo una línea", destaca el presidente de la organización. "Es un negocio que crece y tiene futuro", subraya Sánchez.
Isa transporta energía eléctrica a más de 130 millones de personas en América Latina, a través 42.064 kilométros de redes. Pero aún tiene hambre de más clientes. Hacia 2030, las necesidades de inversión en infraestructura eléctrica, vial y de telecomunicaciones en los países donde la empresa colombiana tiene presencia, superarán los 80.000 millones de dólares, según las estimaciones de la firma, que realizó su primera emisión de acciones en el mercado bursátil colombiano en el año 2000.
Pies de plomo
Antes de lanzarse a una nueva aventura, Isa quiere asegurarse de que sus inversiones no correrán ningún tipo de riesgo, como sucedió en Brasil en 2012. En aquel año, la entonces presidenta Dilma Rousseff intervino el sector eléctrico y modificó las reglas del juego. "[Rousseff] decidió, con un tono populista, bajar las tarifas y cambiar de un plumazo los contratos de transporte y generación de energía eléctrica que había entre el Gobierno y muchas empresas", explica Vargas. Por esta modificación, el Gobierno prometió una indemnización a las compañías afectadas, entre ellas la colombiana. Pero surgió una discrepancia en el monto de dicha compensación: Isa solicitaba más dinero del que el Estado brasileño estaba dispuesto a darle. El conflicto duró casi tres años y se logró finiquitar solo el año pasado.
Es por ello que la firma ve con cierto recelo su llegada a México, país donde se celebrarán elecciones presidenciales el próximo año y en donde, actualmente, el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador (un acérrimo creyente de que el sector energético debe estar en manos del Estado) encabeza las principales encuestas. "Estamos como todos los inversionistas internacionales, un poco a la espera del desenlace político", resalta Vargas.
A la empresa, en la que los inversores privados controlan el 36,76% del accionariado, le preocupa también la agudización de la crisis institucional a la que se enfrenta Latinoamérica, derivada de escándalos de corrupción que involucran directamente a altos funcionarios de Gobiernos en todo el continente, como el caso de la brasileña Odebrecht. Así lo deja ver en uno de sus últimos reportes anuales, en el que también subraya la gran incertidumbre que planea sobre la política exterior de Estados Unidos, que propone una limitación al libre mercado global, renegociación de tratados de libre comercio y políticas proteccionistas.
Frente a este panorama, la empresa busca consolidar su posición en los mercados donde ya opera. "Nuestra prioridad es el crecimiento con rentabilidad... estamos construyendo la Isa del futuro", concluye el presidente de la firma.
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