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Sindicatos legales, manifestación ilegal

Se cumplen 40 años desde que el Gobierno permitiera el registro de las centrales de trabajadores, días después prohibió celebrar el Primero de Mayo

Una mujer huye de los disturbios del 1º de Mayo de 1977 en Madrid
Una mujer huye de los disturbios del 1º de Mayo de 1977 en MadridEFE

Por un día, el epicentro de la Transición se encuentra en el estadio del Rayo Vallecano, en Madrid. Es abril de 1977. El partido comunista lleva tres semanas legalizado. Los sindicatos han sido autorizados solo unos días antes. El Ejecutivo concluye que las cosas van demasiado rápido: quedan prohibidas las 42 manifestaciones convocadas en toda España para el Primero de Mayo. Nadie lo sabe entonces, pero acaba de prenderse la mecha para que estalle “el día de los botes de humo”. Como los sindicatos salen a las calles, hay cargas policiales, heridos y cientos de detenidos. La historia de la Transición se escribe con episodios como este, del que hoy se cumplen 40 años: los sindicatos denuncian la “violencia inusitada”, pero no convocan una huelga general. “No entraremos en el juego de la provocación que justificaría la presencia de un Pinochet en nuestro país”, resume aquellos días Marcelino Camacho, secretario general de Comisiones Obreras.

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“Las manifestaciones del 1 de mayo eran un acontecimiento muy especial y con una participación masiva, mezcla de reivindicación estrictamente sindical y de demostración de apoyo popular a la lucha democrática”, recuerda Joaquín Almunia, que entonces era responsable económico de UGT. “La legalización de los sindicatos era un paso imprescindible para poder hablar de democracia y de libertad en España”, subraya el luego secretario general del PSOE, ministro, diputado y comisario europeo. “Junto con las nuevas centrales -CC.OO y USO- que habían jugado un papel importante en los últimos años del franquismo gracias a su participación en las elecciones a Jurados de Empresa, UGT, CNT y ELA-STV pudieron recuperar con su legalización la libertad que la dictadura les negó”, añade.

“La legalización lo que hacía era canalizar el conflicto laboral”, analiza Mariano Guindal, veterano periodista de información laboral que cubrió este tipo de información durante décadas y la condensó en su libro El declive de los dioses. “Fue uno de los elementos clave”. Para él, este episodio, especialmente en lo concerniente a CC OO, era la piedra de toque de la Transición: “Ese era el tema duro con los militares. Eran los que convocaban las huelgas”, añade. En 1977 se convocaron 1.194 y se perdieron 16,6 millones de jornadas de trabajo. Solo en 1979 hubo más conflictividad. Defiende la misma tesis José María Zufiaur, entonces secretario general de la Unión Sindical Obrera, que meses después lideró la nutrida escisión de esta central que se integró en UGT: “Fue la acción sindical la que tenía el peso en la lucha contra el franquismo. Era la que salía a la calle”.

Antes de que se produjera la legalización, pidieron a los sindicatos que tuvieran paciencia. El 9 de abril queda legalizado el Partido Comunista y el ministro de Relaciones Sindicales, Enrique de la Mata Gorostizaga, se reunió en casa del abogado Jaime Sartorius con responsables de CC OO, que impusieron el lugar de reunión. “Nos plantea que tengamos paciencia, que la cosa estaba muy mal con los militares”, narra Nicolás Sartorius, uno de los líderes históricos del sindicato, que había sido encarcelado en el proceso 1.001 en 1972. “Le dijimos que no, que si no nos legalizaban convocaríamos movilizaciones. Le dimos nuestros argumentos, que sin CC OO no se podía garantizar el cumplimiento de los convenios. Nos entendió y escogió una fórmula discreta. Nos dijo que presentáramos nuestros estatutos en el registro y no pondrían problemas. Lo hicimos días después”. Hubo reuniones similares con otros sindicatos. Zufiaur también recuerda encuentros con De la Mata y con Rodolfo Martín Villa, entonces ministro de Gobernación.

