Las reformas económicas esenciales se quedan estancadas en China
Las autoridades priorizan el control político y la estabilidad social al cambio de modelo económico
A finales de 2013, China anunció un programa de reformas económicas que sorprendió al mundo por su ambición. Un papel decisivo de las fuerzas del mercado en la asignación de recursos, un amplio proceso de liberalización financiera o una sacudida a las ineficientes empresas públicas para dar aire al sector privado estaban entre las promesas. Pero tres años después, casi nada se ha cumplido. Con un crecimiento económico a la baja y varios riesgos financieros al alza, los analistas temen que China acabe sin subirse al tren que le conduzca al pleno desarrollo.
"El hecho de que la mayor parte de estas medidas no se hayan llevado a cabo es muy decepcionante", asegura Jörg Wuttke, presidente de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China. Los análisis de la entidad muestran que, de los 60 puntos aprobados tras el tercer plenario del Partido Comunista en noviembre de 2013, un 90% están a medias o con todo por hacer. Y en el último año, hasta algunos de los avances se han revertido.
El caso más paradigmático es el de las empresas estatales. No solamente no se ha avanzado en abrirlas a la inversión privada o en cambiar sus directivos para mejorar su eficiencia, sino que el Partido las controla más que nunca y aboga por fusiones con criterios políticos para hacerlas aún más grandes. Tampoco hay progresos significativos para liquidar las llamadas compañías zombi, que a pesar de acumular pérdidas y no tener futuro absorben una cantidad ingente de recursos —especialmente crédito— y siguen inundando la economía de productos que agravan el problema de exceso de capacidad.
La respuesta de las autoridades a la crisis bursátil del año pasado evidenció que Pekín no tiene inconveniente en actuar cuando lo considera necesario —a pesar de que hacerlo suponga una contradicción— si el fin es la estabilidad. La intervención sin complejos de las Bolsas cuando cundió el pánico entre los inversores o los movimientos en los mercados de divisas para limitar la caída del yuan choca con la voluntad expresada de abrir su sistema financiero y asignar los recursos de acuerdo con las leyes que dicta el mercado. Irónicamente, la palabra reforma sigue estando en boca de prácticamente todos los altos cargos chinos en sus discursos.
Los analistas achacan la falta de avances a la mentalidad cortoplacista de las autoridades y su obsesión con la estabilidad social. Sobre los hombros del presidente Xi Jinping pesa una losa enorme: lograr un mínimo del 6,5% de crecimiento económico anual hasta 2020 para que el PIB per cápita de los chinos se doble en comparación con el de la década anterior. "Se trata de un contrato político entre el Partido y los ciudadanos, una promesa pública que Xi hace a su gente, así que necesita ser mantenida a toda costa", explica Yan Se, profesor de Macroeconomía de la escuela de negocios Guanghua.
Además, las autoridades parecen haber encontrado más resistencia de la que esperaban cuando han querido tocar a las empresas estatales. Por un lado, está la influencia de las poderosas familias que se han enriquecido estando al mando de estos gigantes. Por otro, el temor de las administraciones locales a quedarse sin ingresos fiscales y a una oleada de despidos que amenace la preciada paz social.
Entretanto, las consecuencias de no actuar empiezan a ser visibles. El crédito crece desde hace meses a un ritmo mucho mayor que la economía (15% frente a 6,7%), las compañías zombi empiezan a no poder pagar las deudas y la morosidad de los bancos aumenta. Las salidas de capital siguen a la orden del día, el yuan continúa depreciándose frente al dólar y la enorme cantidad de liquidez inyectada en el último año para animar la economía ha inflado una burbuja inmobiliaria. "No hay una crisis inminente, pero con este patrón de crecimiento preocupa lo que pueda pasar en cinco años", asegura Yan.
Las posibilidades de que las autoridades pisen el acelerador con las reformas son, a corto plazo, ínfimas. El año que viene se celebra el Congreso del Partido Comunista, un encuentro que relevará a gran parte de la cúpula dirigente del país, por lo que China está ya inmersa en su particular campaña electoral y la estabilidad es, si cabe, aún más importante: "cualquiera que piense que habrá reformas de calado antes del congreso es que no sabe cómo funciona China. Para entender la economía de este país uno necesita entender la política", afirma Yan.
El escenario más probable, según Björn Conrad, vicepresidente del centro de estudios alemán Merics, es que las autoridades sigan tirando de estímulos para llevar a la economía al nivel políticamente deseable y las reformas se pospongan indefinidamente. Y hasta sugiere la posibilidad de que ni siquiera se pongan en marcha. "Los líderes chinos tratan de poner una historia distinta sobre la mesa: el estímulo y la postergación de reformas pueden no haber sido una receta sostenible en otros países en el pasado, pero el caso chino es diferente. Pekín cree que la caída de la economía puede evitarse sin hacer estas reformas ni soltar control político, tiene la visión de que una economía planificada puede ser tan sofisticada, tan bien hecha y tan inteligente que realmente funcione. Que China tiene su propio camino, muy diferente del de otros, y que el Partido Comunista estará liderando este camino para siempre".
Pekín usa a las empresas estatales para sostener el crecimiento
Los tentáculos de las autoridades en los órganos de decisión de las compañías estatales se han convertido en una palanca imprescindible para apuntalar el crecimiento del país. Entre enero y septiembre, estas compañías han aumentado sus inversiones un 21,1%, en máximos del último lustro. En cambio, sus homólogas del sector privado -que tradicionalmente han tirado del carro de la inversión-, solamente invirtieron un 2,5% más en el mismo periodo debido al entorno económico incierto.
El profesor Yan Se lo ilustra de la siguiente manera: "hay una clara necesidad de aumentar el crecimiento económico. Si el sector privado no está por la labor, la única vía es pedir a las empresas estatales que inviertan. Y si tampoco quieren hacerlo, entonces el comité del partido se hace cargo de la compañía y toma las decisiones pertinentes. Esta es la razón de este incremento tan súbito".
No se prevé, al menos a corto plazo, que Pekín deje de ejercer esta influencia: "el liderazgo del partido en las empresas estatales es un principio político importante en el que hay que insistir", aseguró hace pocos días el presidente chino, Xi Jinping, ante varios directivos. Y avisó que "cualquier intento de debilitar, desvanecer, borrar o marginalizar al partido no será tolerado".
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