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La economía qatarí, en cuarentena

El bloqueo de Arabia Saudí y sus aliados contra el emirato petrolero de Qatar sume a la pequeña península del Golfo Pérsico en una gran incertidumbre que afecta a empresas locales y extranjeras

Sala de control en el puerto de Ras Laffan, a 80 kilómetros de Doha, el principal lugar de producción de gas natural administrado por Qatar Petroleum. 
Sala de control en el puerto de Ras Laffan, a 80 kilómetros de Doha, el principal lugar de producción de gas natural administrado por Qatar Petroleum.  KARIM JAAFARe (AFP)

Qatar navega en las aguas de la incertidumbre. El corte de lazos diplomáticos y el bloqueo comercial impuesto por Arabia Saudí y sus aliados el pasado 5 de junio amenazan con erosionar a la economía de la pequeña y millonaria península, acusada de alentar el terrorismo y coquetear con Irán. Los vecinos del emirato —productor de una tercera parte del gas natural que se consume en el mundo y con las mayores reservas del combustible del planeta— han bloqueado el espacio aéreo y marítimo a los medios de transporte cataríes, incluso han cerrado la única frontera terrestre del país, por donde entran más del 40% de los alimentos. Un aumento en la inflación, un desgaste en el crecimiento del PIB y un encarecimiento del coste del crédito se vislumbran como las principales consecuencias del cisma que agita a la zona.

La población de Qatar (2,6 millones de habitantes, 7 de cada 10, extranjeros) ha vaciado, desde los primeros días del conflicto, las estanterías de los supermercados. "El bloqueo es casi una declaración de guerra", indica Manuel Muñiz, decano de IE School of International Relations. La única vía de comunicación disponible es el mar del Golfo Pérsico. Pero un cambio en la ruta implicaría un coste adicional en todos los productos, según el Citigroup. La ruptura no es menor: alrededor del 80% de los alimentos que llega a Qatar se obtiene a través de vecinos más grandes: los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudí.

Riad ha retirado la licencia y ha ordenado el cierre de las oficinas en su territorio a Qatar Airways, la aerolínea insignia de la península. La empresa tuvo que cambiar el recorrido de hasta 828 vuelos en los primeros dos días de la crisis, principalmente hacia y desde tierras saudíes, hasta ahora el mayor mercado de la aerolínea, que posee el 20,01% en AIG, el grupo que incluye a Iberia.

El veto aéreo se elude, principalmente, a través del espacio de Irán, Turquía y Omán, para mantener la conexión con Europa y África. De igual manera, la medida ha repercutido en la operación de las firmas emiratíes Air Arabia, Etihad, Emirates y Flydubai, así como en la saudí Saudia y la bahreiní Gulf Air. La zozobra que recorre el territorio qatarí se ha reflejado en las agencias de calificación de solvencia. Standard & Poor's (S&P) ha rebajado la nota de la deuda a largo plazo de Qatar (desde AA hasta AA-) y ha revisado la perspectiva a negativa. La agencia aprecia cierta vulnerabilidad externa en la península que pondrá bajo presión al crecimiento, que se ha venido desacelerando desde 2014 por la bajada del precio de los hidrocarburos.

Una de las críticas recurrentes de las calificadoras ha sido el endeudamiento acelerado. Gran parte de esa carga financiera se debe a la construcción de infraestructuras dedicadas al Mundial de Fútbol de 2022, afirma Eckart Woertz, especialista del golfo Pérsico del Centro de Asuntos Internacionales de Barcelona (CIDOB) y autor del libro Oil for Food. El Gobierno tiene presupuestados 200.000 millones de dólares para instalaciones deportivas y sanitarias, algunas autopistas, vías férreas y aeropuertos. Si las sanciones no se resuelven pronto, la celebración del torneo se verá afectada, asegura Woertz.

La continuidad de las obras y el auge de la construcción en Qatar dependerán de la liquidez de los bancos locales, que en su mayoría depende del extranjero, explica Emad Mostaque, codirector de inversiones de Capricorn Fund Managers. Además, la prolongación del conflicto causará un alza de los costes de financiación para el Gobierno y otras entidades, advertía Moody's el jueves, cuando la moneda local, el rial qatarí, caía a su nivel más bajo en casi dos décadas. La agencia, que redujo la nota del país en mayo pasado, indica que pese a una salida de capitales, los activos de la nación son sólidos: cuenta con 34.800 millones de dólares en reservas.

Nervios en los mercados

El mercado bursátil también se ha contagiado de los malos augurios. En los primeros cuatro días del conflicto se dejó un 6,7% y su posición mantiene en vilo a los inversores. Qatar no solo es una de las economías con los ingresos per capita más altos del mundo (con sus 73.654 dólares ocupa el segundo lugar, después de Luxemburgo), el país es también un inversor de primer nivel gracias a su renta gasífera. La economía tiene como principal fuente de recursos los hidrocarburos, que suponen el 90% de los ingresos del Gobierno y hasta el 85% de las exportaciones. En Europa, el 55% del gas que se consume proviene de Qatar, según el Market Observatory for Energy.

A través de su brazo financiero (el fondo soberano Qatar Investment Authority, con activos por casi 335.000 millones de dólares) tiene participación en grandes bancos como Barclays (donde controla un 6%), Credit Suisse (5%) y Deutsche Bank (9%). También está presente en el sector inmobiliario. Es propietario de The Shard (el rascacielos más grande de la UE, en Reino Unido) y forma parte de la sociedad propietaria del Empire State, el emblemático edificio neoyorquino. Dueño de los almacenes ingleses Harrods y de una participación en Volkswagen, el fondo está presente en el accionariado de Iberdrola, Colonial, el Corte Inglés y ha patrocinado al Fútbol Club Barcelona. Pero una de sus mayores apuestas está en el sector de los hidrocarburos, donde, de la mano de ExxonMobil, ha cerrado acuerdos en varios países. La petrolera de EE UU controla el 30% de los activos de una gigantesca planta de hidrocarburos de Qatar, cuyos contratos vencen la próxima década, según Forbes. Y juntos han hecho negocios en Italia y Chipre. En Rusia, el fondo acordó el año pasado invertir 2.700 millones de dólares en la compañía estatal Rosneft Oil.

"Descifrar el final del conflicto es complicado", argumenta Woertz. Hay dos soluciones: Qatar acepta un encaje político, que significa una fuerte reducción de su soberanía, o acepta la influencia y protección de Irán, afirma Muñiz, de la IE School of International Relations. "Si la opción es la segunda, el movimiento geopolítico y económico en el mundo es impredecible", concluye.

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