Reunión de apoyo a los sindicatos el 1 de Mayo de 1977 en Madrid
Reunión de apoyo a los sindicatos el 1 de Mayo de 1977 en MadridEFE

El 27 y el 28 de abril llega el turno de las centrales sindicales con la fórmula pactada. Y el 1 de mayo de 1977 fotografía las dificultades a las que se enfrenta el Gobierno. De un lado están quienes le aprietan para que acelere los cambios a los que obliga la llegada de la democracia. Del otro presionan las fuerzas reaccionarias que miden cada paso en esa dirección como una traición. El equipo del presidente Adolfo Suárez decide que es el momento de demostrar que domina la situación y tiene las riendas en la mano. Martín Villa transmite la orden a los gobernadores civiles. Sindicatos, sí. Manifestaciones, no.

“Fue una grave contradicción. La manifestación se reprimió. ¡Y cómo se reprimió!”, resalta Antón Saracibar, entonces secretario de Acción Sindical de UGT en Vizcaya y uno de los hombres de confianza del secretario general en toda España, el histórico Nicolás Redondo, del que fue mano derecha durante 14 años después.

“Me tenía que ocupar de que no se fuera de las manos la cosa, pero el tema se desarrolló con bastante tranquilidad”, resume Martín Villa sobre el último 1 de mayo ilegal. “Ya estaba resuelta la legalización (de los sindicatos)”, sigue. “Lo que más recuerdo es el intento de huelga general de diciembre de 1976, más o menos coincidiendo con la aprobación de la ley de la reforma política, que fue la prueba de fuego de que al Gobierno no se le iba la situación de las manos. Eso nos convirtió en un gobierno fiable desde el punto de vista de la seguridad”, asegura. “El país no estaba acostumbrado a las manifestaciones y el Gobierno, el Ministerio, la policía y la guardia civil, tampoco”. Entre 1976 y 1979 hubo 40 muertos en distintas manifestaciones por toda España.

La versión de Julián Ariza, el dirigente de CC OO que entregó los estatutos que legalizaron la organización, difiere de la oficial: “No la autorizaron , pero la celebramos igual. Hubo cargas y mucha violencia policial”. “Nunca puedes decir que hubiera causa-efecto”, responde cuando se le pregunta si la represión fue la forma con la que el Ejecutivo trató de calmar a los militares.

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“Para el Gobierno era fundamental transmitir la imagen que tenía un control pleno de la situación a pocas semanas de la celebración de las elecciones generales”, resume sobre aquel 1 de mayo Carme Molinero, historiadora de la Universidad Autónoma de Barcelona. “El ministro Rodolfo Martín Villa dio orden a los gobernadores de impedir todas las manifestaciones, amenazando muchos de éstos con una represión contundente en caso de celebrarse”, evoca. “Era aquella una muestra de las características del proceso hacia la democracia, en el que los derechos básicos tuvieron que conquistarse paso a paso, no fueron en ningún caso una concesión por parte de unos gobernantes que en muchos casos tenían, además, los hábitos de la dictadura”.

Estalla “el día de los botes de humo”, según definición de Camacho. Ocurre en Vallecas, Madrid. Acuden 100.000 personas, según los sindicatos; y 6.000 según el Gobierno. Y empiezan las carreras. “Asistieron miles de personas que fueron disueltas contundentemente por la policía”, confirma Álvaro Soto, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid. “Toda la zona se convirtió en un lugar de saltos, enfrentamientos, carreras y golpes”, sigue. “En toda España hubo manifestaciones. El Gobierno fue torpe y no evitó un enfrentamiento innecesario”.

Ese Primero de Mayo fue una de las últimas veces que sindicatos y sucesos han estado asociados, hasta que recientemente se ha encausado a unos 300 huelguistas, porque “antes de la legalización”, como recuerda Guindal, “la información laboral era de orden público”.

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