La responsabilidad ambiental de las empresas
El pasado viernes, y en un tiempo considerado record, entró en vigor el Acuerdo de París contra el cambio climático. El objetivo último es limitar el aumento de la temperatura a final de siglo en menos de 20C. Esta es la única alternativa para evitar un cambio climático con graves consecuencias sociales y ambientales. La “descarbonización” de la economía es la vía para lograrlo.
En este proceso las empresas son pieza clave del éxito. Así lo reconoce el artículo 6 del Acuerdo de París: “la adopción por parte de las empresas de medidas de mitigación y adaptación más ambiciosas será necesaria para la consecución del objetivo nacional presentado por cada país”. Por tanto, ¿qué deben hacer las empresas para alinearse con este objetivo y al mismo tiempo no perder el tren de la competitividad?
En primer lugar, es necesario que cada empresa sea consciente del alcance que puede tener el cambio climático para su negocio a través de toda la cadena de valor. No sólo como riesgo sino también como oportunidad de adaptar sus operaciones, así como su portfolio de productos y servicios, a una economía descarbonizada.
En segundo lugar, será necesario que alinee sus esfuerzos con los objetivos nacionales de reducción de emisiones asumidos por el país. Para ello la empresa deberá cuantificar sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (medir su huella de carbono) y a continuación establecer las medidas necesarias de reducción a través de la inversión en nuevas tecnologías, en el desarrollo de capacidades y en soluciones bajas en carbono.
En tercer lugar, será una buena idea incorporar mecanismos económicos para integrar el cambio climático en la toma de decisiones. Algo especialmente relevante en la recién estrenada legislatura en la que previsiblemente se aprobará una Ley de Cambio Climático que incorporará un impuesto al carbono. Precisamente fijar un precio del carbono, algo cada vez más común por parte de las empresas y presente en la mayoría de legislaciones sobre este ámbito, es la herramienta que permite a las empresas considerar las externalidades negativas que producen las emisiones como criterio a la hora de aprobar y desarrollar proyectos e inversiones. Un precio que ronda actualmente entre 6 y 89 dólares la tonelada de CO2 según el Banco Mundial.
Finalmente, se precisa un compromiso efectivo de las empresas (al igual que los países) con la transparencia y la rendición de cuentas que permitan el desarrollo de una comparativa a nivel global.
Las empresas líderes tienen una gran oportunidad de asegurar su futuro (y contribuir al del planeta) si integran el cambio climático y la sostenibilidad en su estrategia y en su acción cotidiana. Y el momento es ahora.
Germán Granda es director general de Forética y Ana Herrero es coordinadora del clúster español de cambio climático
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